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Leí un par de cosas por internet, y yo ya sabía que intentar un embarazo podía tardar meses, incluso años; pero no sé si era por nuestras ganas o por algún tipo de genética, porque un mes después ya no me bajó la regla y empecé a sentirme mal.

Dante era observador, no me quitó el ojo nunca y aunque me hubiera gustado que fuera una sorpresa al menos para él, a la mínima que tuve nauseas él ya estaba llevándome al hospital privado.

Me tumbé en la camilla y me levanté el jersey. No parecía que tuviera nada y me revolví cuando la doctora me echó un gel frío por toda la tripa. Dante me cogió la mano, sentado a mi lado en el borde de una silla mirándome con una fijación determinada. Le sujeté con la misma fuerza.

—Sí —dijo la doctora—. Estás embarazada.

Y todo cambió. Hasta el trato que Dante me tenía cambió. Se volvió mucho más protector, mucho más suave cuando me tocaba y si ya me cuidaba antes, entonces lo empezó a hacer aún más. Quería dármelo todo, todas las comodidades, todo lo que ne
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