57| Alex.

Cuando desperté, el sol ya brillaba alto en el cielo. En otras ocasiones me hubiese asustado por llegar tarde, porque había muchas cosas que hacer esa mañana.

Sinceramente, no me importó. Volteé a mirar hacia un lado y me alegró ver que Gabriela no estaba ahí, en mi cama. Abracé la almohada con fuerza y me dispuse a dormir otro rato.

No me importaba siquiera si ya era mediodía, solo quería seguir durmiendo. Estaba ahí, tratando de conciliar nuevamente el sueño, presa del cansancio que no había sido capaz de eliminar en las pocas horas que dormí, cuando un fuerte peso cayó sobre mi cama.

Casi me senté de golpe con la almohada en la mano, instintivamente listo para golpear, cuando me encontré a mi hermana.

Paloma estaba ahí, sonriente, con el cabello revuelto y sus ojos verdosos sobre los míos.

— Hola, guapo — me dijo — , me alegra que hayas encontrado a mi sobrino, pero no por eso puedes darte el lujo de dormir hasta el mediodía.

— Ya déjame en paz, Paloma — le lancé la almohada y
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