Hermes cambió suavemente su posición, inclinándola hacia atrás mientras él la sostenía con firmeza. Ahora, él estaba sobre ella, sus cuerpos alineados en una danza rítmica y apasionada. Cada embestida era una mezcla de fuerza y ternura, un equilibrio perfecto entre deseo y amor. Hariella arqueó la espalda, sus manos aferrándose a las sábanas, sus gemidos llenando la habitación como una melodía dulce y ardiente.En un movimiento fluido, Hermes la giró, sus cuerpos encontrándose en una nueva exploración de placer. Hariella estaba ahora de espaldas a él, su cuerpo curvándose hacia él con una entrega completa. La sensación de sus cuerpos unidos de esta manera era intensa, cada movimiento un eco de su profunda conexión emocional y física.Volvieron a mirarse, cara a cara, sus cuerpos entrelazados en una última y exquisita posición. Hermes sostenía a Hariella con una ternura infinita, sus manos recorriendo su rostro mientras se movían juntos en un ritmo lento y sensual. Sus labios se encontr
Su modelaje era una actuación, una expresión de su amor y deseo. Hariella disfrutaba de la forma en que Hermes la miraba, con adoración y lujuria en sus ojos, y esto solo la animaba a ser aún más provocativa. Se inclinaba hacia él, permitiendo que sus labios rozaran los suyos antes de retroceder, susurrando promesas de lo que vendría después. Hermes no podía resistirse a ella, y cada noche terminaba con los dos entregándose a su pasión con una intensidad que nunca disminuía.Hariella sabía cómo mantener viva la llama de su relación, usando su belleza y su confianza para seducir a Hermes una y otra vez. Su modelaje no era solo para él, sino también para ella, una manera de disfrutar de su propia sensualidad y de fortalecer el vínculo que los unía. Y cada noche, mientras se despojaban de sus ropas y se entregaban a la pasión, sabían que estaban construyendo una conexión que era tan profunda y eterna como su amor.Hermes tumbó a Hariella sobre la cama con un movimiento decidido, su deseo
—¿Qué te dijeron? —preguntó Hariella, después de que terminara la llamada.—Tal como usted predijo, han pospuesto su venida para mañana.—Era de esperarse. —Hariella se acomodó el cinturón de seguridad, entrecruzó sus brazos, sus piernas y cerró sus párpados—. Primero vayamos a mi mansión para avisar a Amelia de la visita de mis padres, para que prepare todo y luego iremos a la empresa.El día avanzó rápido y sin imprevistos. Era tarde y el rutinario ocaso ya volvía a pintar las alturas de anaranjado. Estaban en el edificio ejecutivo de Industrias Hansen.Hariella se había colocado al corriente de los asuntos de la empresa. Lena desempeñaba una excelente administración; ella era su potencial candidata para ocupar el puesto de directora para aliviar el peso de su trabajo, mientras pensaba quedarse solo como la presidenta de la poderosa multinacional. Ya había cumplido con sus tareas diarias. Las realizó con el adiestramiento, que ya había obtenido con el paso de los años de estar. Pero
Hariella llegó al anochecer al nuevo apartamento, que compartía con Hermes, quien salió de la cocina para recibirla con un cálido beso. Vestía un delantal azul, que le lucía bastante bien. Ya le faltaban unos pocos minutos a la comida, por lo que la invitó a pasar hacia el comedor.Hermes no tardó mucho y luego repartió la cena para ambos. Se sentaron a lado y lado de mesa; él a la izquierda y ella a la derecha.—¿Qué tal tu día en la mansión? —preguntó Hermes, mientras comía.Hariella se mantuvo tranquila, pero en este punto cada mentira se sentía diferente y le costaba decírselas.—Nada nuevo, lo mismo de siempre —respondió, teniendo en sus pensamientos la empresa y no su lujosa casa—. ¿Y tú?—Salí a trotar en la mañana por el parque y después estuve repasando un poco sobre finanzas —respondió Hermes, bebiendo un poco de jugo—. Lo que menos quiero es olvidar lo que aprendido.Hariella sonrió al escucharlo. Lo recordaba tan impecable el día de la entrevista y su currículo era de los m
El intenso sol comenzaba su apogeo. El viento de los grandes árboles del parque les refrescaba el rostro. Habían estado trotando desde las siete en la pista atlética del parque, después caminaban para recuperarse y luego volvían a correr. Ambos vestían ropa deportiva color negro. Una sudadera y un buzo con capucha. En esta parte no había riesgo de que la reconocieran y tampoco estaban pendientes de ellos, pues las demás personas estaban concentradas en sus ejercicios.El pecho les brincaba de la fatiga. El sudor le bajaba por la frente y humedecía sus prendas.Hariella le seguía el paso a Hermes, él lo hacía lento para ir siempre a la par. Había trascurrido mucho tiempo, que no se ejercitaba. Dejó de correr y se quedó en la misma posición para recuperar el aire.Hermes la vio y se detuvo al instante, se acercó a ella y le puso la mano en la espalda.—Ya está bien por hoy —dijo Hermes, tomándola por la cintura y ella se sostuvo por la parte trasera del cuello de él. Miraron a los alrede
—Tu padre y yo creemos, que ya es hora de que formalices una relación —comentó Halley, sensata y adoptando un semblante más blando—. Te la pasas trabajando y no tienes tiempo para ti. Joseph Johnson es conocido de la infancia, además de ser atractivo, serio, adinerado, responsable y de una buena e ilustre familia; nosotros le damos nuestra bendición a Joseph y lo aceptaremos como nuestro yerno. ¿Quién es mejor para ti que él?Hariella observó desilusionada a su madre y luego a su padre. Pero sonrió en sus adentros al responder la última pregunta en sus pensamientos: «Hermes». En todas las decisiones, que había tomado en su vida, ellos no habían sido partícipes ni consejeros; ella misma, gracias a su intelecto, había elegido lo que era lo más adecaudo para su futuro.—Esto es lo que haremos —comentó Hariella, tenaz y aguantándose el enojo por lo que había escuchado—. Disfrutaremos de los próximos días de su estancia en esta ciudad y cuando salgamos de aquí, olvidaremos lo que estoy por
Hermes quedó atónito y confundido: ¿qué tenía que ver Hariella Hansen, la inalcanzable y multimillonaria empresaria que dirigía a Industrias Hansen? Buscó el nombre de ella en su celular, pero solo había imágenes de los diferentes edificios que manejaba la multinacional, tanto el ejecutivo como el de los variados donde se hacían el ensamble de los productos y en otros, solo artículos hablando sobre ella. Pero no había ni una sola fotografía de Hariella en el internet. Recordó solo una vez donde, en los cortos recesos, que los empleados comentaron acerca de la adinerada mujer: que era preciosa y de rostro envidiable, pero de una expresión tan atemorizante y un carácter temible, por lo que nadie se atrevía a verla directo a los ojos. Era una excentricidad y muy afortunada; ser inteligente, exitosa, hermosa y multimillonaria, sin duda, era un sueño imposible, del que muchas quisieran ocupar el lugar de ella, el de la inalcanzable magnate, que portaba un agigantado y envidiable patrimonio.
Hariella había logrado sobrellevar la visita de sus padres; pues también querían mantenerse al tanto de los negocios y la estadística de las acciones de la empresa; después de todo, eran los que la habían fundado. Tres días habían pasado, y mañana, ya podría volver con Hermes. Respiró lento. En el ascensor, iban los cinco. Joseph se había mantenido junto a ellos, no le importaba, mientras se mantuviera alejada de ella y no siguiera tratando de seducirla. Cuando las puertas del elevador se abrieron, salieron. Pero un escalofrío le recorrió las entrañas como si le hubieran congelado las extremidades por fuera y los órganos por dentro. Quedó estupefacta, inmóvil y desarmada. Sus ojos se clavaron en los de Hermes, que la veía tan sorprendido como ella. ¿Qué hacía aquí? Él no debería estar aquí; volvería al trabajo la otra semana.«Tú no debes estar aquí, Hermes. ¿Qué es lo que has hecho?», pensó, lamentándose.El pavor la devoraba, pero siguió caminando, ya no había excusa. No podía cambia