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Capítulo nueve: Los resultados del acto impulsivo.

El río los había llevado más allá de las fronteras de la ciudad. Debido a la fuerte corriente ambos batallaron por mantenerse a flote, pues Charlotte no se pudo concentrar para poder usar su magia y mantenerse arriba, sin embargo ella se había aferrado fuerte a Achecar quien la sostenía con fuerza y se mantuvo contra corriente y sofocandose debido al peso, no sólo de Charlotte sino de la capucha que siempre llevaba como la katan que ahora estaba sujeta a su cuerpo y capa. Tras un rato lograron llegar a la orilla cuando la corriente había sesado.

Al salir y tras tirarse en el suelo y respirar un poco, se miraron y notaron que se tomaban de la mano, al ver tal acción, los dos la soltaron. Charlotte se sonrojo un poco, pero noto que Achecar se veía preocupado y entristecido.

—Achecar, ¿te encuentras bien?

—¿Qué hicimos Char?

—Creo que escapamos.

—Eso parece, siempre tan torpe.

—¡Oye! Perdona por bajar a ayudarte y correr hasta llegar hasta aquí y no saber qué hacer o a donde ir.

Dijo Charlotte, quién le grito ha Achecar mientras este la miraba con serenidad.

—Solo trataba de animarte, a decir verdad, no quería molestarte.

—Yo tampoco, es solo que, no se que hacer, me siento confundida, creo que mi madre debe estar preocupada, pero no quiero volver, se que te harán daño y no quiero.

—Lo sé Charlotte—dijo abrazandola—no tendría problema en irme solo, a fin de cuentas ya soy un adulto en el cuerpo de un niño. Pero tú, no quería que vivieras lo que a mi me toco vivir.

Charlotte empezó a temblar, Achecar lo noto y antes de preguntar ella se armo de valor, tomó la rosa que ella había tomado con todas sus fuerzas y ella dijo.

—Estoy dispuesta a irme contigo, si vuelvo, mi padre me obligará a entrenar hasta que ya no pueda más, prefiero que mi maldición me trague a vivir en ese infierno, prefiero seguirte hasta donde ya no pueda moverme.

—Char.

—Por favor, llevame contigo—dijo Charlotte llorando—prefiero perder mi infancia contigo a vivirla con ellos.

Achecar apretó su katan y le dijo.

—Tienes mi espada, para protegerte y ayudarte. Te prometí que iríamos de aventura y, parece que ahora también tendremos que buscar una forma de romper tu maldición.

—Te prometo que no seré una carga. Sabes, tu me diste un año maravilloso, no siento miedo de ir a un lugar donde a pesar de que vivamos como unos adultos, estoy segura de que tendremos sueños de niños.

—Juraste con la rosa que te di.

—Sí, es un regalo sincero de tu parte, casi siempre la llevo conmigo, y veo que tu llevas la capa.

—Claro, es muy útil y de no ser por que esta mojada, te la prestaria por el frío, bueno, esta vida será como las escondidas, pero donde nunca nos deben encontrar.

—Sí.

Tomados de la mano, con la inocencia y madures, se dirigieron más allá de esas regiones, buscando un refugio donde comenzarían una nueva vida.

Por su parte, Rigar aún estaba a la espera de que su esposa mejorara. La magia de curación puede curar y restaurar heridas extremadamente graves, pero no siempre es el caso, pudo notar que Segrat se acercaba a visitar a su antigua jefa.

—¡¿A que has venido?!—dijo Rigar molesto.

—Solo vengo a ver las consecuencias de tus actos.

—Me hablas como un sabio, pero no te hagas el interesante, tenemos una edad similar.

—Pero no la misma madurez.

—¡Largate de mi vista!

—El no ira a ningún lado—dijo el guardián mágico Gigar—me parece que le advertí que si le hacía daño a su hija o algún miembro a su familia, tomaríamos el asunto en nuestras manos.

—No me hable en ese tono, ustedes deberían capturar al extranjero que rapto a mi hija.

—De hecho, no hemos encontrado rastro de ellos—Rigar se mostró sorprendido—tenemos la teoría de que el río se los llevo, que de ser cierta, ambos estarían muertos, pues la magia por muy poderosa que sea, el cuerpo es vulnerable a la naturaleza.

Rigar no podía aceptar tal hecho y simplemente dejó que se lo llevarán al darse cuenta de lo que había perdido en una noche.

—¿Es verdad lo que dijo?—preguntó Segrat preocupado.

—Por desgracia si, el reino no aprueba la violencia de género ni clasista, pero a muchos eso no les importa sobre todo en las altas esferas. La señora resultó muy herida...

En ese momento un mago sanador se acercó preguntando por Rigar, pero al no estar, Segrat se ofreció para ver a Carolina y de paso ver si podría soportar la noticia. Al entrar la vio con un sistema similar a la transfusión de sangre, como con hologramas que mostraban sus signos vitales. En un principio Segrat se pensaba retirar a ver a Carolina domida, pero antes de irse ella lo llamo.

—Segrat, no se vaya, se lo pido—le dijo con voz tan débil que parecía un susurro.

—Señora, solo vengo por respeto a su persona, pero ya no pertenezco a su guardia.

—Mi esposo ¿dónde esta?—dijo Carolina con débil voz.

—El... Usted conoce las leyes.

—Ya veo, ¿y mi hija?

Segrat le explico lo ocurrido y la teoría que le contó Gigar.

—No lo esta, ella se fue con ese chico, se que el no va a permitir que algo malo le pase—unas lágrimas rodaron.

—Señora.

—Siempre pensé que ese día sucedería—dijo Carolina llorando— pero con una gra fiesta y a una edad adecuada, ¡no así! Pero me alegro. Se lo dura que es la sentencia de mi esposo, y a pesar de todo, yo también soy dueña de mi casa y, me podrías hacer el honor de ser mi guardia.

Segrat le sonrió y acepto, dándole paz a la moribunda Carolina que debido al esfuerzo cayó dormida. Por otro lado, no sólo guardias y los conocidos de Achecar los buscaban, sino Alfredad que sentía la presencia de estos a una distancia muy lejana, pero también se percató de que ellos avanzaban sin intenciones de volver, por lo que simplemente se guardo aquello.

Por otro lado, Doroty veía desde su habitación, pues a pesar de que nacía la necesidad de buscar a sus amigos, también estaba la inseguridad sobre si aquella decisión era correcta, tomando en cuenta los eventos que habían ocurrido, por lo que simplemente se quedó espectante a lo que pasaba y, Valerona miró desde las nubes todos estos acontecimientos que ella había predicho, aunque no de la manera que hubiera querido.

Por su parte Charlotte y Achecar, habían caminado por un rato sin encontrar un refugio, o un buen lugar donde dormir, además de que Charlotte empezaba a temblar de frío.

—Descuida Char, encontramos un buen lugar.

—No te preocupes solo que...

Charlotte se cayó, debido al cansancio y a que estaba descalza.

—Char, no hagas esfuerzo, voy a hacer una fogata por aquí para que descansemos.

—No te preocupes solo me resbale—Charlotte se quizo incorporar, pero no se pudo lenvatar.

—Te cargare, sube a mi espalda.

—Pero...

—No te preocupes, soy fuerte, te cargare hasta donde encuentre un buen lugar.

Achecar la subió a su espalda, y lograron avanzar por un tramo hasta que Achecar vio una pequeña cueva en una ladera montañosa. La cueva era amplia y cálida, por lo que tan pronto se aseguró que fuera segura, le dijo a Charlotte que lo esperara y estuviera pendiente de lo que ocurriera, tan pronto está comprendió, este se apresuró a buscar leña seca y se hizo de un pescado pequeño al que capturó con sus propias manos.

Al volver vio que Charlotte temblaba y parecía que tendría fiebre, por lo que Achecar empezó a frotar la leña seca para hacer fuego, y mientras veía como ella temblaba por primera vez se sintió desesperado, por lo que frotó tan fuerte como pudo y a pesar del dolor que le causaba eso este logro una braza y encendio la fogata. Tan pronto lo logró, acercó a Charlotte al fuego mientras asaba al pescado, este se percató que la capa se había secado aunque permanecía fría por lo que se la puso y se calentó con el fuego de la fogata. Tan pronto el pescado estuvo listo, se lo dio a Charlotte.

—Gracias, pero aparta una parte para ti.

—Comelo, tu eres la que necesita recuperar fuerza, usaste mucha magia mientras escapabamos. No fui tan útil con ellos.

—No te preocupes por eso—le dijo Charlotte mientras se acercaba y se cubría junto a él con la capa; que resultó ser muy calida—eres fuerte, mira lo que logras sin usar magia, seguro cuando la despiertes tal vez... Oye no me habías dicho que de donde vienes usan la magia de cubierta.

—Eso dije, pero no logro controlarla como quisiera.

—Sabes, yo puedo enseñarte a usar la magia como a luchar, algo bueno de mis padres.

—Me pregunto si no serás tan torpe para enseñar—le dijo Achecar de manera burlona.

—Oye—contestó Charlotte dando un golpecito con un enojo amistoso.

—Tranquila, sería un gusto entrenar contigo.

Charlotte le sonrió y dividió el pescado en dos, Achecar quizo rechazarlo, pero al ver la sonrisa de su compañera, lo aceptó y comieron juntos hasta que ella durmió en sus brazos, pero a diferencia de otras veces, ahora los dos dormirían en el mismo lugar, aunque él despertaría, siempre atento a cualquier ruido que se escuchara.

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