Con las fotografías en las manos, entré a la estación de policía. Sentía una extraña sensación de pérdida, como si la muerte de mi hermana hubiese sucedido hacía muy poco tiempo.Era como si aquella herida ya abierta en el corazón se reabriera de golpe. Pero no era solo eso. Rememorar su muerte, la terrible escena que encontré al llegar a casa, y ahora descubrir que Alexander tenía que ver en eso, hacía que el dolor volviera con fuerza. Con las manos temblorosas y el corazón latiendo confuso, me senté en la silla frente al policía, que me miraba con los ojos entrecerrados. — Quiero que reabran un caso: el de la muerte de mi hermana. Puse sobre su escritorio todos los archivos que habían reunido. En ellos se determinó que su muerte fue un intento de robo, pero el testimonio de mi abuelo y el frío que sentía en mi interior eran más que suficientes para sospechar.Sabía que reabrir este caso podría traer problemas, especialmente porque mi abuelo había ocultado parte de la verdad.
Seguía ahí, con las fotografías en las manos, cuando alguien tocó a la puerta.Yeison era un chico tranquilo y modesto. Sabía que algo había pasado, pero tuvo la decencia de no preguntar, de no decir nada al respecto; simplemente guardó silencio y siguió llenando su solicitud para la universidad, que yo le había pedido que hiciera.A pesar de mis manos temblorosas y mi rostro, muy posiblemente, pálido, se puso de pie y abrió la puerta. Mi hermano Xavier apareció. Tenía una extraña sonrisa en el rostro, pero en cuanto me vio, se borró por completo. — ¿Malas noticias? — me preguntó. — Yeison, ¿podrías dejarnos solos? El joven asintió, tomó el computador y desapareció por la puerta. Mi hermano se sentó a mi lado, tomó las fotografías que estaban en mis manos y las observó detenidamente. — ¿Quién es ella? Mírate, eres tú. Mucho más joven. Eras lindo. ¿Qué significa esto? — Es... ella era la hermana de Ana Laura — titubeé al hablar. Mi hermano me miró detenidamente al rostr
71El agotamiento que tenía en el cuerpo fue demasiado en ese momento. Así que ahí me dejé caer en el mueble a mi lado. Mi hermano se puso de pie y me quitó el teléfono para revisar qué era lo que había llegado, y cuando vio la citación de la policía, se despeinó su largo cabello. — ¿Crees que sea una denuncia? — me preguntó — . ¿La persona que te envió la fotografía hizo la denuncia? Me quedé pensando. — No, no es una denuncia, solo una citación para declarar, no una denuncia como tal. Si hubiese sido una denuncia, tendría que haber venido la policía personalmente, o algo así. No lo sé. — ¿Cuándo tienes que ir? — preguntó, y me apreté las sienes; el dolor en mi cabeza comenzaba a crecer. — No lo sé. Lo haré ya mismo. Necesito salir de esto lo antes posible. Tengo que comenzar a solucionar mis problemas, hermano, voy a volverme loco... sinceramente, voy a volverme loco — grité. Xavier se acercó a mí, me abrazó con fuerza y yo le devolví el abrazo. Solo los brazos de mi
Los ojos del señor Bob se posaron en mí. Yo sentí cómo un enorme peso me caía encima. Él tenía razón: yo había arruinado y desgraciado la vida de sus dos nietas. Ultrajado.Por mi culpa, Jessica estaba muerta y Ana Laura, muerta en vida. Por eso estaba ardida en venganza y en dolor.Retrocedí hasta que tropecé con el mueble y caí sentado sobre él. De no ser por mi familia, hubiese buscado la ventana más alta en ese momento y me hubiese lanzado por ella. Estaba tan cansado de todo. La última semana, mi vida entera se había venido abajo. — Lo siento — dije después de un rato — . La verdad no sabe cuánto lo siento. Yo no quise hacerles daño, yo solo... ni siquiera sé qué era lo que quería. Lo de Jessica, de verdad lo siento. Yo solo quería que saliera de ese mundo. — Yo lo entiendo — me cortó el señor Bob — . Lo de Jessica lo entiendo, entiendo por qué lo hiciste y cómo lo hiciste. Créeme que me duele más que a cualquiera, me duele cómo terminaron las cosas para ella. Pero de todos tus
— No aquí no — le dije a Alexander. Mis manos estaban temblando — . No frente a mis hijos.No quería hablar con él. No quería que sus mentiras me envolvieran nuevamente. Sabía cómo era, ya lo conocía. Siempre tenía una excusa para todo, una buena historia, una gran explicación.Ya no me importaba, ya no quería, ya no quería saber nada de él, ni para bien ni para mal. Solo quería sentirme en paz, quería sentirme en paz de una vez por todas. Pero no era capaz de hacerlo, no lograba conseguirlo.Le di la espalda y salí por la puerta de la cocina que daba a la sala principal. Podía sentir los pasos de Alexander detrás de los míos. Entramos al pequeño estudio que tenía la casa y cerré la puerta sin volverme a mirarlo. — No quiero escucharte. No me importan las mentiras que tengas que decir. El pasado es el pasado, déjalo así. — Claro que no — dijo él, con seguridad — . Tengo que explicarte esto, tengo que contarte cómo sucedieron las cosas.Pero yo negué con vehemencia. — No quiero que
Los labios de Alexander sobre los niños se sintieron cálidos y suaves, y sería una hipócrita si dijera en este momento que quise alejarme, que quise empujarlo, porque la verdad no fue así.Yo solo estaba buscando excusas para seguir enojada con él. Por alguna razón, yo sabía que él no era responsable de la muerte de mi hermana, no de una forma directa. De hecho, todo lo contrario: él había intentado sacarla de aquel abismo en el que ella se había metido.Si alguna razón tuviera yo aún para estar enojada con él, era que me mintió sobre eso, sobre la promesa que le había hecho a mi hermana de cuidarme y el haberse enamorado de mí. Pero insuficiente para el daño que yo le causaría, porque estaba claro que en el momento en que Alexander se diera cuenta de que yo había escondido sus tres hijos, sería a mí a quien odiaría.Así que, sin más fuerza de voluntad, me quedé ahí de pie. Alexander no hizo ningún movimiento; solamente apoyó sus labios contra los míos, y yo sentí cómo todas mis barre
Yo traté de alejarme lo más posible de Alexander, caminé hasta la silla que estaba detrás del escritorio y me senté en ella, abrazándome a mí misma. Alexander se sentó al otro lado. — No te había dicho la verdad porque no quería hacerte daño — le dije — . Yo no me sentía capaz de enfrentar eso en ese momento. Tienes razón, los trillizos no son hijos de Federico, pero tampoco son tuyos. Tuve una aventura la misma semana en que te comprometiste con Gabriela — le mentí. Noté cómo levantó el mentón con rabia — Ahí me quedé embarazada. — Mientes — me dijo con furia, y yo le contesté con más rabia aún: — Yo no soy como tú, yo no te digo mentiras — y no pude evitar sentirme más cínica al respecto. Pero no era capaz de decirle la verdad, como si hubiese una pared que me lo impidiera, y el nudo de mis malos recuerdos regresó. Era como una puñalada en el estómago. No entendía qué era o por qué lo sentía, pero siempre que lo hacía, me cohibía y me hacía retroceder como una puñalada.Entonces,
Cuando salí de casa de Ana Laura, lo primero que hice al subirme a mi auto fue tocarme los labios con las yemas de los dedos, como si no fuera capaz de creer que, de verdad, la había besado.Que, después de tanto tiempo, al fin sus labios se habían posado contra los míos. Al fin, mis sueños más profundos, de los que no solía hablar ni pensar, se habían materializado ante mí.Nunca unos labios habían logrado causar esa sensación que recorría mi cuerpo como los de Ana Laura, ni siquiera los labios de su hermana, Jessica, habían logrado conseguirlo. Era la diferencia entre un amorío juvenil y un amor real.A pesar de todo lo que había pasado, seguía amando a Ana, y admitirlo al fin lograba liberar un poco ese sentimiento que me oprimía, pero al mismo tiempo me generaba una nueva sensación de incertidumbre. Porque ahora, ahora que la tenía cerca, ahora que estaba nuevamente a mi alcance, ¿qué iba a pedir de mí? ¿Querría recuperarla?Conduje sin cuidado por un largo rato, hasta que decidí