56°

A pesar de que estaba cansada y con sueño, no me dirigí a casa esa noche. Di la vuelta por la autopista principal y llegué al parqueadero de mi casino.

No lo frecuentaba mucho, a decir verdad, pero las ganancias que recibía de él eran bastante buenas como para no considerarlo uno de mis mejores negocios.

El portero recibió las llaves de mi auto y él mismo pidió el elevador para mí, directo hasta el último piso: mi oficina.

Era grande, con un escritorio de vidrio templado, pero casi siempre estaba vacía. Así que caminé directamente hacia la oficina de la administradora, una muchacha bajita y enérgica.

Cuando compré el casino, apenas era una auxiliar administrativa recién egresada de la universidad, y el administrador, un hombre arrogante, apenas era capaz de acatar mis órdenes.

Un par de firmas después, el tipo fue despedido y ella se quedó a cargo del casino, mientras yo encontraba un mejor administrador. Pero ella me demostró que era suficiente y llevaba casi tres años a cargo de uno
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