Capítulo 31

Alimceceg no supo cómo reaccionar, pues no tenía la menor idea de lo que era la cofradía Kimek. Se quedó de pie, mirando al hombre sin desviar la mirada. Sin embargo, Tuva Eke al parecer sí sabía de qué se hablaba.

—¿Qué? —interrogó Alimceceg—. Explíqueme todo, porque no lo estoy comprendiendo.

—Los medallones pertenecían a la señora Khorgonzul y a la dama Anuska. Y sí, yo los hice. También, puedo asegurarle que las dueñas eran las líderes de las dos órdenes más poderosas de la cofradía Kimek: la orden de la grulla y la orden del águila.

Tuva Eke empezó a respirar aceleradamente. Todas las revelaciones que hacía el orfebre lo dejaban estupefacto. Sintiéndose ridículo por la vestimenta femenina, la arrancó en un solo movimiento.

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