Capítulo catorce:Las decisiones de Renavier.

Llegaron a Breñas, Ana al ver a Achecar lo tomó en brazos, fue recibido de buena manera, aunque la ansiedad de lo que pasaría con Charlotte lo tenía intrigado. La anciana lo llevo con los chicos quienes se avalanzaron y hacían preguntas sobre su viaje. Achecar se animo a contarles y no se percató que faltaban Arai y Aldar aunque Ana prefirió no decirle. En la casa de los Rosei, Charlotte a pesar de estar escoltada por Segrat, se acercó temerosa a su madre, quien la esperaba en el pasillo, al verla ella corrió a abrazarla.

—¡Hija mia!—dijo llorando de alegría Carolina.

—Mamá—dijo Charlotte con duda y sorpresa.

—Sabía que ese chico te cuidaria, perdoname, no fui tan fuerte, ni en espíritu ni física .

Al ver el rostro de su madre, Charlotte supo que era sincera y le devolvió el abrazo.

—Perdoname mami.

—Ya pequeña, ahora tenemos que ser fuertes, para enfrentar a tu abuelo y sus decisiones.

Charlotte asintió, ambas fueron tomadas de la mano al estudio donde estaba sentado Renavier. Era un hombre alto y corpulento, cerca de dos metros con quince, con una barba frondosa, con cabello encanecido, pero con un rostro serio y furioso, vestía con un pantalón rojo con franja lateral azul, con botas similares a las militares, una camisa elegante blanca y llevaba una especie de corona similar a una guirnalda.

—Has crecido bastante. No te veía desde que tenías tres años—empezó Renavier con un tono burlón, con su voz gruesa y rasposa.

—Suegro yo...

—Dejame verte mejor—interrumpió a Carolina pidiendo que que se acercara—no te paso nada, esos magos de curación merecen un premio. Tan pronto llegue, arregle el meollo que ese plebeyo provocó y no pude apreciar tu belleza y delicadeza, por miedo a que el ingrato de mi hijo tuviera que hacerme pedir disculpas a tus padres.

—No se preocupe...

—Si yo le hubiera puesto una mano a mi esposa la habría matado, como tambien habría perdido su amor, en fin es tema para otro día. Como sabrás y debido a lo ocurrido debo tomar decisiones fuertes, no soporto a mi hijo en prisión, pero se que su relación por el momento está fracturada, tardará en sanar, por lo que las mandare a la capital. Haya permanecerán has...

—¡No quiero!

—¡Charlotte!—grito Carolina ante la interrupción de su hija.

—Soy condescendiente con las mujeres—contestó Renavier con una ligera molestia—pero no tolero una falta de respeto como la que muestras.

—Perdone—se disculpó Charlotte—pero tengo amigos aquí y no quiero irme.

—Plebeyos charlotte, no defiendas a los plebeyos, en especial el que te secuestro.

—El no me secuestro, huimos de papá.

—¿Qué edad tienes? Acaso crees que puedes tomar una decisión así.

—Bueno yo.

—Esta decidido, iras con tu madre a la capital mientras que el se ocupará de los asuntos aquí.

—Y nos, despediremos de él—dijo Carolina con cierta timidez.

—Que tienes en la cabeza mujer, después de lo que te hizo.

—Fue un mal momento, señor.

—Será, pero en otra circunstancia después de que le recuerde como comportarse.

Charlotte y Carolina empezaron a hacer sus maletas, mientras que Achecar intentaba acercarse para platicar con ella y saber su estado, pero tuvo una mala suerte de encontrarse con Renavier que al verlo sintió una mala sensación que lo hizo temblar.

—¿Estás perdido niño?—dijo Renavier.

—Pues no, se donde estoy—dijo Achecar fingiendo firmeza, algo que no había hecho antes.

—Sabes que es mi propiedad, o mejor dicho la de mi hijo.

—Usted es... Renavier.

—Así es, y tú.

—Soy.

—Ya se quien eres.

Una explosión se escucho alertando a Charlotte y Carolina, que al ver por la ventana se asustaron al ver como Renavier perseguía a Achecar, quien a diferencia de otras veces no se atrevió a enfrentar al viejo pues su magia de reflejo era una que genera miedo en sus adversarios y a quien el desee, haciéndoles daño de la forma que el quisiera. En este momento lanzaba rayos, llamaradas y todo lo que hiciera falta con el objetivo de generar miedo. Por suerte Segrat llegó y permitió que Achecar escapara distrayendo momentáneamente a Renavier. Charlotte quiso ir a ayudar, pero su madre la detuvo, quien al ver el su rostro vio el porque.

—Ese niño tiene agallas, pero más le vale no volver.

—Seguramente quizo hablar con su nieta.

—Puede ser, pero una vez que se vaya, esa idea que tiene de juntarse con gente baja se le olvidara.

—No se olvide que de ellos dependen sus riquezas y estatus.

—Ja, eso lo se, pero las cosas son así por un motivo. Como sea, dejaré que se despidan el día que partan, que será en unos cinco días. Por el momento ire a ver a mi hijo.

En la prisión, Rigar permanecía molesto, debido a la humillación que recibio de parte de su padre, haciendo que los otros reos se burlaran y le colocarán un amuleto de restricción.

—Que dice Lucesita—dijo Renavier en torno burlón.

—Deja de llamarme así, por los dioses.

—Desprecias el apodo que te dio tu madre, eres un mal hijo.

—¡Estoy en prisión padre! ¡No puedes ser más considerado!

—Estás por imbecil, hiciste un drama y ya vez lo que obtuviste, pero bueno, yo ya me encargue del poblema.

—Mataste al niño.

—Imbecil, casi, pero la mejor solución es ponerle una orden de alejamiento, se mantendrá en la ciudad junto a ti, mientras tu esposa se va a la capital.

—¿Cómo tomaste esa decisión?

—Casi la matas inmbecil, así que es más que claro que no iba a permitir que le arruinaras la vida, que llevaban una de verdad admirable, que decepción la verdad.

—La veré de nuevo.

—Cuando sea el momento.

—No volverá a suceder padre.

Por su parte, Achecar estaba poniéndose al tanto de lo que había ocurrido en estos meses. Aldar tuvo problemas con el herrero donde trabajaba y se marcho, más indignado que apenado. Por su parte Arai le había pedido a Ana que la enviara a la capital para poder encontrar su vocación, a lo que ella estuvo deacuerdo. Achecar vio cómo de manera irónica, como ahora habría tranquilidad en su vida, pero la incertidumbre de lo que decidiera el viejo de Renavier le aterraba. Volvió a incorporarse en la mina donde fue recibido por el resto de sus compañeros y el mismo Alfredad. No se acercó a la casa de Charlotte hasta que el día de la despedida llegó.

—Supongo que es la despedida—dijo Charlotte algo triste.

—Eso parece, pero ¿puedo escribirte?—preguntó Achecar.

—Puede abuelo—preguntó Charlotte a Renavier viendolo con ojos tiernos.

—Aunque me mires con esos ojos no creas que caeré, mi difunta esposa me hizo comprar cosas con esa técnica, en tu caso y viendo todo lo que hicieron será mejor que si, una carta al mes o la semana esta bien y nada mas.

—Es bueno después de todo—dijo Achecar queriendo darle la mano.

—No estires la cuerda mocoso—contestó Renavier apretando su cabeza.

—Lo siento, supongo que visitarla no es opción.

—Me queda claro que se te prohibió salir, pero he oído que eres bueno para escabullirte y como persona, pues eso de meterse a la alcoba de una mujer sin hacerle nada es curioso, por lo que es probable que vayas al menos una vez al año.

Achecar iba a decir algo, pero conociendo al viejo decidío no hacerlo. Al final se dieron un abrazo tan fuerte que parecía que no se soltarian hasta que Renavier lo tomó de la cabeza.

—Muchas agallas niño, pero ya te di mucha libertad no crees.

—Lo siento.

—Bien, vayamos a la cápital de una vez.

Achecar los vio irse quedándose con la idea de visitarla en un buen momento. Paso el tiempo y las cosas parecían ir bien, cada semana Achecar mandaba una carta y, cuando iba a ocurrir el primer mes y se disponía a ir a visitarla, Rigar se presento.

—¿A dónde tan bien vestido?

—Oiga, es una ropa de segunda mano, no debería burlarse de tal forma.

—No iras a ningún lado mocoso.

—Se va a interponer, si usted ni se molesta en visitarlas o mandarle cartas, por que no va...

Uno golpe lo mandó a volar a lo lejos estrellándose contra un muro.

—¡Pero si quiero hacer las pases!

—Pero yo no, entendido, además tengo prohibido salir por el momento.

—Quiere que pase lo mismo que usted.

—Es lo justo.

—No es así.

Una pelea entre ambos ocurrio llevándolos a prisión y saliendo a la semana, esta rivalidad y odio mutuo se repitió una y otra vez. Debido a las deudas que generó Achecar por los daños que causaba con sus enfrentamientos mensuales, tuvo que trabajar por todo este tiempo turnos dobles, hasta que ya no tuvo tiempo para escribirle cartas y ella también dejó de hacerlo. Un motivo que lo intrigó pero que no pudo quitarse de la cabeza por los pleitos con Rigar y al final sin darse cuenta, los meses para terminar el año se esfumaron y después pasaron tres largos años. Y el reencuentro en la etapa de la adolescencia, también traería nuevos problemas.

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