Capítulo 3.- No quiero hacerlo.

OLIVER GEACOMAN

— ¡No quiero hacerlo!— Grito furioso.

Estoy caminando como león enjaulado en mi oficina, mi abuelo, Rodrigo Geacoman se mira desesperado pero no creo que lo esté más que yo.

—Tranquilízate Oliver, tranquilízate, esto es algo que ya sabías desde hace mucho tiempo, no entiendo por qué te pones así, ya es hora que  dejes de lado el libertinaje y formes una familia. No es bueno andar de cama en cama.— Afirmó seguro de lo que decía.

Me da risa su cinismo.

— ¿Por qué me pongo así?— le pregunto sarcástico— puede ser tal vez porque tú estás eligiendo con quién me voy a casar, cuándo y todo esto como una especie de jueguito.

—No —contestó mi abuelo seguro de su respuesta— no es un juego, tú aún eres muy joven y no sabes de la vida, además te estoy dejando decidir.

—Por Dios abuelo ¡¡tengo treinta y cinco años no soy un niño!! Yo puedo tomar mis propias decisiones.

—No referentes a mi empresa, no puedes si quieres ser Ceo permanente en la multinacional Geacoman, si lo deseas tendrás que acceder.

—Entonces ¿de qué sirve mi preparación? ¿De qué sirve mi… mi inteligencia?— estaba trabado de frustración.

—Me niego.

—Entonces toma tus cosas y lárgate— dice el viejo tajante.

—No puedes hacerme esto abuelo, soy el único que se encarga de todo.

—Sí porque Esteban no se ha querido meter, pero el momento en que eso suceda, puede que todo cambie.

—No me puedes estar amenazando con dárselo a mi primo— Definitivamente mi abuelo se había vuelto loco.

—Mira aquí la decisión es tuya, pero las condiciones las pongo yo, para ser el director general de la multinacional tengo dos condiciones, que tengas treinta y cinco años y que te cases con una de las hijas de Leonel Carpio y mínimo dures un año en ese matrimonio.

Rodrigo Geacoman se levantó de la silla y se fue no sin antes decirme:

 —Nos vemos aquí a las 7 en punto, ya sabes que odio llegar tarde.

****

Tenía tiempo que no discutía con mi abuelo, pensé que con el paso de los años esa estúpid* idea de arreglar el matrimonio… ¡mi matrimonio! se le quitaría de la cabeza, por lo visto estaba completamente equivocado.

Aunque estoy negado ante la idea de casarme con una completa desconocida, aquí me tienes puntual y guapo, presente e imponente, porque es algo que no puedo evitar, esperando a mi abuelo para ir a presentarnos a la casa de la familia Carpio. Incluso si este matrimonio no aporta ningún beneficio a la empresa. Por eso no lo entiendo.

Al llegar a la mansión de la familia Carpio me doy cuenta que es una construcción muy antigua, sabía que esta familia tenía varias generaciones de riqueza, no me admiro ya que  mía también tiene muchas generaciones de riqueza pero creo que mínimo serán mujeres educadas y refinadas.

Llegamos a la entrada para que una persona de servicio abriera la puerta y nos indicará el lugar, pero  a medio pasillo escucho susurros a lo lejos en otra dirección, me intereso de inmediato, no hay mejor manera de saber cómo son las personas realmente, que escuchar lo que dicen cuando se creen solos.

— Abuelo iré al servicio, ve adelantándote —él asiente y continúa el camino indicado por la servidumbre.

Cada vez me acerco más y más a esa puerta en la de la que salen voces y comienzo a escuchar claramente.

—No quiero hacerlo —es una mujer, es una muchacha, la voz se escucha de alguien joven pero segura de lo que dice. ¿Quién  de las dos Carpio será?

— Escúchame bien Evelia, me importa muy poco lo que tú quieras ¿entendiste?

— Se llama Evelia— me  digo para recordarlo después.

— Entiende está mi hermana solo déjame ir. — Me pregunto a dónde querrá irse.

El sonido como de un silbido llegó a mí y de pronto ¡Paz! Se estampó en algo más, escucho un pequeño quejido, muy leve pero no puedo asegurar que no haya sido el chillido de alguna puerta al abrirse.

Quiero acercarme y abrir la puerta, doy unos pasos más en esa dirección, pero alguien toca mi hombro deteniéndome.

—Señor Oliver, un placer conocerlo— me saluda una mujer de edad avanzada, delgada, menuda y hasta cierto punto podría decir qué tímida ya que su mirada rara vez deja el suelo.

— Mucho gusto ¿usted es? — pregunto ya que no tengo ni la más remota idea que quién sea ésta mujer.

— ¡Oh sí! soy Cecilia Carpio, esposa de Leonel Carpio, mucho gusto —la mujer se puso un poco nerviosa pero continuó— la recepción está por el otro pasillo permítame guiarlo y llevarlo al lugar donde será atendido.

Mi instinto me indicaba que debía entrar a esa oficina ¿qué había sido ese silbido? pero la mujer que me acompañaba me jaló discretamente hacia el otro lado, no podía negarme tendría que averiguar esto después.

Al entrar al comedor veo a mi abuelo sentado a un lado de una silla vacía, frente a él se encuentra una chica que me da la espalda, ella tiene el cabello lacio y rubio, se ve delgada y joven.

Me pongo de lado de mi abuelo ya que quiero ver a las dos chicas a la vez, necesito estudiar sus reacciones.

— Señor Geacoman le presento —dijo la señora Cecilia — a la menor de mis hijas ella es Adriana Carpio.

La chica tranquilamente se levantó con unos movimientos que parecían una especie de danza, de manera lenta y tranquila.

—Mucho gusto señor, espero que la velada sea de su agrado.— Inmediatamente después se volvió a sentar en la silla.

—Mucho gusto — dije sentándome a la par que mi abuelo.

Un instante después quedo impactado, en la puerta de la entrada se encuentra Leonel Carpio, el patriarca de esta familia, pero eso no es lo que llama mi atención, sino la chica que lo acompaña ese rostro angelical y esos ojos color gris eran los que no había podido sacar de mi cabeza durante días.

Desde que en el centro al caminar  a una tienda de ropa exclusiva, una chica sorpresivamente me había embestido, solo había sido un instante, una fracción de un segundo, el que sus ojos y los míos habían conectado, pero a partir de ese momento no los pude sacar de mi cabeza.

Algo dentro de mí me decía que yo los conocía y que tenía que saber más, y me doy cuenta que era ella ¿qué hacía corriendo en medio de la calle como si fuera una vagabunda?

Aunque  había pensado que esta cena sería aburrida, cada vez tengo más incógnitas por resolver.

Decido en ese momento que tengo que saber ¿qué sucede con esa chica?

La cena transcurre con normalidad, hasta que sale el tema que  nos tiene aquí reunidos.

— Entonces, ¿Cómo decidirá esto? — comenta Leonel sin poder evitar sonar un poco ansioso.

— ¿Qué cosa? —Pregunto inquieto ante la presión.

— Con cuál de mis hijas se casará.

— Déjalo cenar padre— dice la chica que había llegado con él.— Has esperado más de una década, unos minutos mas no te matarán.

A diferencia de Adriana, no me la habían presentado, pero reconozco su voz, es la misma de la oficina. Me recuerdo que se llama Evelia.

Ella inmediatamente después sonríe amablemente, al darse cuenta que había hablado sin pensar.

— Eve…— Leonel se detiene pero lo veo que instintivamente mueve su mano a su cadera como si estuviera buscando algo que no encuentra.

— Pues quiero saber algo de ellas. — comento paciente.

Evelia hace un gesto como si no le importara en absoluto lo que acabo de decir y Adriana mira en busca de aprobación a su padre, quien asiente discretamente, pero noto el movimiento.

— Soy muy buena en las labores que corresponden a administrar un hogar, sé pintar, coser y bordar, además por supuesto de saber cocinar. — Sin decir nada más se mantiene en silencio conforme con lo que ha dicho.

Yo asiento incrédulo de lo  que ha dicho, no sé si estamos en el año mil ochocientos o en el siglo veintiuno, los movimientos de Adriana son todos calculados y en ningún instante me ha visto a los ojos.

En cambio Evelia, me mira y dice directamente:

— Ella es perfecta, si te casas con mi hermana serás completamente feliz, créeme.

—¿Eso es sobre ti? — Le pregunto curioso ante su actitud, la bipolaridad de ambas es refrescante, una intenta ser perfecta y la otra, bueno  la otra intenta sólo existir.

— Si— Asintió firme— Básicamente ella es todo lo que no soy, así que si, es sobre mí.

Evelia continuó comiendo con  tranquilidad mal disimulada, ya que los bocados eran grandes que apenas y cabían en su boca.

La cena transcurrió con la misma dinámica, Adriana diciendo lo que se suponía debía decir y Evelia todo lo contrario hasta que llegó el momento de decidirme.

— Oliver, es momento que digas ¿con quién te casaras?— Dice mi abuelo, el tiempo se me había terminado.

Me quedo en silencio, Adriana es prácticamente perfecta el tipo de mujer que quiero tranquila, sin altibajos, no altera el ecosistema en el que se encuentra, es pacífica.

Pero en ese momento noto, que en el vestido de Evelia comienza a verse un rastro de algo rojo en el costado  contrario a su padre, algo que sólo puedo ver por el ángulo en el que me encuentro ¿qué es lo que se mira?  Quiero acercarme, pero por más que lo intento no puedo ver… hasta que se hace más evidente, es sangre, este tipo lo que hizo antes fue golpearla, el muy bastard0.

Me lleno de ira ante lo que veo, ese maldito que se decía su padre era un carroñero que lo único que podía hacer para hacerse escuchar era dar golpes, aprieto mis puños ante el deseo de regresarle cada uno de los golpes que ha dado, «no voy a permitir que vuelva a tocarla, no si yo puedo evitarlo».

Sin pensarlo más sólo digo.

— Evelia, me casaré con Evelia.

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