Supe que sus padres tenían problemas. Estuvieron viviendo en casas separadas hasta la mitad de las Navidades. Sabía también que Dante ya no se hablaba con Maggie, tampoco mucho con su madre; me lo contaron sus primas. Suspuse que ninguna familia era tan perfecta. Noche Buena fue lo más incómodo del mundo. Mi padre se limitó a mantener una conversación con Dalton y los hombres de la familia; yo me centré más en los niños y en cotillear sobre lo que pasaría durante el resto del embarazo con sus primas mayores. Maggie y Dana a duras penas hablaron mucho entre ellas. Esa noche sólo quería que terminara. Noche Vieja fue mucho mejor. Mi padre volvió a Arizona y fue noche de amigos. Necesitaba pasármelo bien aunque fuera en casa y bebiendo agua. —Pero si ya parece que vas a explotar —me molestó Roy. —¿Y tú para cuándo vas a tener una novia formal? —le molesté—. Parece mentira que tu hermano la consiguiera antes que tú. Entrecerró los ojos y me ganó por tercera vez en el juego. Solté
El cansancio del parto me duró casi una semana entera, pero tenía a Dante, y él era una pareja increíble. Mi padre viajó, pero Dante le pagó un hotel y todas las comodidades, porque queríamos estar solos en casa. Queríamos ser sólo los tres. Gael era nuestro hijo. Revolucionó a todo el mundo los primeros meses, sobre todo a nosotros dos. Una vez nos acostumbramos a la rutina, al hecho de tener un hijo, fue todo rodado. Pero creció demasiado rápido y Dante y yo le vimos cumplir dos años.En esos dos años las cosas no cambiaron mucho, pero hice el esfuerzo de soportar a Dana porque pasaba mucho por casa para ver a su nieto. Aparté un poco el trabajo por estar con Gael, Dante también y cuando queríamos estar solos o salir de casa a algo romántico, era tan fácil a conducir cinco minutos y pedirle a Cindy que cuidara de nuestro hijo. Era una verdadera tía, una muy buena con los niños, por eso no me sorprendió que poco después apareciera con la sorpresa de que estaba embarazada. Después de
—¡Cindy! —grité y empujé la puerta de la habitación—. ¿Adivina quién tiene trabajo?Ella me miró desde su cama y bajó el teléfono. Levantó una ceja y sacudió la cabeza haciendo que su melena rubia se agitara en la coleta. Me sonrió como un payaso antes de reaccionar.—¡¿De verdad?! —gritó y saltó de su cama para abrazarme—. ¡Qué bien! Podemos empezar a buscar piso para irnos de esta residencia. Estoy harta de vivir en el campus.A mi me gustaba vivir en el campus, me gustaba el ánimo que se respiraba todos los días y el ambiente del ir y venir de estudiantes. Pero en la residencia se escuchaba todo: desde los gemidos de los del cuarto de al lado hasta las discusiones de compañeras al otro lado del pasillo. Cindy y yo hablamos de que cuando las dos tuviéramos trabajo nos mudaríamos juntas a algún pequeño piso cerca del campus. Ella trabajaba en la cafetería del campus a cambio de créditos (que le hacían falta) y de algo de dinero. Nos acogimos la una a la otra en cuanto nos conocimos
Me puse un vestido negro, de tirantes finos y ajustado con un escote en V que me sentaba bien para el pecho de tamaño normal que tenía. Me gustaba el deporte, salía a correr los fines de semana cuando me levantaba, y hacía algunas pesas en el gimnasio de la universidad. No me quejaba de mi cuerpo aunque sí de los granos que me salían de vez en cuando por el cuerpo y la cara.Me puse unas botas negras, altas y con tacón y aunque tenía el pelo liso me di unas pasadas con la plancha mientras esperaba a que Cindy terminara de meterse en su vestido rojo. Cuando estuvimos listas me tocó conducir a mi hasta CLOUT. Era una buena discoteca y estaba cerca de la playa. Tuve que aparcar a un par de calles y esperamos casi una hora para poder entrar. La música de colores me golpeó la cara y le di la mano a Cindy hasta encontrarnos un hueco en la pista. Para casi las dos y media de la madrugada ya iba algo mareada y me reía por una tontería cuando Cindy me cogió de la muñeca y me llevó hasta los b
Cuando me desperté por la mañana no sabía como sentirme. Me había quedado dormida y para entonces él ya no estaba. Era sábado y estaba lidiando con la resaca y con el hecho de que me había acostado con mi jefe, con un hombre casado. La responsabilidad de eso último no era mía, y su matrimonio no iba bien, pero... ¿Cómo pude hacerlo?Me quedé tumbada en la cama toda la mañana, sabía que tenía que ducharme pero ni si quiera una buena ducha de agua caliente pudo despejarme. Cuando volví a la habitación con el pijama puesto, ya no olía a Dante, ni a alcohol, ni a sexo. Pero Cindy estaba tirada en su cama y fue lo primero que señaló.—Aquí huele a sexo —canturreó—. Siento lo del coche. Me di cuenta de que yo tenía las llaves cuando ya me había ido.—¿Te fuíste con Logan?Sonrió y se mordió el labio como una perra en celo.—Fue increíble, mucho mejor que ese tío de la fraternidad. Supongo que es por la experiencia de la edad. Me llevó a un hotel cerca de la discoteca así que he recogido el
No sé ni por qué lo hice pero me roqué frente al espejo del ascensor. Paré cuando me di cuenta de la tontería que eso era. Llegué a la última planta, el viaje se me hizo demasiado corto y en un abrir y cerrar de ojos estaba delante de la puerta de su despacho. Jeanne (así descubrí que se llamaba su secretaria) me miró sobre sus gafas de pasta y me hizo un gesto con la mano. Yo no quería volver a pillarlo discutiendo con su mujer, mucho menos entonces.—Adelante, está libre —me repite ella—. ¿Quieres que le avise primero? Vi como cogió el teléfono pero negué con la cabeza. Tampoco quería que pareciera que eso me importaba tanto. Golpeé la puerta con los nudillos, lo suficientemente fuerte para advertirle y que le diera tiempo colgar el teléfono si es que estaba hablando. Giré el pomo y empujé la puerta. Estaba sentado detrás de su escritorio y no debí pensar en lo atractivo que se veía haciendo sus cosas de empresario. La tela de la camisa se apretaba contra sus musculosos brazos y te
Terminamos en una pizzería en primera línea de playa, no era la primera vez que iba pero para ser pizza era algo caro. Pero estaba bien. Veíamos las olas del mar a través de los ventanales y aunque en verano estaba mucho mejor el ambiente, me gustó muchísimo aquella noche. —¿Nunca has salido del país? —me preguntó. —No. Sólo he cogido aviones para ir y venir de Arizona. —¿No había universidades allí? —se interesó. —Sí, pero ya me aburría. Vivía en un pueblo en mitad del desierto y la facultad de ciencias de la universidad estatal estaba bastante olvidada. —¿Siempre has querido estudiar lo que haces? Asentí, pero luego lo dudé. Había querido ser tantas cosas... —No tanto —admití—. Empecé queriendo estudiar ingeniería aeroespacial y astronomía, luego quise ver la rama de paleontología e historia pero en los exámenes de acceso tuve una nota superior y vi más futuro en intentar mejorar la genética que en cosas del espacio o de hace miles de años. No dejaba de mirarme, pensé que
Me desperté por la mañana, desnuda en ese sofá negro y cubierta por una manta gruesa. Tenía unas pocas agujetas pero me senté y sujeté la manta contra mi cuerpo para taparme. Mi ropa estaba ordenada sobre la mesa de centro y la chimenea seguía funcionando. ¿Y Dante? No se escuchaba nada, así que me vestí y doblé la manta antes de coger mi teléfono y descubrir los mensajes de Cindy y una llamada perdida de mi padre. Ya hablaría con ellos después. Estaba abrochándome los botones de la camisa cuando la puerta se abrió y él apareció. Iba con unos pantalones de chándal grises y sin camiseta; ¿Hacía calor de nuevo, era yo o era el calor de la chimenea? —Buenos días —dijo.—Hola. ¿Puedes llevarme a la residencia? Asintió con la cabeza pero no dejó de mirarme ni hizo nada por moverse.—¿Te estás comiendo la cabeza otra vez?Negué.—¿Por qué lo haría?—Lo hiciste la otra vez.—Era diferente. Estuve a punto de decir que sólo era un divorciado más, pero remover ese tema a Dante le afectaba,