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—Felicidades.

Sonreí contra su pecho y me froté más contra él. Tenía la piel caliente, la de todo su cuerpo desnudo pegado al mío. Me empujó más sobre él, hasta que estuve tumbada sobre su torso.

—¿No es muy pronto aún?

El tacto de sus dedos gruesos por toda mi piel me excitó lo suficiente para despertarme.

—Es la hora perfecta.

Me empujé de su pecho para sentarme en él y la sábana me descubrió desnuda. Sacó una sonrisa animal y me apretó las tetas entre sus manos. Hubiera dejado que me hiciera de todo, yo quería hacerle de todo.

—¿Qué te hace pensar que tenemos tiempo? —jugueteé. Me mordí el labio.

Su pene se incrustó entre mis labios y me deslicé de arriba abajo, sin penetración, como un balanceo lento y excitante. El brillo animal en su mirada me prohibía parar.

—Nada. No puedo pensar nada cuando te mueves así.

Sonreí y fue sólo cuestión de levantarme un poco para volver a bajar y sentir como me llenaba entera. Joder. Qué bien. El sexo con Dante era mil veces mejor de lo
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