El lunes tenía que presentarse en el juzgado mientras yo estaba en mi segunda clase de la mañana y tuve el teléfono al lado de mis apuntes por si pasaba algo. No sabía el qué, yo también estaba nerviosa. Mientras tomaba apuntes de la pizarra y escudriñaba los ojos intentando leer las fórmulas, se iluminó mi teléfono con un mensaje de mi padre:"Llámame en cuanto puedas"Mi padre nunca me pedía esas cosas. Teníamos unos horarios para llamarnos que si fallaban a ninguno nos importaba. "Vale" tecleé en respuestaVolví a mirar la pizarra y a apuntar. No estaba muy enfocada en las clases pero conseguí terminar el día y sentarme un rato en la cafetería del campus para aprovechar los descuentos en bebidas que Cindy tenía por trabajar allí.—No lo has visto, ¿verdad? —me preguntó cuando me sirvió el café bien cargado—. Te paso el link.Por como lo dijo intuí que seguramente sería algo de Dante, algo que yo ya no me molestaba en buscar. Le prometí a Dante que dejaría de comerme la cabeza leye
DANTE—La resolución de este divorcio se retrasa a la siguiente semana.> Había pasado más de un mes, ¿no podía terminarse ya? Le ofrecí dinero, muchísimo, pero no quería mi dinero, quería mi empresa y eso jamás pasaría. Ni siquiera tenía derecho a una ínfima parte de las acciones. La empresa fue una especie de herencia de mi padre, de mucho antes de que me casara con ella o siquiera la conociera.Su padre decía ser uno de los mejores abogados, pero en el caso de su hija estaba dando puta pena.Lo peor ya se había dicho, estaba en noticias, en revistas, en la boca de la gente. A esas alturas lo que quería era quitármelo de encima, por lo menos el divorcio. Estaba por pasar un año desde que lo solicité.—Ánimo —me dijo mi abogado recogiendo todos los papeles del juicio—. Ha salido bien.—Llevo un mes viniendo a este jodido juzgado a discutir con mi exmujer y todo el mundo cree que soy un maltrator. ¿Ha salido bien? De reojo la vi. Con un vestido formal y bien peinada, con u
Entre mi tercera y mi cuarta clase del día, tuve un descanso de media hora que planeaba usar para tomarme un café en la cafetería del campus, tenía el estómago revuelto y no había dejado de pensar en Dante. Estaba en los juzgados, llevaba allí toda la mañana y esperaba que fuera la última vez. Esperaba que cuando nos volviéramos a ver ya estuviera divorciado.Le mandé un par de mensajes mientras me tomaba el café y hacía algunas tareas. Ese día por la mañana salieron los listados de las prácticas de la carrera y tenía que mandar un correo electrónico a la dirección de la facultad de ciencias para pedir mi horario de tarde. Era una pena porque cuando comenzara con las prácticas debería dejar de trabajar en la empresa. Echaría de menos ser becaria.Dante no me respondió nada, pero me llevé una sorpresa cuando descubrí que me estaba esperando fuera de mi facultad al terminar las clases. Vi su coche, su todoterreno, pero me bastó para que el corazón me pegara un brinco. Me lancé al asient
¿Mi madre? —¿Mi madre? ¿Cuándo? ¿Por qué? Me apretó con más fuerza la pierna por si se me ocurría huír. ¿Huir a dónde? ¿Huir como lo hizo ella? —No quería joderte el resto de las vacaciones. —Maya... —me murmuró en voz baja. Yo negué de lado a lado. No podía—. Sólo te lo he dicho porque debes saberlo, no quiero ocultarte nada más y mucho menos esto. Hacía demasiado que dejé de fantasear con el regreso de mi madre, creo que sólo lo hice los primeros meses de su asencia. Era tarde, jodidamente tarde. —No será ella. Se habrán equivocado —dije e intenté levantarme. ¿Con qué cara aparecía después de casi ocho años? —¿Quieres creer eso? —Quiero creer que no tiene la poca vergüenza de aparecer ahora. Cogió aire. A medida que el avión avanzaba dentro de las tormentas del norte del país, empezó a hacer frío y Dante nos tapó con una manta. O me tapó a mi para tenerme enrollada en la tela y que no escapara de esa conversación que jamás esperé tener. —Si no quieres tener nada que v
Si bien mi madre me daba igual, mi padre no lo hacía. Él me había cuidado y gracias a él estaba dónde estaba. Por eso cuando el lunes por la tarde me llamó, soné un poco a tonta. Yo sabía lo que mi madre significaba para él, ni siquiera se me ocurrió decirle que ella me estaba buscando. Decidí olvidarlo. Quise intentarlo. —Becaria —me llamó Jerry—. Ya me ha dicho el jefe que el mes que viene te vas.—Tengo que seguir con mi carrera. Echaré de menos traerte cafés. Sonrió y me mandó a subirle un café. Me quedaba un mes de aquello, todavía era una mandada. A la que le subí el café, me llamaron de la recepción del vestíbulo y volví a coger el ascensor para bajar. Me acerqué a la recepción pero mucho antes de llegar me paralicé. Era ella.Habían pasado ocho años pero era ella. Era reconocible. Era mi madre.Parecía que nunca se había ido, estaba igual. Todavía le persistía el pelo largo y castaño hasta por debajo del pecho, y sus ojos castaños y grandes que tanto se parecían a los míos.
No se lo conté a nadie, ni a Dante ni a Cindy. Quería olvidarlo después de mi llorera en el baño. Me había sentido como la niñata de catorce años otra vez. Por suerte la semana volvió a la normalidad y Cindy y yo tuvimos un día de chicas todo el sábado. Nos tiramos en el sofá a ver películas, comer palomitas y hacernos tratamientos faciales con mascarillas que compramos en el supermercado. —¿No estás nada nerviosa por mañana? —me preguntó, aunque casi no podía hablar por la tensión de la arcilla blanca secándose.—Un poco, pero tengo ganas de conocerlos. ¿Me echarás de menos? Yo sé que sí —bromeé.—Sí, te echaré de menos porque tengo que hacer tres proyectos y no vas a estar para ayudarme.Nos reímos.Por la noche, mientras calentábamos unas pizzas en el horno y cotilleábamos de las discusiones de los vecinos que retumbaban por toda la escalera, Dante me llamó.—¡Hola! —canturreé.Hasta Cindy se rió de mi.—Hola, guapa.—¿Qué pasa? Me recoges mañana a las diez, ¿verdad?—Sí, a no se
Caerle bien a la madre de Dante era algo que me interesaba, pero no me iba a partir el lomo por conseguirlo. No tenía que hacer un esfuerzo de más por entender que sólo estaba preocupada por las elecciones de su hijo, pero tampoco iba a aguantar a una madre que no me aceptaba después de haber lidiado con la mía.Cuando la puerta corrediza, blanca y enorme de la cocina se cerró, ella me miró con sus ojos oscuros. Era lo más parecido a Dante que tenía.Sus tacones resonaron cuando se acercó a un armario a por una botella de vino y una copa.—No quiero sonar como una bruja, pero después de lo de Sophia no quiero que Dante se enrede la vida de nuevo —dijo y yo lo entendía.—Lo entiendo. Es normal para una madre.Me echó una miradita y se apoyó contra la isla de forma más relajada, soltando un poco la pose de tenerme entre ceja y ceja.—Dante nos pidió a su padre y a mí que no te preguntáramos expresamente por tu madre.Vaya. ¿Y si lo hizo porqué ella me estaba sacando el tema?Me parecía
No sé qué esperaba al proponerle a Dante viajar a Arizona conmigo. Nada de billetes de avión, nada de ir a casa de mi padre, nada de nada. Viajamos en su avión privado y alquiló un todoterreno que condujo hasta un hotel súper lujoso. Teníamos una suite, una cama gigante para los dos, con una bañera que era jacuzzi y hasta una televisón gigante. —¿Te gusta? —me preguntó. Abrí la maleta en el suelo para guardar algo de ropa en el armario. —Hablar contigo de intentar ahorrar en alojamientos me parece ridículo. —Lo es. Puse los ojos en blanco y colgué unos jerseys en las perchas. También unas sudaderas de Dante. Giré el cuello para ver qué hacía, y no hacía nada. Estaba sentado en el borde de la cama mirándome el culo y lo dejé porque me gustaba que me mirara. Colgué su última camiseta y al dar un paso atrás me envolvió con sus brazos y nos tiró a la cama. Me reí. Dante me hacía feliz. Esperaba que mi padre lo entendiera. Sorprendentemente me dejó conducir el todoterreno, era a