Entre mi tercera y mi cuarta clase del día, tuve un descanso de media hora que planeaba usar para tomarme un café en la cafetería del campus, tenía el estómago revuelto y no había dejado de pensar en Dante. Estaba en los juzgados, llevaba allí toda la mañana y esperaba que fuera la última vez. Esperaba que cuando nos volviéramos a ver ya estuviera divorciado.Le mandé un par de mensajes mientras me tomaba el café y hacía algunas tareas. Ese día por la mañana salieron los listados de las prácticas de la carrera y tenía que mandar un correo electrónico a la dirección de la facultad de ciencias para pedir mi horario de tarde. Era una pena porque cuando comenzara con las prácticas debería dejar de trabajar en la empresa. Echaría de menos ser becaria.Dante no me respondió nada, pero me llevé una sorpresa cuando descubrí que me estaba esperando fuera de mi facultad al terminar las clases. Vi su coche, su todoterreno, pero me bastó para que el corazón me pegara un brinco. Me lancé al asient
¿Mi madre? —¿Mi madre? ¿Cuándo? ¿Por qué? Me apretó con más fuerza la pierna por si se me ocurría huír. ¿Huir a dónde? ¿Huir como lo hizo ella? —No quería joderte el resto de las vacaciones. —Maya... —me murmuró en voz baja. Yo negué de lado a lado. No podía—. Sólo te lo he dicho porque debes saberlo, no quiero ocultarte nada más y mucho menos esto. Hacía demasiado que dejé de fantasear con el regreso de mi madre, creo que sólo lo hice los primeros meses de su asencia. Era tarde, jodidamente tarde. —No será ella. Se habrán equivocado —dije e intenté levantarme. ¿Con qué cara aparecía después de casi ocho años? —¿Quieres creer eso? —Quiero creer que no tiene la poca vergüenza de aparecer ahora. Cogió aire. A medida que el avión avanzaba dentro de las tormentas del norte del país, empezó a hacer frío y Dante nos tapó con una manta. O me tapó a mi para tenerme enrollada en la tela y que no escapara de esa conversación que jamás esperé tener. —Si no quieres tener nada que v
Si bien mi madre me daba igual, mi padre no lo hacía. Él me había cuidado y gracias a él estaba dónde estaba. Por eso cuando el lunes por la tarde me llamó, soné un poco a tonta. Yo sabía lo que mi madre significaba para él, ni siquiera se me ocurrió decirle que ella me estaba buscando. Decidí olvidarlo. Quise intentarlo. —Becaria —me llamó Jerry—. Ya me ha dicho el jefe que el mes que viene te vas.—Tengo que seguir con mi carrera. Echaré de menos traerte cafés. Sonrió y me mandó a subirle un café. Me quedaba un mes de aquello, todavía era una mandada. A la que le subí el café, me llamaron de la recepción del vestíbulo y volví a coger el ascensor para bajar. Me acerqué a la recepción pero mucho antes de llegar me paralicé. Era ella.Habían pasado ocho años pero era ella. Era reconocible. Era mi madre.Parecía que nunca se había ido, estaba igual. Todavía le persistía el pelo largo y castaño hasta por debajo del pecho, y sus ojos castaños y grandes que tanto se parecían a los míos.
No se lo conté a nadie, ni a Dante ni a Cindy. Quería olvidarlo después de mi llorera en el baño. Me había sentido como la niñata de catorce años otra vez. Por suerte la semana volvió a la normalidad y Cindy y yo tuvimos un día de chicas todo el sábado. Nos tiramos en el sofá a ver películas, comer palomitas y hacernos tratamientos faciales con mascarillas que compramos en el supermercado. —¿No estás nada nerviosa por mañana? —me preguntó, aunque casi no podía hablar por la tensión de la arcilla blanca secándose.—Un poco, pero tengo ganas de conocerlos. ¿Me echarás de menos? Yo sé que sí —bromeé.—Sí, te echaré de menos porque tengo que hacer tres proyectos y no vas a estar para ayudarme.Nos reímos.Por la noche, mientras calentábamos unas pizzas en el horno y cotilleábamos de las discusiones de los vecinos que retumbaban por toda la escalera, Dante me llamó.—¡Hola! —canturreé.Hasta Cindy se rió de mi.—Hola, guapa.—¿Qué pasa? Me recoges mañana a las diez, ¿verdad?—Sí, a no se
Caerle bien a la madre de Dante era algo que me interesaba, pero no me iba a partir el lomo por conseguirlo. No tenía que hacer un esfuerzo de más por entender que sólo estaba preocupada por las elecciones de su hijo, pero tampoco iba a aguantar a una madre que no me aceptaba después de haber lidiado con la mía.Cuando la puerta corrediza, blanca y enorme de la cocina se cerró, ella me miró con sus ojos oscuros. Era lo más parecido a Dante que tenía.Sus tacones resonaron cuando se acercó a un armario a por una botella de vino y una copa.—No quiero sonar como una bruja, pero después de lo de Sophia no quiero que Dante se enrede la vida de nuevo —dijo y yo lo entendía.—Lo entiendo. Es normal para una madre.Me echó una miradita y se apoyó contra la isla de forma más relajada, soltando un poco la pose de tenerme entre ceja y ceja.—Dante nos pidió a su padre y a mí que no te preguntáramos expresamente por tu madre.Vaya. ¿Y si lo hizo porqué ella me estaba sacando el tema?Me parecía
No sé qué esperaba al proponerle a Dante viajar a Arizona conmigo. Nada de billetes de avión, nada de ir a casa de mi padre, nada de nada. Viajamos en su avión privado y alquiló un todoterreno que condujo hasta un hotel súper lujoso. Teníamos una suite, una cama gigante para los dos, con una bañera que era jacuzzi y hasta una televisón gigante. —¿Te gusta? —me preguntó. Abrí la maleta en el suelo para guardar algo de ropa en el armario. —Hablar contigo de intentar ahorrar en alojamientos me parece ridículo. —Lo es. Puse los ojos en blanco y colgué unos jerseys en las perchas. También unas sudaderas de Dante. Giré el cuello para ver qué hacía, y no hacía nada. Estaba sentado en el borde de la cama mirándome el culo y lo dejé porque me gustaba que me mirara. Colgué su última camiseta y al dar un paso atrás me envolvió con sus brazos y nos tiró a la cama. Me reí. Dante me hacía feliz. Esperaba que mi padre lo entendiera. Sorprendentemente me dejó conducir el todoterreno, era a
—Felicidades. Sonreí contra su pecho y me froté más contra él. Tenía la piel caliente, la de todo su cuerpo desnudo pegado al mío. Me empujó más sobre él, hasta que estuve tumbada sobre su torso. —¿No es muy pronto aún? El tacto de sus dedos gruesos por toda mi piel me excitó lo suficiente para despertarme. —Es la hora perfecta. Me empujé de su pecho para sentarme en él y la sábana me descubrió desnuda. Sacó una sonrisa animal y me apretó las tetas entre sus manos. Hubiera dejado que me hiciera de todo, yo quería hacerle de todo. —¿Qué te hace pensar que tenemos tiempo? —jugueteé. Me mordí el labio. Su pene se incrustó entre mis labios y me deslicé de arriba abajo, sin penetración, como un balanceo lento y excitante. El brillo animal en su mirada me prohibía parar. —Nada. No puedo pensar nada cuando te mueves así. Sonreí y fue sólo cuestión de levantarme un poco para volver a bajar y sentir como me llenaba entera. Joder. Qué bien. El sexo con Dante era mil veces mejor de lo
Me adapté con facilidad a mi rutina en las prácticas. Eché de menos trabajar en la empresa, pero los laboratorios me apasionaban y aunque estaba rodeada de gente extremadamente seria que me sacaban como poco veinte años, me hice rápido a las órdenes, a finalizar mi proyecto de fin de carrera en un ambiente mucho mejor que los laboratorios por turnos del campus. Tenía coche, tenía mi súper todoterreno pero algunos días Dante elegía hacerme de chófer para después ir a cenar juntos. Ya no nos veíamos tanto entresemana, pero los fines de semana quedábamos con nuestros amigos y era más cómodo una vez que Cindy y Logan establecieron su relación de "solo sexo" a "vamos a conocernos mejor".Y así y a lo tonto, llegó el verano. Terminamos el penúltimo año de universidad pero yo aún estaba trabajando de prácticas en los laboratorios del acuario y Cindy seguía atendiendo en la cafetería del campus a los estudiantes que se quedaban en las residencias y a la gente que iba aun sin ser universitari