19

Esa vez cuando volví por la noche a la residencia Cindy tuvo toda la razón del mundo.

—Vuelves a tener cara de tonta enamorada —se burló.

—Lo sé —admití.

Se le abrió la boca y soltó el teléfono en su cama.

—No me jodas. ¿Lo admites?

Me encogí de hombros y pasé las piernas por mis pantalones del pijama.

—Sí.

—¡Pero mírate! —chilló y saltó de su cama para estrujarme las mejillas, me tropecé yo sola y nos chocamos contra mi cama—. ¡Estás enamorada!

—¿Qué te cuente qué?

Conseguí sacármela de encima para terminar de ponerme el pijama.

—¡Todo!

En lugar de hablar de mis sentimientos hablé más del tema central en el que parecía que mi relación con Dante giraba: su divorcio. Estaba enamorada y no quería que eso fuera un secreto, no por mucho más. Seguramente Dante no tenía la misma prisa que yo porque seguramente él no sentía lo mismo.

—¿Crees que él no está enamorado de ti?

—Creo que no lo estará hasta que podamos ser sólo los dos.

Me dio un apretón y me estrechó contra su co
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