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Me desperté algo irritada, por los acontecimientos de la cena no conseguí dormir muy bien así que seguía cansada y con hambre.

Intenté quitarme el brazo de Dante de encima pero me protegía hasta estando dormido. Hice fuerza en su muñeca para levantarla de mi estómago, pero para mi sorpresa, su mano atrapó la mía.

—¿Estás despierto? —dudé en un susurró.

—Lo estoy ahora —murmuró con la voz extremadamente ronca—. ¿Qué pasa? He notado como no has dejado de moverte.

Me di la vuelta entre sus brazos y me dejé caer en su pecho. La cama era tan grande que podríamos dormir con espacio, pero siempre dormíamos todo lo juntos posible.

—No he dormido bien, eso es todo.

Lo escuché suspirar.

—Iré a hablar con mi madre —dijo.

—No tienes por qué.

—Claro que sí. No voy a aguantar más gilipolleces como las de noche, ya le he advertido demasiadas veces de lo que suelta por la boca. —Su mano se deslizó por mi cuerpo hasta la curva de mi culo y volvió a subir hasta mi nuca—. ¿Por qué no duermes un poco má
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