Los ojos del señor Bob se posaron en mí. Yo sentí cómo un enorme peso me caía encima. Él tenía razón: yo había arruinado y desgraciado la vida de sus dos nietas. Ultrajado.Por mi culpa, Jessica estaba muerta y Ana Laura, muerta en vida. Por eso estaba ardida en venganza y en dolor.Retrocedí hasta que tropecé con el mueble y caí sentado sobre él. De no ser por mi familia, hubiese buscado la ventana más alta en ese momento y me hubiese lanzado por ella. Estaba tan cansado de todo. La última semana, mi vida entera se había venido abajo. — Lo siento — dije después de un rato — . La verdad no sabe cuánto lo siento. Yo no quise hacerles daño, yo solo... ni siquiera sé qué era lo que quería. Lo de Jessica, de verdad lo siento. Yo solo quería que saliera de ese mundo. — Yo lo entiendo — me cortó el señor Bob — . Lo de Jessica lo entiendo, entiendo por qué lo hiciste y cómo lo hiciste. Créeme que me duele más que a cualquiera, me duele cómo terminaron las cosas para ella. Pero de todos tus
— No aquí no — le dije a Alexander. Mis manos estaban temblando — . No frente a mis hijos.No quería hablar con él. No quería que sus mentiras me envolvieran nuevamente. Sabía cómo era, ya lo conocía. Siempre tenía una excusa para todo, una buena historia, una gran explicación.Ya no me importaba, ya no quería, ya no quería saber nada de él, ni para bien ni para mal. Solo quería sentirme en paz, quería sentirme en paz de una vez por todas. Pero no era capaz de hacerlo, no lograba conseguirlo.Le di la espalda y salí por la puerta de la cocina que daba a la sala principal. Podía sentir los pasos de Alexander detrás de los míos. Entramos al pequeño estudio que tenía la casa y cerré la puerta sin volverme a mirarlo. — No quiero escucharte. No me importan las mentiras que tengas que decir. El pasado es el pasado, déjalo así. — Claro que no — dijo él, con seguridad — . Tengo que explicarte esto, tengo que contarte cómo sucedieron las cosas.Pero yo negué con vehemencia. — No quiero que
Los labios de Alexander sobre los niños se sintieron cálidos y suaves, y sería una hipócrita si dijera en este momento que quise alejarme, que quise empujarlo, porque la verdad no fue así.Yo solo estaba buscando excusas para seguir enojada con él. Por alguna razón, yo sabía que él no era responsable de la muerte de mi hermana, no de una forma directa. De hecho, todo lo contrario: él había intentado sacarla de aquel abismo en el que ella se había metido.Si alguna razón tuviera yo aún para estar enojada con él, era que me mintió sobre eso, sobre la promesa que le había hecho a mi hermana de cuidarme y el haberse enamorado de mí. Pero insuficiente para el daño que yo le causaría, porque estaba claro que en el momento en que Alexander se diera cuenta de que yo había escondido sus tres hijos, sería a mí a quien odiaría.Así que, sin más fuerza de voluntad, me quedé ahí de pie. Alexander no hizo ningún movimiento; solamente apoyó sus labios contra los míos, y yo sentí cómo todas mis barre
Yo traté de alejarme lo más posible de Alexander, caminé hasta la silla que estaba detrás del escritorio y me senté en ella, abrazándome a mí misma. Alexander se sentó al otro lado. — No te había dicho la verdad porque no quería hacerte daño — le dije — . Yo no me sentía capaz de enfrentar eso en ese momento. Tienes razón, los trillizos no son hijos de Federico, pero tampoco son tuyos. Tuve una aventura la misma semana en que te comprometiste con Gabriela — le mentí. Noté cómo levantó el mentón con rabia — Ahí me quedé embarazada. — Mientes — me dijo con furia, y yo le contesté con más rabia aún: — Yo no soy como tú, yo no te digo mentiras — y no pude evitar sentirme más cínica al respecto. Pero no era capaz de decirle la verdad, como si hubiese una pared que me lo impidiera, y el nudo de mis malos recuerdos regresó. Era como una puñalada en el estómago. No entendía qué era o por qué lo sentía, pero siempre que lo hacía, me cohibía y me hacía retroceder como una puñalada.Entonces,
Cuando salí de casa de Ana Laura, lo primero que hice al subirme a mi auto fue tocarme los labios con las yemas de los dedos, como si no fuera capaz de creer que, de verdad, la había besado.Que, después de tanto tiempo, al fin sus labios se habían posado contra los míos. Al fin, mis sueños más profundos, de los que no solía hablar ni pensar, se habían materializado ante mí.Nunca unos labios habían logrado causar esa sensación que recorría mi cuerpo como los de Ana Laura, ni siquiera los labios de su hermana, Jessica, habían logrado conseguirlo. Era la diferencia entre un amorío juvenil y un amor real.A pesar de todo lo que había pasado, seguía amando a Ana, y admitirlo al fin lograba liberar un poco ese sentimiento que me oprimía, pero al mismo tiempo me generaba una nueva sensación de incertidumbre. Porque ahora, ahora que la tenía cerca, ahora que estaba nuevamente a mi alcance, ¿qué iba a pedir de mí? ¿Querría recuperarla?Conduje sin cuidado por un largo rato, hasta que decidí
Xavier le dio el último tramo a su café. Llevaba mucho tiempo esperando en aquella cafetería, y la paciencia comenzaba a colmársele.Revolvió las últimas gotas que había en el fondo y estaba dispuesto a irse cuando un auto sonó el claxon al lado de la cafetería. Los ojos azules de Raúl se posaron en él y lo miraron de los pies a la cabeza. — Lo lamento — dijo el gemelo — . Tu llamada fue muy sorpresiva. Intenté librarme de la oficina lo más rápido que pude. Vamos, sube.Xavier sabía que estar en el mismo auto con Raúl podría ser un poco tentador, y lo único que quería en ese momento era terminar con el asunto lo antes posible. Así que lo invitó a bajarse. — El café aquí es bueno — le dijo.Entonces Raúl asintió y dejó su auto estacionado frente a la cafetería. Rodeó los pequeños árboles que la adornaban y se sentó en la mesa. — ¿Esto es una cita? — bromeó el gemelo.Xavier se ató su largo cabello en una cola, más bien para no parecer un poco ansioso, porque el hombre lo ponía nervi
Habían pasado unas dos largas semanas desde el momento en el que Alexander me había besado. Parecía que, a pesar de que pasara el tiempo, yo no era capaz de superarlo.Me despertaba constantemente en la noche después de haber soñado con ese momento, me acostaba pensando en él y era lo primero que pensaba en cuanto me despertaba. Alex había intentado comunicarse conmigo durante esas semanas, pero yo lo había evitado a toda costa. No quería enfrentarlo, no quería verlo. Sabía que, en cualquier momento en el que lo tuviera cerca nuevamente, me lanzaría sobre sus brazos. Lo que había sucedido con mi hermana, si lo veíamos desde un punto de vista objetivo, no era tan malo. Se enamoró de ella y, al querer sacarla de ese mundo oscuro en el que Jessica se había metido, las personas que le pasaban la droga se deshicieron de ella.Tal vez tenía mucha información, tal vez alguien que entra en ese negocio no puede salir nunca. De todas formas, lo que Alexander quería para ella era el bien.
Me había cometido un fuerte mareo, tan fuerte como nunca en la vida me había dado, ni siquiera cuando tenía los síntomas del embarazo. Tan fuerte que me puse de pie y luego caí sentada nuevamente en la silla. El policía sostenía con fuerza a Alexander contra la mesa mientras lo esposaban. Federico habló: — ¿No ven que va a cooperar? No tiene ninguna necesidad de esposarlo — dijo.Alexander asintió. — Claro que sí, cooperaré, pero no entiendo... No entiendo qué está pasando. — Se ha hecho ahora una investigación — dijo uno de los policías — . Después de que la señora Ana Laura Lescano reabriera el caso de su hermana y, con su declaración, el juez llegó a la conclusión de que actuó de forma irresponsable. Así que será juzgado por eso y tienes que acompañarnos a la estación de policía.Alexander asintió. No tenía más opción que hacerlo, ¿qué más podía hacer? No podía discutir con la policía. Pero yo seguía sentada en mi silla observándolo, seguramente con una expresión de horror.Tod