No se lo conté a nadie, ni a Dante ni a Cindy. Quería olvidarlo después de mi llorera en el baño. Me había sentido como la niñata de catorce años otra vez. Por suerte la semana volvió a la normalidad y Cindy y yo tuvimos un día de chicas todo el sábado. Nos tiramos en el sofá a ver películas, comer palomitas y hacernos tratamientos faciales con mascarillas que compramos en el supermercado. —¿No estás nada nerviosa por mañana? —me preguntó, aunque casi no podía hablar por la tensión de la arcilla blanca secándose.—Un poco, pero tengo ganas de conocerlos. ¿Me echarás de menos? Yo sé que sí —bromeé.—Sí, te echaré de menos porque tengo que hacer tres proyectos y no vas a estar para ayudarme.Nos reímos.Por la noche, mientras calentábamos unas pizzas en el horno y cotilleábamos de las discusiones de los vecinos que retumbaban por toda la escalera, Dante me llamó.—¡Hola! —canturreé.Hasta Cindy se rió de mi.—Hola, guapa.—¿Qué pasa? Me recoges mañana a las diez, ¿verdad?—Sí, a no se
Caerle bien a la madre de Dante era algo que me interesaba, pero no me iba a partir el lomo por conseguirlo. No tenía que hacer un esfuerzo de más por entender que sólo estaba preocupada por las elecciones de su hijo, pero tampoco iba a aguantar a una madre que no me aceptaba después de haber lidiado con la mía.Cuando la puerta corrediza, blanca y enorme de la cocina se cerró, ella me miró con sus ojos oscuros. Era lo más parecido a Dante que tenía.Sus tacones resonaron cuando se acercó a un armario a por una botella de vino y una copa.—No quiero sonar como una bruja, pero después de lo de Sophia no quiero que Dante se enrede la vida de nuevo —dijo y yo lo entendía.—Lo entiendo. Es normal para una madre.Me echó una miradita y se apoyó contra la isla de forma más relajada, soltando un poco la pose de tenerme entre ceja y ceja.—Dante nos pidió a su padre y a mí que no te preguntáramos expresamente por tu madre.Vaya. ¿Y si lo hizo porqué ella me estaba sacando el tema?Me parecía
No sé qué esperaba al proponerle a Dante viajar a Arizona conmigo. Nada de billetes de avión, nada de ir a casa de mi padre, nada de nada. Viajamos en su avión privado y alquiló un todoterreno que condujo hasta un hotel súper lujoso. Teníamos una suite, una cama gigante para los dos, con una bañera que era jacuzzi y hasta una televisón gigante. —¿Te gusta? —me preguntó. Abrí la maleta en el suelo para guardar algo de ropa en el armario. —Hablar contigo de intentar ahorrar en alojamientos me parece ridículo. —Lo es. Puse los ojos en blanco y colgué unos jerseys en las perchas. También unas sudaderas de Dante. Giré el cuello para ver qué hacía, y no hacía nada. Estaba sentado en el borde de la cama mirándome el culo y lo dejé porque me gustaba que me mirara. Colgué su última camiseta y al dar un paso atrás me envolvió con sus brazos y nos tiró a la cama. Me reí. Dante me hacía feliz. Esperaba que mi padre lo entendiera. Sorprendentemente me dejó conducir el todoterreno, era a
—Felicidades. Sonreí contra su pecho y me froté más contra él. Tenía la piel caliente, la de todo su cuerpo desnudo pegado al mío. Me empujó más sobre él, hasta que estuve tumbada sobre su torso. —¿No es muy pronto aún? El tacto de sus dedos gruesos por toda mi piel me excitó lo suficiente para despertarme. —Es la hora perfecta. Me empujé de su pecho para sentarme en él y la sábana me descubrió desnuda. Sacó una sonrisa animal y me apretó las tetas entre sus manos. Hubiera dejado que me hiciera de todo, yo quería hacerle de todo. —¿Qué te hace pensar que tenemos tiempo? —jugueteé. Me mordí el labio. Su pene se incrustó entre mis labios y me deslicé de arriba abajo, sin penetración, como un balanceo lento y excitante. El brillo animal en su mirada me prohibía parar. —Nada. No puedo pensar nada cuando te mueves así. Sonreí y fue sólo cuestión de levantarme un poco para volver a bajar y sentir como me llenaba entera. Joder. Qué bien. El sexo con Dante era mil veces mejor de lo
Me adapté con facilidad a mi rutina en las prácticas. Eché de menos trabajar en la empresa, pero los laboratorios me apasionaban y aunque estaba rodeada de gente extremadamente seria que me sacaban como poco veinte años, me hice rápido a las órdenes, a finalizar mi proyecto de fin de carrera en un ambiente mucho mejor que los laboratorios por turnos del campus. Tenía coche, tenía mi súper todoterreno pero algunos días Dante elegía hacerme de chófer para después ir a cenar juntos. Ya no nos veíamos tanto entresemana, pero los fines de semana quedábamos con nuestros amigos y era más cómodo una vez que Cindy y Logan establecieron su relación de "solo sexo" a "vamos a conocernos mejor".Y así y a lo tonto, llegó el verano. Terminamos el penúltimo año de universidad pero yo aún estaba trabajando de prácticas en los laboratorios del acuario y Cindy seguía atendiendo en la cafetería del campus a los estudiantes que se quedaban en las residencias y a la gente que iba aun sin ser universitari
Su cumpleaños me pilló de sopetón, despierta en su cama, desnuda, y con los regalos en el apartamento. > Intenté escaparme un momento, sería rápido, ir y volver, pero Dante me sujetó con más fuerza.—¿A dónde crees que vas?—Tengo que salir un momento, volveré pronto.—No tienes que salir a ninguna parte. Es mi cumpleaños, hoy eres para mi. Hundió la cabeza en mi cuello, entre mi pelo, y me besó. Me puso la piel de gallina y me arrimó más a él. Como pude giré entre sus brazos para mirarlo, mantuvo los ojos abiertos y sonreí echándome contra él. Se tumbó de espaldas y me arrastró con él. Le alcancé los labios para fundirnos en un beso—Felicidades —murmuré contra sus labios.Me apretó el culo con fuerza, elevándome sobre su cuerpo desnudo para volver a girarnos y ponerse encima de mi. Su desnudez me rozó por completo y levanté la pierna por su costado, empujándolo más cerca. Sólo tuvo que hacer un movimiento ligero para restregarme su erección matutina por la entrepierna.—
Nuestros planes salieron como la seda, aunque quizás no pasaron dos años y fue un poco antes. Tras mi graduación empecé a trabajar en el acuario por las mañanas, de ocho de la mañana a dos de la tarde de lunes a jueves. Tenía tres días libres y como Cindy trabajaba los viernes, yo me quedaba sola en el apartamento dedicándome mi tiempo. Estuve en esa rutina un año entero a pesar de que Dante tras mi graduación ya empezó a tantearme para que me fuera a vivir con él. Yo aún quería algo de tiempo antes de meterme en su casa así que lo dilaté todo ese año. Pero llegó el momento, y antes de parpadear ya estaban mis cosas en su casa, mi ropa ocupando parte de su armario y mis botes de champú, mis cremas y mis cuidados ocupando la mayor parte de los estantes del baño.El prímer día juntos fue movido, me sentí muy diferente pese a que ya pasaba allí mucho tiempo antes de vivir juntos.—¿Todo bien? —me preguntó con su voz tan calmada. Me apartó el pelo de la cara y me devolvió la sonrisa que
Leí un par de cosas por internet, y yo ya sabía que intentar un embarazo podía tardar meses, incluso años; pero no sé si era por nuestras ganas o por algún tipo de genética, porque un mes después ya no me bajó la regla y empecé a sentirme mal.Dante era observador, no me quitó el ojo nunca y aunque me hubiera gustado que fuera una sorpresa al menos para él, a la mínima que tuve nauseas él ya estaba llevándome al hospital privado.Me tumbé en la camilla y me levanté el jersey. No parecía que tuviera nada y me revolví cuando la doctora me echó un gel frío por toda la tripa. Dante me cogió la mano, sentado a mi lado en el borde de una silla mirándome con una fijación determinada. Le sujeté con la misma fuerza.—Sí —dijo la doctora—. Estás embarazada.Y todo cambió. Hasta el trato que Dante me tenía cambió. Se volvió mucho más protector, mucho más suave cuando me tocaba y si ya me cuidaba antes, entonces lo empezó a hacer aún más. Quería dármelo todo, todas las comodidades, todo lo que ne