95°

Había pasado una semana desde el atentado contra Alexander y yo realmente ya me había puesto un poco paranoica.

Ni siquiera había dejado ir a los trillizos a estudiar en unos tres o cuatro días, hasta que la maestra irremediablemente me obligó a hacerlo. Tenía miedo.

Si alguien quería matarlo a él, si alguien quería hacerle daño, debía evitar que le hicieran daño a mis hijos, sabiendo que eran los suyos.

Incluso yo misma me sentía asustada; temía que incluso tuvieran represalias en mi contra. Así que traté de salir de casa lo menos posible esa semana, pero ese día irremediablemente tenía que entregarle unos papeles a Alexander.

Así que llegué temprano a las instalaciones de la naviera con los papeles en las manos. Pude haber enviado un mensajero, como me había dicho Raúl en una ocasión, pero eran temas que quería tratar personalmente con él; de todas formas no lo había visto desde el día del atentado. Pero no lo encontré en las instalaciones de la empresa.

— Se encuentra en su casa —
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