Capítulo 6.- La señora Geacoman

EVELIA CARPIO

La puerta se cierra los extraños y visitantes se van, eso quiere decir que este infierno vuelve a estar despierto, y todos obtendremos lo que él considere justo.

El hombre perfecto que Leonel finge ser, queda sustituido por la versión real, el demonio domador de esta casa.

—Cecilia — dice el firme provocando que mi madre pegue un pequeño brinco de anticipación ante cualquiera que sea su solicitud — ve y prepárame un baño, voy a tener una conversación privada con mis hijas, no quiero que molestes ¿entiendes?

Mi madre abrió los ojos pero nunca levantó la vista, estaba sorprendida pero, como si no supiera lo que iba a venir solo asintió, se dio media vuelta y comenzó su camino directamente a donde le había indicado Leonel.

— A mi hermana ¿para qué la quieres?—  pregunto porque sé perfectamente para qué me quiere a mí, cada uno de los comentarios que hice esta noche eran con un propósito que malditamente no cumplí, pero ella se comportó perfecta, como él siempre había exigido en ambas.

—  Eso es algo que sabrás llegado su momento, síganme. — Ordenó implacable.

Leonel Carpio, el monstruo, como me gusta llamarlo, comenzó a caminar tranquilamente por un pasillo que él había mantenido particularmente aislado tiempo atras.

«No entiendo qué hago aquí y mucho menos que hace mi hermana aquí» Pienso confundida.

Leonel saca una llave y abre una puerta invitando a que ambas pasemos, Adriana me mira solo un instante antes de caminar resignada con la cabeza gacha en dirección a la habitación y yo la sigo, no vale la pena resistirme, sé que sería inútil en este momento.

Al entrar me encuentro una habitación completamente vacía con las paredes pintadas de un tono gris dándole un aspecto lúgubre, pero algo llama mi atención en el fondo en una esquina se encuentra el mismo guardia que me encerró en la habitación anteriormente, el mismo que me había encontrado y regresado a éste clavario, eso no era muy buena señal y eso me pone en alerta.

— ¡Amárrala!— dijo Leonel yo rápidamente volteo para identificar de quién habla si de mi hermana o de mí, pero todo sucede demasiado rápido para que pueda hacer algo al respecto.

El hombre me toma por los brazos y me amarra a una especie de esposa de cuero que se encuentra anclada a la pared.

Los agarres están colocados de manera que me encuentro pegada de espalda a la pared con mis brazos abiertos y después aunque lo pateo una y otra vez, no consigo tener más fuerza que él y me inmoviliza las piernas también, dejándome completamente indefensa ante cualquier ataque.

— Avanzaste —le digo al monstruo, tratando de evitar que se note en mi voz el pavor que siento recorrer mis venas— antes de irme no tenías estos juguetitos.

No quiero quejarme pero la herida de la costilla me está matando y me doy cuenta que tengo sangre en el vestido, espero nadie lo haya notado.

Lamentablemente todo esto sucedió, porque saben que tengo dos hijas, así que tenías que estar aquí como la hija abnegada y complaciente que se supone que eres, si no, no te habría capturado.

Leonel recibe de parte del guardia una tela larga con algo adentro con peso como si fuera un calcetín alto con algo dentro una bola tal vez.

Inesperadamente lanza un golpe con eso y le da en el estómago a Adriana, provocando que ella grite de manera desgarradora.

—¡¿Por qué le pegas?!— grito desesperada por lo que estoy mirando— ¡quien no te obedeció fui yo!— Comienzo a jalar de los agarres en un intento de liberarme para proteger a mi hermana.

—¡Cállate!— me dice el monstruo, para después dirigirse a Adriana— tantos años Adriana tantos años de entrenamiento y de enseñarte para que venga esta estúpida y te arranque un instante antes tu futuro, nuestro futuro.

Adriana estaba encogida por el dolor del estómago ya había comenzado a llorar entre sollozos le decía: lo siento papá, lo siento, perdona...

—Más lo siento yo —le respondió él, quien después de darle una pequeña caricia en el rostro como gesto de consuelo a mi hermana, volvió a tomar impulso y le pegó de nuevo esta vez en la espalda.

— ¡Por favor no lo hagas!— suplico— yo soy quien se comportó mal, yo soy quien no te obedeció, ¿Por qué la golpeas a ella?  No tiene la culpa— le grito desesperada, intentando liberarme de los agarres que tenía en las manos y en las piernas, todo inútilmente.

— La situación es Evelia — Leonel aclara — que en este momento ya no puedo golpearte, tengo las manos atadas si quiero corregirte, porque fuiste elegida,— el tono de desprecio en su voz era notable—  pero todos y cada uno de tus comentarios imprudentes y maliciosos me los tengo que cobrar, y como tu hermana te ama — dijo — ella recibirá cada uno de los golpes en tu nombre.

— ¡No puedes golpearla!— grito desesperada

Tú eras solo un requisito del idiot* de Rodrigo, quien siempre me preguntó por ti, solo debías estar ahí sin interferencias,  sólo hacer acto de presencia para que Adriana fuera elegida, pero tenías que salir con tus estupideces y arruinarlo todo.

— Para manipularla ¿verdad? Por eso querías que fuera ella.—  le grito llena de furia.

En ese momento él lanza otro golpe a mi hermana dándole en uno de los hombros ella solo grita de nuevo arrinconada en una de las esquinas de la habitación.

— Sigues sin aprender a guardar silencio Evelia, sigues sin entender quién tiene el poder.

En ese momento supe que tenía que quedarme callada, si no mi hermana sufriría las consecuencias y no estaba dispuesta a eso.

«Por lo visto se tiene sobrevalorado» pienso, porque me aguanto  el deseo de decirle sus verdades, no quiero que mi hermana reciba más golpes «se cree un Dios caído del Olimpo, el estúpid0 bastard0, cobard3 que me tocó por padre» pienso.

—Lastimosamente quién le gustó fuiste tú, ¿de qué querría hablar contigo Evelia? ¿Qué querría decirte? —  se mantuvo pensativo un momento y después sonrío mirandome directamente a los ojos —  tal vez quería decirte que vas a estar con su abuelo en lugar de con él.

Una risa asquerosa brotó desde el fondo de su pecho, haciendolo perder el aliento en cierto momento. Realmente estaba disfrutando con esa idea.

«Asqueroso» pensé sin dejarme llevar por mi instinto de lucha.

—Imagínate tener a los dos Geacoman conocidos, porque sé que está otro por ahí pero ese no tiene tanta relevancia, porque siempre se mantiene oculto como un ermitaño — dice con desprecio restandole importancia al que no conoce, ya que él no le serviría— pero los dos tanto el viejo como el joven a los pies de una Carpio, sería maravilloso de ver. —  El pecho se le inchó notablemente con lo que solo él sabia que habitaba en su cabeza.

«No voy a permitir que me haga caer de nuevo en sus juegos, y que mi hermana salga lastimada, me mantendré en silencio todo el tiempo que pueda» Pensaba frustrada ante toda esta situación.

«No digas nada, no digas nada, no digas nada» me decía una y otra vez, tratando de opacar la voz de ese hombre y dejar de escuchar las cosas tan absurdas que decía el monstruo.

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