Eras tú, no Aisha

La mesa estaba servida con elegancia, pero lo que más destacaba era la enorme bandeja de sushi frente a Ariadna. Había una pequeña porción para Maximiliano, pero la mayoría del sushi estaba dispuesto para ella.

No había ni una pizca de vergüenza en su expresión.

Ariadna tomó los palillos con naturalidad, sumergió un rollo en la salsa de soya y lo llevó a su boca con una satisfacción evidente. Cerró los ojos brevemente mientras el sabor se expandía en su paladar y luego suspiró con un placer tan genuino que Maximiliano no pudo evitar notarlo.

—Eso es un verdadero antojo—comentó él, observándola con una leve sonrisa.

Ariadna abrió los ojos y lo miró con tranquilidad.

—Sí, y lo estoy disfrutando. —No hubo rastro de vergüenza. Era un hecho. Estaba disfrutando de su comida, y no veía necesidad de disimularlo.

Maximiliano tomó un rollo de su porción y lo probó, asintiendo con aprobación.

—Está realmente bueno. Ricardo sabe lo que hace.

Ariadna tomó otro trozo y se permitió saborearl
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