Antojos
El día había pasado volando.

Maximiliano no había tenido un solo momento libre.

Entre reuniones con inversores, ajustes en los planos de la construcción y la interminable burocracia del hospital, su tiempo se había evaporado sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Las cosas estaban avanzando mucho más rápido de lo que esperaba.

Eso, en teoría, debería hacerlo sentir satisfecho.

Pero no lo estaba del todo.

Su mente seguía volviendo a lo mismo.

Ariadna.

El recuerdo de la mañana en la ducha seguía quemándole la piel.

La sensación de su cuerpo contra el suyo.

El sabor de sus labios.

El sonido de su voz gimiendo su nombre.

Maximiliano se pasó una mano por la nuca con frustración.

Ella no había vuelto a mencionarlo.

Ni un comentario, ni una indirecta. Nada.

Y eso lo jodía más de lo que quería admitir.

Suspiró profundamente mientras esperaba en el banco.

El gerente finalmente se acercó con un sobre negro y lo dejó sobre la mesa.

—Aquí está la tarjeta que solicitó, señor Va
Maye Lyn

Debido a las constantes críticas sobre la actitud de Ariadna y la falta de comprensión sobre su edad y la situación en la que se encuentra, he decidido ajustar su comportamiento al de una mujer de treinta años. Aunque en la historia sigue teniendo 18, su forma de hablar, reaccionar y enfrentar los conflictos ahora reflejará una madurez mucho mayor, ya que, al parecer, la mayoría no estaba dispuesta a aceptar su proceso de crecimiento y adaptación a una vida que ella no eligió y que se escapa de su control.

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