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36. El regreso
Hermes cerró los párpados y soltó un suspiro. El ruido del motor del avión, apagándose, le daba señal que ya había llegado. Bajó por las escaleras y el viento le refrescaba la piel. Vestía un traje de lino negro y un abrigo elegante le cubría la ropa. Los años lo habían convertido y su experiencia vivida, le habían otorgado un aura de seguridad y liderazgo, que era acompañado por las bellas facciones de su rostro y sus ojos azules. Se había convertido en un hombre atractivo, de porte distinguido y galante. Era irresistible y hermoso, podría robar los suspiros de cualquier mujer, joven o adulta que lo viera.

—Señor, yo me ocuparé del papeleo y de las maletas, usted puede adelantarse —dijo Werner y se aproximó a la mujer, que atendía el escáner de seguridad de los equipajes.

Hermes comenzó a caminar a paso lento, en tanto observaba a los demás viajeros en el aeropuerto. Unos iban y otros llegaban. Pero su atención fue llamada por la de una familia de esposos, que hablaban con su hija y
Hernando J. Mendoza

La razón por las que los meliizos saben que Hermes es su padre, está en capítulo 30: El final. "—Hermes, ahora seremos padres, aunque tú no lo sepas —dijo ella con una linda sonrisa en su cara—. Espero el día en que puedas conocer a tu hijo. Él siempre sabrá que tú eres su papá. Lo prometo, Hermes". A pesar de ser arrogante, egocéntrica, altanera y malvada, Hariella, muy, muy en el fondo es buena. 

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