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No me desperté pronto y hubiera dormido mucho más si no hubiera soñado con él, creo que sólo me levanté para dejar de hacerlo. Me senté en en el borde de la cama y me froté la cara pero aún despierta seguía pensando en su voz. Estaba siendo una tonta.

—¿Maya? —mi padre llamó a la puerta y la abrió un poco, asomándose.

—¿Qué?

—Te buscan fuera.

No me quedaban amigos allí, me distancié de todos al irme a Chicago pero sí que era verdad que cuando pasaba las Navidades en casa, a veces, cuando iba bien, salía con algunos compañeros del instituto sólo porque de otra forma nos moríamos del asco.

No tenía ganas de lidiar con nadie, pero metí los pies en mis zapatillas mullidas de casa y me até el pelo en una coleta para estar ligeramente decente, no es que me importara mucho pero no podía ir por ahí con cara de lamento porque me había roto el corazón yo misma al aceptar un trío amoroso con un hombre diez años mayor.

Mi padre me siguió, la única forma de entrar en casa era por el taller y
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