40. El reencuentro

El moderno automóvil de Hariella se estacionó en la entrada del imperioso edificio de Industrias Hansen y el chofer se adelantó para abrirle la puerta a la mujer, cuya riqueza la convertía en una de las más adineradas del mundo.

Hariella se bajó del auto con diestra elegancia y se quitó las gafas oscuras, revelando sus hechizantes ojos azules. Captó la mirada de los civiles, tanto de hombre, mujeres, adolescentes y niños que estaban en el lugar. Parecía una preciosa reina. Lena se puso a la diestra de ella, como muestra solo había una mujer en el poder, sin importar que ahora era la CEO de la empresa.

—Buenos días, señora Hariella —dijo el guardia, cuando llegaron a la moderna puerta del rascacielos, que deslizó a los lados para darle paso—. Señora Lena.

Al entrar, todos los empleados estaban ordenados en filas paralelas, formando un pasillo de personas.

—Bienvenida, señora Hariella —dijeron los trabajadores en coro y bajaron sus cabezas.

Así hicieron lo mismo en el piso de la sala de
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