Mariana Martínez, tenía mucho que demostrarse a sí misma, por lo que decidió dejar atrás todo lo que la caracterizaba, para poder dedicar su vida al servicio de los demás, pero aquella meta personal por desgracia no podría llevarse a cabo en medio de una disputa territorial entre fuerzas armadas. Como medico, su vocación le indica quedarse y auxiliar a los que la necesitan, pero su instinto de supervivencia la hará tropezar con un joven mercenario de origen italiano que fue contratado para hacer de ese pueblo un infierno. Alessandro Benedetti, mejor conocido como Alec. Él, que se enorgullece de ser un hombre frío, calculador, cruel y sin compasión, queda prendido de la sencillez y de la belleza de Mariana, pero ya que la orden es no permitir que nadie en ese lugar salga con vida, Alessandro no tendrá más remedio que romper sus propios principios para salvar su vida, con el riesgo de que puede perder la suya.
Leer másÉl recordaba que al quitarse el disfraz en el baño y tirarlo a la basura, salió huyendo como todas las personas que pensaban que había algún incendio en el interior, pero aquella mujer peligrosa siguió su pista hasta que encontró su disfraz, por supuesto, no supo exactamente si había sido él.Tomo varias fotografías con su teléfono, no se quedaría con las manos cruzadas, nadie solía escaparse de sus manos, no pudo capturarlo ese día, pero paso más de dos semanas tratando de averiguar quien era el maldito que había conseguido asesinar a su cliente en frente de sus narices y al final de su investigación encontró el rostro de Alec, por supuesto dudo que ese fuese su nombre real, las personas como él usaban muchos nombres, pero lo identifico de esa manera.La unica alma que podia ser merecedora de piedad era un perro mal nutrido que se hallaba encogido sobre una llanta de auto vieja. En aquella colonia donde las casas, si asi se les podia llamar estaban habitadas, en su mayoria por delinc
Para brindarle seguridad de que él regresaría dejo su arma, después de todo su objetivo era ir y regresar sin que nadie lo notara así que no la necesitaría. Se fue sin hacer el más mínimo ruido, abrió la puerta y la cerro con extremo cuidado para no alertar a Mariana, luego bajo las mismas escaleras por las que ella lo había ayudado a subir, pero no se atrevió a irse por la puerta principal, era demasiado peligroso, dio vuelta al bajar hasta seguir por el jardín, paso por la fuente y continuo hasta llegar a un arbol y detrás de este una pared blanca que daba hacia la calle.Subió al arbol sin ningún temor y escalo hasta estar a la altura de la pared, por suerte las ramas ocultaban su figura y gracias a la oscuridad, difícilmente alguien podría notar su presencia. Dio un salto alargado hasta poder caer justo en la anchura que dividía la casa de la calle, por suerte se sentía un poco mejor como para atreverse a realizar tales movimiento, que aunque poco peligrosos para él, de sentirse m
—¡¿Qué diablos hiciste!?— le recrimino Mariana cuando su miembro perdió dureza, se alejó de él y giro en su dirección sin importarle que aún estaba desnuda, después de todo ya cogido, de hecho la cogida, la cual habría terminado bien de no ser por su estupidez de correrse dentro.—¿De qué hablas?—expreso Alec un tanto confundido.—¿Cómo de qué?—cuestiono incrédula, no podía creer lo que él estaba diciendo. Señalo su pelvis para darle una pista de su molestia, pero ya que él solo la miro desconcertado, Mariana solo soltó un suspiro—te viniste dentro.—¿Y?— pregunto él sin darle la menor importancia—tomate un anticonceptivo o algo ¿No eras doctora?—Lo soy, pero a lo que me refiero es que te pedí que te detuvieras y no lo hiciste—le reclamo moviéndose en la cama para buscar algo que ponerse—dijiste que lo harías.—No, lo que te dije fue que debías decir la palabra segura para saber que te estabas sintiendo incómoda...—No dije tu estúpida palabra segura, pero te dije que pararas—insisti
La embistió varias veces, al principio controlando su propia fuerza para no lastimarla, pero al ver que ella estaba disfrutando así como soportando cada embestida, aplico más fuerza, toda la que tenía para arremeter una y otra vez, pero no conforme con ello, la tomo subiéndola en sus brazos a horcadas sobre su cintura para penetrarla más profundo. Mariana sintió como su coño envolvía y tallaba hasta tocar el fondo de su sexo, gimió, pero lo hizo sintiendo una mezcla entre placer y dolor, fue entonces que descubrió que por esa razón él utilizaba la dinámica de la palabra segura y al menos hasta ese punto, su instinto le grito que debia usarla en ese momento, porque la presión que sentía en su interior era demasiado para ella, pero Mariana cerro los ojos en un intento para no ceder ante lo que su cuerpo le pedía. No solo era por su propio orgullo, sino también porque quería un poco más, se dijo a sí misma que podía soportarlo y para poder desahogarse, comenzó a gemir con más fuerza.
Alec tomo a Mariana por su blusa, arrugo la tela a tal punto que incluso logro alzar su cuerpo un par de milímetros por encima de la cama y mientras él hacía eso, Mariana no aparto los ojos de los suyos, a pesar de su actitud salvaje, Mariana intuyo que tal vez podía encontrar en él algo más, algo rescatable, pero mientras tanto primero debia averiguar como era su oscuridad. —¿No tienes miedo?—pregunto Alec estrujando la tela hasta que su mano se cerró en un puño y logro alzar más a Mariana para poder acercar sus labios a los suyos. —¿Debería?—cuestiono ella y en sus labios se formó una sonrisa coqueta. Eso fue suficiente para que Alec sintiera una especie de adrenalina combinada con el deseo de poseerla, fluyera por su torrente sanguíneo. —Deberías— respondió él dejando caer su cuerpo sobre la cama para romper su blusa de una vez por todas. Aquel acto impresionó a Mariana, más no logro asustarla. Alec escucho el sonido de la tela siendo desgarrada y después de eso una extraña fue
La lluvia había cesado, los truenos ya habían parado y afuera solo se escuchaba el sonido del aire al transitar por las calles vacías de aquel pueblo.Mariana se comió algunos chocolates con la intención de incitar a su invitado hacer lo mismo, por supuesto, bajo la influencia del alcohol, pero después de comerse cinco y al darse cuenta de que Alec parecía disfrutar más del espectáculo que del chocolate, decidió acercarse a él y colocar en sus labios uno de ellos. Aquel inesperado acto no solo sorprendió a Alec, sino que también, provoco algo en él.Antes de que Mariana se diera la vuelta para volver a su lugar, Alec la tomo de la cintura para sentarla justo en su regazo, ella soltó un par de carcajadas y lo miro sin temor alguno.—¿Acaso no tienes miedo?—le pregunto Alec con cierto tono seductor.—No—se burló Mariana negando con la cabeza y riendo un poco— no tendría por qué tener miedo ¿O si?—No—le aseguro Alec. Casualmente, un mechón del cabello de Mariana cayó justo sobre su rost
Mariana se aproximó, se levantó en puntitas porque Alec era bastante alto para ella y para sostenerse coloco sus manos sobre su pecho, fue entonces que se animó a poner sus labios justo sobre los suyos para besarlo. Él no supo como reaccionar, aquel beso lo había tomado por sorpresa, así que simplemente dejo que fuese ella quien tomara el control de la situación, no quería asustarla y mucho menos quería ilusionarse con algo como eso, después de todo apenas llevaban algunas horas juntos y nada más. ¿Qué podía nacer en tan corto tiempo?Aunque Mariana estaba intranquila e incluso sus piernas tiritaban de los nervios, agradeció que Alec tuviese un rostro atractivo y un cuerpo de dios griego, porque de lo contrario, besarlo habría sido una completa tortura, cosa que no sucedió al tocar sus labios, le parecieron suaves a diferencia de su pecho el cual estaba duro como roca, pero ya lo había sentido antes al escapar del consultorio.El contacto entre sus labios apenas duro un par de segundo
Trago saliva mientras miraba a Mariana, sus ojos mostraban cierto encanto que le obligo a meditar bien su situación, no podía quedarse, eso lo sabia, ponía en riesgo su reputación y lanzaba sus principios a la mierda. Él no debia entrometerse en asuntos ajenos a sus objetivos, era una de sus reglas más sagradas y nunca, desde que había tomado esa profesión se había atrevido a romperla, eso lo había mantenido vivo durante todo ese tiempo, pero esa chica frente a él tenía algo que lo hacía dudar, eso nunca le había pasado antes. ¿Por qué detenerse?Esa era la pregunta que lo inquietaba, pero aunque dentro de sí se estaba librando una batalla entre su lógica y sus deseos, todo indicaba que cumpliría lo que ella deseaba.—Si lo hago y no digo que lo haré. ¿Qué recibiré a cambio?—expuso para no mostrarse tan obvio, es decir, sentía que el simple hecho de que quisiera quedarse le restaba un poco de dignidad, puesto que todo ese tiempo se la había pasado diciendo que debia irse y que nada l
Mariana volvió a la habitación aun impactada por lo que había visto y en su camino no se fijó por donde caminaba hasta que choco con la punta de una silla que la hizo volver a la realidad. Se fue directamente hacia la cama donde intento calmar el dolor con un ligero masaje y una vez que esa sensación se fue calmando se echó hacia atrás, no podía sacar esa imagen de su cabeza y eso le molestaba.No podía creer que eso le estuviera pasando, quien iba a imaginar que tendría que atender a un mercenario por una mordedura de serpiente justo en la habitación de la casa donde se estaba hospedando, era un momento surrealista que nadie iba a sospechar que le sucedería y menos en un pueblo que prácticamente había sido olvidado por Dios.Mariana se tuvo que levantar cuando escucho la puerta del baño abrirse y de ahí, el cuerpo semidesnudo de Alec. Ella tuvo que desviar la vista cuando vio su dorso expuesto, claramente esa vista le agradaba, no recordaba haber visto un cuerpo como el suyo, ni siqu