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Los ojos de Dante volvieron a mí, pero sus manos estaban encima de ella y me estaba picando por dentro. Eso no podía hacerlo conmigo, lo estaba haciendo con la mujer de la que se suponía que estaba consiguiendo un divorcio. Igual —pensé— debía conformarme con eso porque yo lo acepté. Era temporal, pero ya habían pasado meses y todo iba igual. Y antes no estaba enamorada. Vi un par de fotos de ellos en internet y unas revistas digitales, pero no los había visto en persona, como se tocaban, como ella le miraba y como Dante envolvía su brazo en su cinturita de modelo. ¡¿Cómo no me dijo que iba a presentarse con ella?!

—Lo sabías, ¿no?

Con los labios apretados para no ser grosera, giré la cabeza y miré a Jerry.

—No me lo sueltes como si me lo restregaras.

—No lo hago, pero sabes el problema que tiene encima con ella.

—No le veo infeliz.

Jerry levantó las cejas y me pidió otra copa. Volví a mirar. Estaban en una esquina, solos, tocándose. Ella era alta y con sus tacones le llegó a la oreja
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