91| Alex.

Estaba recostado en la ambulancia frente a la heladería. Una enfermera estaba suturando mi herida, ya que me había negado rotundamente a ir a un hospital.

La herida no era muy profunda; solo necesitaba un par de puntadas y estaría bien. La policía ya había tomado mi declaración.

Por suerte, no había habido muchos heridos, al menos ninguno de gravedad. La policía estaba comenzando sus investigaciones, pero a mí aquel nombre me quedó resonando en la cabeza: *

Máximo... ¿quién sería? Que el hombre que me quisiera muerto no importaba; las razones que tuviera para matarme estaban seguras que tenían que ver con mi padre. Porque aquel hombre lo había dicho, había mencionado mis ojos, que eran los ojos de él. La policía se lo había llevado, pero estaba seguro de que tarde o temprano tendría que cantar la verdad.

El pequeño Emanuel estaba a mi lado, aferrado a mí. No había querido soltarme ni por un solo segundo, pero se veía tranquilo, en calma, a pesar de todo lo que había pasado, de lo que
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