Me puse un vestido negro, de tirantes finos y ajustado con un escote en V que me sentaba bien para el pecho de tamaño normal que tenía. Me gustaba el deporte, salía a correr los fines de semana cuando me levantaba, y hacía algunas pesas en el gimnasio de la universidad. No me quejaba de mi cuerpo aunque sí de los granos que me salían de vez en cuando por el cuerpo y la cara.
Me puse unas botas negras, altas y con tacón y aunque tenía el pelo liso me di unas pasadas con la plancha mientras esperaba a que Cindy terminara de meterse en su vestido rojo. Cuando estuvimos listas me tocó conducir a mi hasta CLOUT. Era una buena discoteca y estaba cerca de la playa. Tuve que aparcar a un par de calles y esperamos casi una hora para poder entrar.
La música de colores me golpeó la cara y le di la mano a Cindy hasta encontrarnos un hueco en la pista. Para casi las dos y media de la madrugada ya iba algo mareada y me reía por una tontería cuando Cindy me cogió de la muñeca y me llevó hasta los baños. Me quedé con nuestras copas en la mano esperándole fuera del baño y un par de chicos que salían del baño de hombres pararon a hablar conmigo pero pasé de ellos. Cindy tardaba demasiado. Si hubiera salido antes puede que el rumbo de mi vida hubiera cambiado. Si hubiera salido antes puede que yo nunca me hubiera chocado con Dante que salía del baño de hombres y no le hubiera tirado las bebidas encima sin querer. Él salía del baño y yo me di la vuelta para entrar en el de mujeres y ver si Cindy salía. Sólo le manché las zapatillas y un poco los pantalones, yo me manché las botas y las piernas.
—Joder —solté.
—Joder —bramó.
Levanté la cabeza y me quedé con la boca abierta. Hasta entonces no supe que era él y fui la primera sorprendida. Pensaba que la gente como él, con tanto dinero y reputación, no iban a sitios como esos. << Respira, Maya —me dije cuando él me miró >> Parecía mucho más relajado y joven vestido tan normal, con el pelo negro revuelto y sin tener el rol de ser mi jefe.
—Hola —le saludé y torcí los labios al bajar la mirada—. Siento eso.
—Tú también te has manchado —dijo.
—No importa, ya me han tirado como tres copas encima —. Y mi ropa no debía de costar ni una ínfima parte de la suya. Levanté la cabeza para volver a mirarlo—. Eres la última persona que esperaba encontrar aquí —admití.
—También soy persona —dijo y me hizo reír.
—Ya lo sé. Es que no frecuento encontrarme de fiesta con algún jefe. Todos eran más viejos que tú. Que no quiere decir que tú seas viejo, porque eso me dejaría a mi a medio camino de la vejez.
Vi un atisbo de sonrisa en sus labios. Era muy guapo, guapo e intimidante. La camiseta de manga corta negra se ajustaba demasiado bien a sus brazos musculados y se llevaron toda mi atención unos segundos de más. << Está casado, Maya, y es tu jefe >>
Cindy salió a trompicones del baño y se ajustó la falda del vestido.
—Estaba imposible. Hay como veinte chicas haciéndose fotos en el espejo —se quejó—. ¿Podemos ir a sentarnos? Estoy demasiado mareada.
—Vale, encontraremos sitio en la barra —dije.
Iba a despedirme de Dante cuando él habló. Cindy lo miró y se quedó boquiabierta como usualmente me pasaba a mí cuando lo veía.
—Estoy en un reservado, podéis venir y descansar un rato —nos ofreció.
—¡Qué bien! —exclamó Cindy y me pellizcó el brazo.
Parecía que la gente se abría paso ante Dante, no me extrañaba. Cindy me dijo al oído lo imponente que era verlo en persona y me hizo reír. Él nos miró sobre su hombro y siguió subiendo las escaleras hasta la zona VIP. Fue toda una sorpresa encontrar a Jerry sentado en un sofá junto a otro hombre que debía tener treinta y poco. Tenían la mesa de su reservado llena de alcohol y vasos vacíos.
—¡Maya! —exclamó Jerry.
Levanté la mano y saludé, pero me quedé apoyada contra la barandilla. La música seguía igual de alta desde aquí arriba pero por lo menos nadie estaba pisándome los pies y me había deshecho de la bebida. Cindy se enganchó a hablar con el otro hombre que más tarde supe que se llamaba Logan.
—¿Quieres? —Dante me plantó un vaso delante.
Estaba revolucionada y no sólo por el alcohol. Se apoyó tan cerca en la barandilla que su brazo rozó el mío y me puso la piel de gallina.
—Vaya, no sabía que estaba bien emborrachar empleados —bromeé—. Pero mejor no, tengo que coger el coche más tarde y debería irme despejando. La habitación de la residencia me va a dar mil vueltas cuando llegue.
Se llevó el vaso a los labios y lo miré de reojo. Se le marcó la mandíbula y no hizo un atisbo de amargura.
—Estás en la residencia —afirmó—. ¿Sigue siendo una m****a?
—A mi me gusta, más o menos, se escucha de todo y a veces es difícil dormir. Bueno, lo que me gusta es lo cerca que está de mi facultad. Cindy y yo estamos buscando un piso para irnos juntas ahora que las dos tenemos trabajo.
—Te queda sólo un año, ¿no?
—Todo este curso y el siguiente, pero espero quedarme cuando termine la carrera.
—¿Tanto te gusta hacer de becaria? —soltó y pude escuchar el tono burlón en su voz. Me hizo sonreír.
—Pues sí —admití con orgullo—. Si nunca trabajo de lo mío deberías saber que se me da bastante bien pedir cafés y fotocopiar papeles, montones de papeles.
Dante sonrió y agitó la cabeza. Su pelo ondulado se revolvió más. ¡Qué Dios girego!
—¿Siempre hablas tanto o es sólo cuando bebes?
Me reí. Seguía bebida y el ambiente me animaba. Me gustaban las fiestas y el alcohol, y había probado a fumar algunas cosas.
—Depende del día, pero hoy es viernes. Y el alcohol ayuda bastante. ¿Qué hay de tí? —me interesé, ya le echaría la culparía al alcohol más tarde por el atrevimiento.
—Poca cosa —dijo.
—¿Poca cosa? Qué aburrido eres.
No sé como se empezó a dar tan bien pero nos tiramos un buen rato hablando de cualquier cosa que no tuviera importancia relevante, hablamos del calentamiento global, de mi carrera, de la empresa, hasta de un tema filosófico con alienígenas. Cuando me di cuenta de lo que pasaba eran casi las cinco de la mañana y consideraba que habíamos encajado genial. Si no hubiera estado casado... Dante parecía ser un hombre perfecto, para cualquiera, su mujer tenía mucha suerte.
Miré la hora en mi teléfono y giré la cabeza. ¿Y Cindy? ¿Y Logan? ¿Y Jerry?
—Se han largado —me dijo Dante.
Tenía dos mensajes de Cindy:
"Tengo las llaves del coche" "Tienes la residencia libre"
¡No! Resoplé y me froté la frente.
—Creo que voy a irme —dije aunque no quería. Quería seguir hablando durante horas con Dante de las mismas tonterías—. Tengo que coger un taxi.
Dante miró los sofás vacíos y se estiró a mi lado. Hacía mucho tiempo que había dejado de beber y nos habíamos enzarzado tanto en hablar entre nosotros que estaba más despierta que nunca. Me rebusqué en el pequeño bolso, a penas me cabía el teléfono, el monedero y las llaves de la residencia. Y de repente sentí la mano caliente de mi jefe en mi cuerpo. La dejó caer en mi espalda baja y me puso tensa; era la primera vez que me tocaba. Levanté la cabeza y descubrí que me estaba mirando. Las luces de colores le golpeaban el rostro y no sé cómo pude mirarle tantos segundos a los ojos. Me apretó la mano en la espalda y me empujó para caminar. Yo le seguí. Cogió su chaqueta tirada en uno de los sofás y dejé que me guiara escaleras abajo esquivando gente hasta la salida. La discoteca empezaba a vaciarse pero estaba lloviendo así que la gente estaba postponiendo el momento. Sentí que me ponía su chaqueta por encima.
—Oh, no hace falta —dije, pero Dante la mantuvo en mis hombros.
—Déjatela puesta. Tengo el coche cerca.
Me soltó cuando salimos a la calle y caminamos deprisa una calle hasta llegar a un parking privado. Su deportivo estaba ahí aparcado y me intenté secar el pelo antes de montarme aunque los dos estábamos mojados. Me pregunté si a su mujer no le molestaría aquello. Sin embargo, me monté de copiloto.
—Bonito coche —alagué.
Dante estiró los dedos a la calefacción, se le marcaban las venas de los brazos y me parecía súper sexy.
—¿Sabes de coches? —me preguntó.
El motor del coche rugió al arrancar y me arrellané en el asiento dejando que la calefacción me abrigara.
—No —respondí—. A mi me vale con que me lleve de un sitio a otro.
Sonrió, era súper atractivo. Y se sabía el camino hasta el campus así que retomamos una conversación sobre gustos musicales cuando encendió la radio.
—¿Esa es tu mejor banda? ¿Es que no has escuchado Queen?
Levantó una ceja y me miró de reojo.
—¿Queen? Eres muy típica, lo sabes ¿verdad?
—¿Típica? Es una banda histórica, Dante.
—Los Beatles son mejor.
—Son buenos, pero no tanto —sentencié.
Puede que no tuviéramos mucho en común, casi nada, él y yo éramos de mundos distintos pero sentía que entre los dos había una buena conexión. Como amigos, claro, porque estaba casado.
Entró en el campus y la lluvia golpeó con más fuerza el coche. No quedaba ni un alumno por la calle y le tuve que indicar el camino a la residencia femenina, pasamos por delante de la facultad de ciencias y empezó a frenar para girar en la calle de las residencias. Me quité su chaqueta que seguía mojada y se me puso la piel de gallina por el frío. Sin pensarlo, me incliné sobre las marchas del deportivo y le di un beso en la mejilla para despedirme. Se tensó y giró la cabeza. Y tenía la cabeza echa un embrollo por el alcohol, el cansacio, la euforia de la fiesta...
Sé que Dante giró la cabeza y su nariz rozó la mía, su aliento se mezcló con el mío y levantó la mano hasta mi cuello. << ¿Qué vas a hacerme? >> Tenía el corazón machacándome el pecho y me cosquilleaba todo el cuerpo. No estaba pensando en nada, tenía los pensamientos mezclados entre ellos y nada me parecía bien, nada me parecía mal.
Noté cómo se enredaba mi pelo entre los dedos. No me dio tiempo a parpadear. Me besó. Me empujó contra él y abrí los labios para que encajaran con los suyos. << ¡AAAHHH! >> Estaba gritando por dentro pero me dejé llevar. No tenía razocinio. Se me nubló la mente, todo alrededor, estaba tan embaucada por él que cuando me quise dar cuenta estábamos en mi habitación, tirados en mi cama.
Me subió la falda del vestido por las piernas y me arqueé para que me lo quitara. No llevaba sujetador así que me quedé casi desnuda. Tenía las manos grandes, tanto, que me cubrían los pechos. Solté un jadeo en su boca llegando al borde de su camiseta para quitársela. Tenía un torso envidiable, duro, fuerte, musculado... No tardó ni un segundo en llevar sus manos a mis tetas. Me hizo gemir y me arqueé en sus manos acercando mi pecho a él, dejándole un acceso mayor a que me besara. Sus dedos me pinzaron el pezón y soltó una de sus manos intercambiándola por su boca.
—Joder —gemí.
Bajé las manos por su cuerpo tan grande hasta la cintura de sus vaqueros y le desabroché el botón, quería verlo, quería sentirlo. Necesitaba un buen polvo; hacía por lo menos tres meses que nadie me tocaba y estaba necesitada. Se sacó los pantalones y enredó sus dedos en las tiras finas de mi tanga negro. Me desnudó y no sé de dónde salió, si lo llevó él o si siempre estuvó ahí, pero había un preservativo que rocé con mis dedos. Y me moría por tocarle así que lo abrí y estiré la mano encontrando a tiendas y entre jadeos por sus besos su entrepierna. Separó su boca de la mía cuando alcancé a tocarle. Tenía los ojos negros, más que de costumbre, y parecía mucho más intimidante y sexual bajo esa nube de sexo que nos envolvía. Deslicé el preservativo por toda su longitud y le di un par de pasadas con la mano cuando ya estuvo puesto. Estaba más que lista y muriéndome de ganas porque me follara. Me abrió las piernas y movió las caderas. Ninguno dijo nada, era puro sexo, sexo y ya. Se hundió en mi y me arqueé, gimiendo. El cabecero golpeaba contra la pared. <<¡Joder!>> Lo necesitaba, llevaba tanto tiempo sin sexo que el orgasmo fue intenso y rápido. Me corrí dos veces aguantando hasta que Dante se corrió en el condón y el calor de su semen traspasó el condón dentro de mi. << Joder >>
Me acaba de acostar con mi jefe.
Cuando me desperté por la mañana no sabía como sentirme. Me había quedado dormida y para entonces él ya no estaba. Era sábado y estaba lidiando con la resaca y con el hecho de que me había acostado con mi jefe, con un hombre casado. La responsabilidad de eso último no era mía, y su matrimonio no iba bien, pero... ¿Cómo pude hacerlo?Me quedé tumbada en la cama toda la mañana, sabía que tenía que ducharme pero ni si quiera una buena ducha de agua caliente pudo despejarme. Cuando volví a la habitación con el pijama puesto, ya no olía a Dante, ni a alcohol, ni a sexo. Pero Cindy estaba tirada en su cama y fue lo primero que señaló.—Aquí huele a sexo —canturreó—. Siento lo del coche. Me di cuenta de que yo tenía las llaves cuando ya me había ido.—¿Te fuíste con Logan?Sonrió y se mordió el labio como una perra en celo.—Fue increíble, mucho mejor que ese tío de la fraternidad. Supongo que es por la experiencia de la edad. Me llevó a un hotel cerca de la discoteca así que he recogido el
No sé ni por qué lo hice pero me roqué frente al espejo del ascensor. Paré cuando me di cuenta de la tontería que eso era. Llegué a la última planta, el viaje se me hizo demasiado corto y en un abrir y cerrar de ojos estaba delante de la puerta de su despacho. Jeanne (así descubrí que se llamaba su secretaria) me miró sobre sus gafas de pasta y me hizo un gesto con la mano. Yo no quería volver a pillarlo discutiendo con su mujer, mucho menos entonces.—Adelante, está libre —me repite ella—. ¿Quieres que le avise primero? Vi como cogió el teléfono pero negué con la cabeza. Tampoco quería que pareciera que eso me importaba tanto. Golpeé la puerta con los nudillos, lo suficientemente fuerte para advertirle y que le diera tiempo colgar el teléfono si es que estaba hablando. Giré el pomo y empujé la puerta. Estaba sentado detrás de su escritorio y no debí pensar en lo atractivo que se veía haciendo sus cosas de empresario. La tela de la camisa se apretaba contra sus musculosos brazos y te
Terminamos en una pizzería en primera línea de playa, no era la primera vez que iba pero para ser pizza era algo caro. Pero estaba bien. Veíamos las olas del mar a través de los ventanales y aunque en verano estaba mucho mejor el ambiente, me gustó muchísimo aquella noche. —¿Nunca has salido del país? —me preguntó. —No. Sólo he cogido aviones para ir y venir de Arizona. —¿No había universidades allí? —se interesó. —Sí, pero ya me aburría. Vivía en un pueblo en mitad del desierto y la facultad de ciencias de la universidad estatal estaba bastante olvidada. —¿Siempre has querido estudiar lo que haces? Asentí, pero luego lo dudé. Había querido ser tantas cosas... —No tanto —admití—. Empecé queriendo estudiar ingeniería aeroespacial y astronomía, luego quise ver la rama de paleontología e historia pero en los exámenes de acceso tuve una nota superior y vi más futuro en intentar mejorar la genética que en cosas del espacio o de hace miles de años. No dejaba de mirarme, pensé que
Me desperté por la mañana, desnuda en ese sofá negro y cubierta por una manta gruesa. Tenía unas pocas agujetas pero me senté y sujeté la manta contra mi cuerpo para taparme. Mi ropa estaba ordenada sobre la mesa de centro y la chimenea seguía funcionando. ¿Y Dante? No se escuchaba nada, así que me vestí y doblé la manta antes de coger mi teléfono y descubrir los mensajes de Cindy y una llamada perdida de mi padre. Ya hablaría con ellos después. Estaba abrochándome los botones de la camisa cuando la puerta se abrió y él apareció. Iba con unos pantalones de chándal grises y sin camiseta; ¿Hacía calor de nuevo, era yo o era el calor de la chimenea? —Buenos días —dijo.—Hola. ¿Puedes llevarme a la residencia? Asintió con la cabeza pero no dejó de mirarme ni hizo nada por moverse.—¿Te estás comiendo la cabeza otra vez?Negué.—¿Por qué lo haría?—Lo hiciste la otra vez.—Era diferente. Estuve a punto de decir que sólo era un divorciado más, pero remover ese tema a Dante le afectaba,
No volví a verlo hasta pasados unos días, el jueves. Estaba haciendo de becaria como mejor se daba: con el ir y venir de cafés. Llevé un par al despacho en conjunto de contabilidad de la empresa y alguien me pasó un post-it con un número escrito y unas indicaciones.—Para el jefe.Cogí el ascensor hasta la última planta y Jeanne me recibió igual de amable que siempre.—Hola, Jeanne, vengo a traer más recados. ¿Está disponible? —Sí, le pillas justo, acaba de irse un socio. Puedes pasar.Cogí aire y golpeé en su puerta antes de girar el pomo. Estaba de pie en mitad del despacho y giró el cuello para mirarme de reojo.—Dime que no tengo más cosas hoy —me pidió.Me reí.—Te traigo un número de teléfono de contabilidad. Dicen que tienes que llamar.Resopló y estiró la mano. Le pasé el papel y sus dedos rozaron los míos. Lo vi fruncir el ceño y pegó el post-it en la madera de su escritorio. Parecía desganado, me pregunté si tenía algo que ver con su mujer.—¿Va todo bien? —me interesé—. Me
DANTE —No está queriendo firmar los papeles —me comunicó mi abogado. > No quería seguir atado a una mujer como Sophia. Era jodido porque había estado con ella siete años y la mayoría fueron años buenos; era una mujer extraordinaria cuando no se estaba follando a sus compañeros de trabajo. Yo también fui un gilipollas, le perdoné demasiado y me terminé follándome a sus amigas. Nuestro matrimonio estaba roto desde hacía tiempo. —¿Y si vamos a juicio? Me miró y sacudió la cabeza. ¿Por qué coño no los firmaba? —¿De verdad quieres remover todo esto y que se haga público todo? No te conviene meterte en una pelea de juicios. Sus abogados saldrán con tus antecedentes. Resoplé. Había amado a Sophia pero había estado a punto de joderme la vida. Era una buena manipuladora hasta con lo que yo sentía. —¿Entonces? Han pasado ocho meses. —Deja que piense otra estrategia para que los firme por voluntad propia. Lo resolveremos. —Eso espero porque por algo te he contratado a ti. Haz b
Me quedé en casa de Dante hasta que se hizo de noche, hasta que sacó unas pizzas de su congelador y las metió en el horno. Haber pasado el día juntos me estaba gustando, era mucho más de lo que yo había hecho con algún exnovio. A mitad de nuestra cena, Cindy me llamó y Dante estuvo mirándome mientras hablaba con ella. —He llamado, podemos ir mañana por la mañana a ver un par de apartamentos. ¡Qué emoción! Me hizo reír. —Vale. Estaré de vuelta en un rato. Te veo luego. —¡Adiós! Dejé el teléfono sobre la isla, los pies me colgaban del taburete y los balanceé. —Puedes dormir aquí —me dijo. Me sorprendió, ¿estábamos ya en ese punto? Lo sopesé bien. Sabía que vivía solo, que nadie entraría y nos vería solos. Dante me gustaba, empezaba a hacerlo demasiado y había llegado a pensar que quizás debería frenarlo un poco. Pero era joven, ¿por qué no? Quería vivir intensamente las cosas mientras duraran porque sabía que muchas cosas no eran para siempre. —¿Vas a madrugar para llevarme p
El lunes, entre clase y clase llamé para solicitar visitar los apartamentos que quedaban, supuse que el sábado volvería a ser un día de visita. Después de estar dos horas en el laboratorio pasé por la residencia para quitarme el chándal y verme decente antes de partir a la empresa. Había llovido un poco y eso limpió un poco el coche. De todos los que había en el garaje de la empresa, el mío, era el peor y el más feo, pero también sería el más barato y para lo que lo usábamos Cindy y yo nos iba de perlas. No salí ni del ascensor cuando Jerry me llamó y atravesé hasta su despacho.—Llama a Jeanne o sube, tiene que darte unos papeles con información de una reunión social.Así que no salí del ascensor, pulsé el botón de la última planta y subí. No había visto el coche de Dante y Jeanne me confirmó que no estaba.—Si buscas a Dante no ha llegado aún, no sé si vendrá hoy.—No, Jerry me manda aquí. Dice que tienes unos papeles para él. Se le abrieron los ojos tras los cristales gruesos de