Capítulo 105

El cuerpo desnudo del rey permanecía justo al lado de su luna, cálido y sereno. Calia tenía su cabeza recostada en el pecho firme de Aleckey, que se elevaba y descendía con cada respiración pausada, rítmica, como si su alma, por fin, hubiera hallado descanso.

La caricia familiar de una mano grande sobre su cintura la sacó del sopor. Sus pestañas parpadearon con lentitud, aún aferradas al último fragmento del sueño. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue a Aleckey, mirándola con devoción. Su cabello rojo, suelto y revuelto, caía como una llama apagada sobre su hombro desnudo. Sus ojos verdes, intensos como los bosques más antiguos, brillaban con esa ferocidad que solo se suavizaba para ella.

—Buenos días, mi luna —murmuró con voz rasposa por el sueño.

Calia sonrió débilmente, extendiendo una mano para acariciar su mandíbula donde la barba ya comenzaba a crecer de nuevo.

—¿Dormiste bien? —cuestionó ella con una pequeña sonrisa.

—Bastante — Aleckey bajó la vista a su vientre y des
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