DANTESu padre llamó al día siguiente, Maya todavía estaba dormida así que cogí su teléfono. Me lo temí.—He visto lo de esa revista —dijo.—No era ella —dije de mala gana. Era temprano, ¿iba a soportar esas gilipolleces todos los putos días?—Lo sé. Reconozco a mi hija. Sólo llamaba para ver si ella estaba bien.Salí de la cama y le subí la sábana hasta el cuello. Ella ni se movió, dormía mucho más con la excusa del embarazo. Bajé a la cocina con su teléfono.—No lo sabe. No quiero que se entere.—Vale, me parece lo mejor —aceptó.—¿Vas a hacer algo? —Estoy en ello.La línea se quedó en silencio y escuché como Maya me llamaba, no tardaría en aparecer por la cocina. Me despedí de su padre y dejé su teléfono sobre la encimera. Apareció en pocos segundos, cuando preparaba la cafetera. Me regaló una sonrisa y arrastró los pies hasta mi lado.—Hola —murmuró con la voz adormilada.Estiré el brazo para que se acobijara a mi lado. Se dejó caer en mí con los ojos cerrados.—Hola. No tenías
—Ha tenido un accidente con el coche. Está en el hospital. Recibir una llamada así de la policía casi me hizo vomitar. Iba en pijama y sólo me molesté en ponerme un abrigo por encima y unas zapatillas para conducir. Tenía el corazón en la garganta, me empujaba las ganas de vomitar y de llorar. ¿Un accidente? Me temblaban las manos mientras conducía e intenté relajarme, llovía demasiado, la tormenta era dura y no podía permitirme tener otro accidente yo también. Frené en un STOP más tiempo de la cuenta, cogí aire y me bajé la cremallera del abrigo que me empezaba a sofocar. Bajé la mirada y al verme, conseguí mentalizarme de que no estaba allí sola. No podía alterarme tanto, ya lo dijo el médico. Fui mucho más lento pero ir despacio me desesperó y dejé el coche mal aparcado en el garaje subterráneo del hospital privado al que asistíamos. Prácticamente volé a preguntar dónde estaba y la paciencia no se me dio bien cuando tardó más de dos minutos en buscarlo y me pidió la identificaci
Supe que sus padres tenían problemas. Estuvieron viviendo en casas separadas hasta la mitad de las Navidades. Sabía también que Dante ya no se hablaba con Maggie, tampoco mucho con su madre; me lo contaron sus primas. Suspuse que ninguna familia era tan perfecta. Noche Buena fue lo más incómodo del mundo. Mi padre se limitó a mantener una conversación con Dalton y los hombres de la familia; yo me centré más en los niños y en cotillear sobre lo que pasaría durante el resto del embarazo con sus primas mayores. Maggie y Dana a duras penas hablaron mucho entre ellas. Esa noche sólo quería que terminara. Noche Vieja fue mucho mejor. Mi padre volvió a Arizona y fue noche de amigos. Necesitaba pasármelo bien aunque fuera en casa y bebiendo agua. —Pero si ya parece que vas a explotar —me molestó Roy. —¿Y tú para cuándo vas a tener una novia formal? —le molesté—. Parece mentira que tu hermano la consiguiera antes que tú. Entrecerró los ojos y me ganó por tercera vez en el juego. Solté
El cansancio del parto me duró casi una semana entera, pero tenía a Dante, y él era una pareja increíble. Mi padre viajó, pero Dante le pagó un hotel y todas las comodidades, porque queríamos estar solos en casa. Queríamos ser sólo los tres. Gael era nuestro hijo. Revolucionó a todo el mundo los primeros meses, sobre todo a nosotros dos. Una vez nos acostumbramos a la rutina, al hecho de tener un hijo, fue todo rodado. Pero creció demasiado rápido y Dante y yo le vimos cumplir dos años.En esos dos años las cosas no cambiaron mucho, pero hice el esfuerzo de soportar a Dana porque pasaba mucho por casa para ver a su nieto. Aparté un poco el trabajo por estar con Gael, Dante también y cuando queríamos estar solos o salir de casa a algo romántico, era tan fácil a conducir cinco minutos y pedirle a Cindy que cuidara de nuestro hijo. Era una verdadera tía, una muy buena con los niños, por eso no me sorprendió que poco después apareciera con la sorpresa de que estaba embarazada. Después de
—¡Cindy! —grité y empujé la puerta de la habitación—. ¿Adivina quién tiene trabajo?Ella me miró desde su cama y bajó el teléfono. Levantó una ceja y sacudió la cabeza haciendo que su melena rubia se agitara en la coleta. Me sonrió como un payaso antes de reaccionar.—¡¿De verdad?! —gritó y saltó de su cama para abrazarme—. ¡Qué bien! Podemos empezar a buscar piso para irnos de esta residencia. Estoy harta de vivir en el campus.A mi me gustaba vivir en el campus, me gustaba el ánimo que se respiraba todos los días y el ambiente del ir y venir de estudiantes. Pero en la residencia se escuchaba todo: desde los gemidos de los del cuarto de al lado hasta las discusiones de compañeras al otro lado del pasillo. Cindy y yo hablamos de que cuando las dos tuviéramos trabajo nos mudaríamos juntas a algún pequeño piso cerca del campus. Ella trabajaba en la cafetería del campus a cambio de créditos (que le hacían falta) y de algo de dinero. Nos acogimos la una a la otra en cuanto nos conocimos
Me puse un vestido negro, de tirantes finos y ajustado con un escote en V que me sentaba bien para el pecho de tamaño normal que tenía. Me gustaba el deporte, salía a correr los fines de semana cuando me levantaba, y hacía algunas pesas en el gimnasio de la universidad. No me quejaba de mi cuerpo aunque sí de los granos que me salían de vez en cuando por el cuerpo y la cara.Me puse unas botas negras, altas y con tacón y aunque tenía el pelo liso me di unas pasadas con la plancha mientras esperaba a que Cindy terminara de meterse en su vestido rojo. Cuando estuvimos listas me tocó conducir a mi hasta CLOUT. Era una buena discoteca y estaba cerca de la playa. Tuve que aparcar a un par de calles y esperamos casi una hora para poder entrar. La música de colores me golpeó la cara y le di la mano a Cindy hasta encontrarnos un hueco en la pista. Para casi las dos y media de la madrugada ya iba algo mareada y me reía por una tontería cuando Cindy me cogió de la muñeca y me llevó hasta los b
Cuando me desperté por la mañana no sabía como sentirme. Me había quedado dormida y para entonces él ya no estaba. Era sábado y estaba lidiando con la resaca y con el hecho de que me había acostado con mi jefe, con un hombre casado. La responsabilidad de eso último no era mía, y su matrimonio no iba bien, pero... ¿Cómo pude hacerlo?Me quedé tumbada en la cama toda la mañana, sabía que tenía que ducharme pero ni si quiera una buena ducha de agua caliente pudo despejarme. Cuando volví a la habitación con el pijama puesto, ya no olía a Dante, ni a alcohol, ni a sexo. Pero Cindy estaba tirada en su cama y fue lo primero que señaló.—Aquí huele a sexo —canturreó—. Siento lo del coche. Me di cuenta de que yo tenía las llaves cuando ya me había ido.—¿Te fuíste con Logan?Sonrió y se mordió el labio como una perra en celo.—Fue increíble, mucho mejor que ese tío de la fraternidad. Supongo que es por la experiencia de la edad. Me llevó a un hotel cerca de la discoteca así que he recogido el
No sé ni por qué lo hice pero me roqué frente al espejo del ascensor. Paré cuando me di cuenta de la tontería que eso era. Llegué a la última planta, el viaje se me hizo demasiado corto y en un abrir y cerrar de ojos estaba delante de la puerta de su despacho. Jeanne (así descubrí que se llamaba su secretaria) me miró sobre sus gafas de pasta y me hizo un gesto con la mano. Yo no quería volver a pillarlo discutiendo con su mujer, mucho menos entonces.—Adelante, está libre —me repite ella—. ¿Quieres que le avise primero? Vi como cogió el teléfono pero negué con la cabeza. Tampoco quería que pareciera que eso me importaba tanto. Golpeé la puerta con los nudillos, lo suficientemente fuerte para advertirle y que le diera tiempo colgar el teléfono si es que estaba hablando. Giré el pomo y empujé la puerta. Estaba sentado detrás de su escritorio y no debí pensar en lo atractivo que se veía haciendo sus cosas de empresario. La tela de la camisa se apretaba contra sus musculosos brazos y te