—¿Cuándo? —comentó Hariella, manifestando molestia en su precioso rostro—. Estoy segura de que pospondrán su venida. No quiero que se coloquen a investigar mi vid y diles que ahora no estoy en el país y que si van, lo harán en vano.—Está bien, señora. Yo le estaré avisando de cualquier novedad que surja.—Otra cosa —dijo Hariella, curiosa, aunque ya había dado el mandato hace varios días—. ¿La casa que te mandé comprar, ya la tienes lista?—Por supuesto, señora. Usted ya puede disponer de ella cuando quiera —dijo Lena, orgullosa por cumplir su trabajo—. No le hace falta nada y he preparado lo necesario para un par de meses.—Bien hecho. Eso era todo. Ya puedes descansar.—Como usted ordene, señora Hariella.La llamada finalizó y Hariella dejó escapar un suspiro acompañado de una sonrisa. Se dejó caer de espaldas sobre la acolchada cama. Alzó su mano diestra y vio el anillo en su dedo. Recordó entonces la primera vez que conoció a Hermes.—“Ella es mi sueño” —dijo Hariella, repitiendo
Hermes esperaba sentado en una silla tapizada de marrón claro, en tanto miraba al lado contrario de donde estaba la cama. Aún estaba sudado y solo tenía la toalla blanca asegurada en su cintura. Varios minutos pasaron y detrás de él, percibió la presencia de su esposa, que le había dicho que se volteara cuando ella le avisara.—Ya puedes darte vuelta —dijo Hariella, avisándole.Hermes se colocó de pie y volvió la mirada hacia ella. Su torso era atlético y su abdomen se le marcaba con ligereza. El pelo castaño lo tenía despeinado y los tonificados brazos, revelaban músculos. Su vista azul oscura, se quedó viendo a la encantadora mujer que se paraba frente a él. Quedó embelesado y hechizado. La había visto desnuda muchas veces, pero sin duda, cuando vestía ropas seductoras y al estar semidesnuda, despertaba las fantasías más profundas de su ser.Hariella se había colocado un baby doll de encaje negro. La piel blanca se le detallaba de manera provocadora a través de la tela semitransparen
Les encantaba jugar cualquier deporte que se les presentara. Ya fuera tenis, ajedrez o incluso un simple partido de voleibol, siempre encontraban formas de desafiarse de forma mutua y mantenerse activos. La competencia amistosa entre ellos fortalecía su vínculo, convirtiendo cada juego en una celebración de su amor y compañerismo.Solían ir al parque y hacer picnics. Llevaban una cesta llena de deliciosos bocadillos preparados por Hariella, junto con una manta grande donde se acomodaban. Bajo la sombra de los árboles, disfrutaban de la comida y de la compañía del otro, conversando sobre sus sueños, planes y todo lo que los hacía felices.Estos momentos de simplicidad y alegría eran los que más valoraban. Caminaban de la mano, observando a las familias y los niños jugar, y muchas veces se unían a las actividades, riendo y disfrutando como si fueran unos niños más. La risa de Hariella resonaba como una melodía suave, y la mirada protectora y amorosa de Hermes no la perdía de vista ni un
Hermes cambió suavemente su posición, inclinándola hacia atrás mientras él la sostenía con firmeza. Ahora, él estaba sobre ella, sus cuerpos alineados en una danza rítmica y apasionada. Cada embestida era una mezcla de fuerza y ternura, un equilibrio perfecto entre deseo y amor. Hariella arqueó la espalda, sus manos aferrándose a las sábanas, sus gemidos llenando la habitación como una melodía dulce y ardiente.En un movimiento fluido, Hermes la giró, sus cuerpos encontrándose en una nueva exploración de placer. Hariella estaba ahora de espaldas a él, su cuerpo curvándose hacia él con una entrega completa. La sensación de sus cuerpos unidos de esta manera era intensa, cada movimiento un eco de su profunda conexión emocional y física.Volvieron a mirarse, cara a cara, sus cuerpos entrelazados en una última y exquisita posición. Hermes sostenía a Hariella con una ternura infinita, sus manos recorriendo su rostro mientras se movían juntos en un ritmo lento y sensual. Sus labios se encontr
Su modelaje era una actuación, una expresión de su amor y deseo. Hariella disfrutaba de la forma en que Hermes la miraba, con adoración y lujuria en sus ojos, y esto solo la animaba a ser aún más provocativa. Se inclinaba hacia él, permitiendo que sus labios rozaran los suyos antes de retroceder, susurrando promesas de lo que vendría después. Hermes no podía resistirse a ella, y cada noche terminaba con los dos entregándose a su pasión con una intensidad que nunca disminuía.Hariella sabía cómo mantener viva la llama de su relación, usando su belleza y su confianza para seducir a Hermes una y otra vez. Su modelaje no era solo para él, sino también para ella, una manera de disfrutar de su propia sensualidad y de fortalecer el vínculo que los unía. Y cada noche, mientras se despojaban de sus ropas y se entregaban a la pasión, sabían que estaban construyendo una conexión que era tan profunda y eterna como su amor.Hermes tumbó a Hariella sobre la cama con un movimiento decidido, su deseo
—¿Qué te dijeron? —preguntó Hariella, después de que terminara la llamada.—Tal como usted predijo, han pospuesto su venida para mañana.—Era de esperarse. —Hariella se acomodó el cinturón de seguridad, entrecruzó sus brazos, sus piernas y cerró sus párpados—. Primero vayamos a mi mansión para avisar a Amelia de la visita de mis padres, para que prepare todo y luego iremos a la empresa.El día avanzó rápido y sin imprevistos. Era tarde y el rutinario ocaso ya volvía a pintar las alturas de anaranjado. Estaban en el edificio ejecutivo de Industrias Hansen.Hariella se había colocado al corriente de los asuntos de la empresa. Lena desempeñaba una excelente administración; ella era su potencial candidata para ocupar el puesto de directora para aliviar el peso de su trabajo, mientras pensaba quedarse solo como la presidenta de la poderosa multinacional. Ya había cumplido con sus tareas diarias. Las realizó con el adiestramiento, que ya había obtenido con el paso de los años de estar. Pero
Hariella llegó al anochecer al nuevo apartamento, que compartía con Hermes, quien salió de la cocina para recibirla con un cálido beso. Vestía un delantal azul, que le lucía bastante bien. Ya le faltaban unos pocos minutos a la comida, por lo que la invitó a pasar hacia el comedor.Hermes no tardó mucho y luego repartió la cena para ambos. Se sentaron a lado y lado de mesa; él a la izquierda y ella a la derecha.—¿Qué tal tu día en la mansión? —preguntó Hermes, mientras comía.Hariella se mantuvo tranquila, pero en este punto cada mentira se sentía diferente y le costaba decírselas.—Nada nuevo, lo mismo de siempre —respondió, teniendo en sus pensamientos la empresa y no su lujosa casa—. ¿Y tú?—Salí a trotar en la mañana por el parque y después estuve repasando un poco sobre finanzas —respondió Hermes, bebiendo un poco de jugo—. Lo que menos quiero es olvidar lo que aprendido.Hariella sonrió al escucharlo. Lo recordaba tan impecable el día de la entrevista y su currículo era de los m
El intenso sol comenzaba su apogeo. El viento de los grandes árboles del parque les refrescaba el rostro. Habían estado trotando desde las siete en la pista atlética del parque, después caminaban para recuperarse y luego volvían a correr. Ambos vestían ropa deportiva color negro. Una sudadera y un buzo con capucha. En esta parte no había riesgo de que la reconocieran y tampoco estaban pendientes de ellos, pues las demás personas estaban concentradas en sus ejercicios.El pecho les brincaba de la fatiga. El sudor le bajaba por la frente y humedecía sus prendas.Hariella le seguía el paso a Hermes, él lo hacía lento para ir siempre a la par. Había trascurrido mucho tiempo, que no se ejercitaba. Dejó de correr y se quedó en la misma posición para recuperar el aire.Hermes la vio y se detuvo al instante, se acercó a ella y le puso la mano en la espalda.—Ya está bien por hoy —dijo Hermes, tomándola por la cintura y ella se sostuvo por la parte trasera del cuello de él. Miraron a los alrede