62| Alex.

Cuando Gabriela llegó a casa, lloraba. Yo estaba sentado en la sala esperando a que trajeran a mi pequeño de la escuela. Quería confrontarla.

Tenía tanta rabia en ese momento que quise abofetearla, empujarla por las escaleras, pero no me atreví a hacerlo, y mucho menos después de que llegó con los ojos hinchados y la cara roja.

— ¿Qué te pasó? — le pregunté.

Ella se encogió de hombros y caminó por las escaleras hacia nuestra habitación. Yo la seguí.

— Dime, ¿qué sucede? — le insistí — . ¿Por qué estás llorando?

— No te importa — me gritó — Luego se sentó en el alféizar de la ventana — Ahora que Ana Laura regresó a nuestras vidas, quiero hacerte una pregunta.

Yo, sinceramente, no me imaginé qué tipo de pregunta podría hacerme, pero supuse que sería algo sobre si todavía la amaba o si le sería infiel con ella, alguna cosa de celos posesivos.

— La conociste por varios años, ¿no es así? — Yo asentí — ¿Qué tan lejos crees que sea capaz de llegar? Siempre la defendiste como
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