Tres bebés

Encontraron un hotel boutique justo frente a la playa. Maximiliano hizo la reserva, y en cuestión de minutos estaban entrando en una habitación amplia y luminosa, con grandes ventanales que daban directamente al mar. Ariadna dejó su bolso en la cama y, sin perder tiempo, tomó el bikini y se dirigió al baño para cambiarse.

Maximiliano se quedó en la habitación, tratando de distraerse con la vista, pero sabía que no podría concentrarse en nada hasta que ella saliera. Cuando finalmente lo hizo, él se quedó sin palabras.

El bikini rojo ceñía su cuerpo de manera perfecta, resaltando cada curva. Ariadna caminó hacia él con cierta timidez, pero de igual modo lo dejaba sin aliento, y Maximiliano no pudo evitar mirarla de arriba abajo, sintiendo cómo el deseo lo invadía por completo.

—¿Te gusta? —preguntó ella, con una sonrisa tímida que lo dejó aún más perdido.

Maximiliano se acercó a ella, su voz gruesa y cargada de deseo cuando respondió:

—¿Puedo comerte ahora? Por favor, dime que sí. Recla
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