Alessandro entro a la hacienda acompañado de Don fernando, aquel hombre parecían rondar ya los cincuenta años, tenía cabellos plateados decorando los costado de su cabeza y su rostro lucia unas cuantas arrugas al igual que una que otra verruga, pero aunque era fácil dejarse llevar por su edad, Alessandro dedujo que debía ser un hombre de temer.
Al pasar del vestíbulo hacia un pasillo, se encontraron con un par de sirvientas que lucían un uniforme pulcro, pero largo, quizás para no llamar la atención de los hombres armados que resguardaban el lugar. Las jóvenes detuvieron su andar y caminaron un par de pasos de reversa para pegarse al muro y ahí, inclinaron la mirada, sin atreverse a ver a Don Fernando o a su invitado.
Mientras caminaban, Alessandro miro de reojo todo a su alrededor, pinturas, retratos y demás decoraciones, no porque quisiera hacerlo, sino porque era mera rutina. Al entrar a un nuevo lugar, él analizaba con un vistazo una posible salida en caso de ser necesario escapar.
—¿Que le ha parecido el país?—cuestiono Don fernando mostrando una sonrisa, como todo buen mexicano estaba orgulloso de sus raíces, así como de su cultura y los paisajes que podía ofrecer el estado de michoacán.
—No he podido ver nada mas que lo que el trayecto hacia este lugar ofrece—expreso Alessandro un poco descontento por esa situación, pues le había agradado un poco la vista del pueblo y quería visitarlo antes de irse. En ese momento Don Fernando se detuvo para abrir las puertas del comedor.
Alessandro logro sorprenderse un poco y para demostrarlo alzo una ceja al ver un hermoso vitral que cubría una pared completa e iluminaba la habitación de diferentes tonalidades. Él había estado en diferentes lugares, algunos muy elegantes y otros no tanto, pero era la primera vez que veía algo similar, los europeos eran excéntricos, claro, pero con cosas antiguas, como si de verdad valiera la pena comprar una armadura del siglo XV, pero al parecer los mexicanos disfrutaban mas del arte actual y artesanal que antiguo.
—Hermoso ¿No lo cree?—pregunto Don Fernando orgulloso de su gusto para decorar su casa.
—Claro—dijo Alessandro sin darle mucha importancia, porque su código así se lo exigía. No debía compartir muchas palabras con su contratante que no fuesen mas allá del trabajo por el que estaban pagando su servicio.
Las relaciones personales solían causar problemas, por ello, las evitaba a toda costa. Don Fernando al ver su poco interés, supuso que él no era un hombre que apreciara el arte, por lo que no dijo nada mas y lo invito a sentarse cerca de él en el comedor. Alessandro acepto la invitación, esperando que en ese momento comenzara a hablarle sobre el trabajo, pero en vez de eso, lo que recibió fue una cátedra sobre la gastronomía mexicana. Probo un guiso que el mismo Don Fernando le informo que se llamaba Sopa Tarasca y una comida que aparentemente tenía la apariencia de ser carne con judías, pero alzo una ceja al descubrir que el platillo se llamaba olla podrida.
Aunque no disfruto mucho las explicaciones que su contratante le narraba, si disfruto un poco de la calidad de la comida, era algo que jamas había probado, pero pensó que era demasiado picante para su gusto.
Cuando terminaron de comer, Don Fernando se lo llevo de aquel lugar hacia su oficina privada. Alessandro continuo observando de reojo, para dibujar un mapa en su cabeza, si de algo se enorgullecía era de lo precavido y meticuloso que era para pensar en un plan de escape, en caso de necesitarlo. Su vida podía depender de ello.
La oficina, era espaciosa, tenía dos estantes de libros pegados a los muros, pero Alessandro dudo un poco que aquel hombre hubiese leído al menos uno de ellos. Parecían ser libros antiguos, con pastas gruesas, pero por el titulo en el lomo, intuyo que se trataba de libros escritos en español.
Sabia hablarlo, el español, pero aun le costaba pronunciar algunas palabras y no entendía el significado de otras ya que no había una traducción especifica a su idioma, pero sabia como comunicarse e incluso podía imitar algunos acentos para disimular el suyo. Si no fuera tan alto, delgado y de no tener los ojos verdes, podría pasar desapercibido como un mexicano mas, pero tal vez esas cualidades le traerían problemas, pero estaba dispuesto a enfrentarse a lo que sea con tal de distraer su mente y cumplir con su trabajo en tiempo y forma.
—Siéntate—le expreso Don fernando a su invitado. Alessandro miro la silla frente al escritorio y asintió—hablemos de negocios.
Alessandro confirmo lo que había sospechado antes, la sonrisa de aquel hombre se había ensombrecido de repente, mostrando, quizás, su verdadera personalidad. Esa que le había ayudado para ser el jefe de aquel grupo delictivo que se hacia llamar «La familia Michoacana»
—Supongo que necesito contarte un poco de historia para que entiendas algunos pormenores—explico Don fernando con la mirada seria, tomo un cigarro que guardaba en una caja metálica sobre su escritorio y saco un mechero de un cajón para encenderlo—¿Gustas uno?
—No—expreso Alessandro un tanto receloso, comenzaba a entender que los narcos no solo eran personas violentas como las noticias lo hacían parecer, eran hombres inteligentes que sabia exactamente lo que hacían.
—Bien, la historia de este cartel es larga, así que comenzare de unos diez años hasta lo que ves ahora. Este cartel ha sido una organización que por muchas ocasiones ha estado al punto de desaparecer, cada líder ha sido asesinado y traicionado por su propia gente, incluso llego un punto en donde se dividió y desde entonces ha sido una lucha constante para obtener el poder absoluto del territorio de michoacán. Con este contexto, creo que ya sabrás para donde me dirijo ¿No?
—¿Mi trabajo consiste en hacerme cargo de alguien de este grupo que mencionas?—cuestiono Alessandro. En su mente comenzó a idear algunas soluciones para aquel problema, pero necesitaba saber un poco mas para descartar todas las posibilidades hasta quedarse solo con una y ese seria el plan a seguir.
—Así es, antiguamente este grupo que se fracciono de nuestra organización se hacia llamar guerreros unidos y de ellos surgió otra llamada los tequileros. Hace un par de años nos encargamos de ellos, fue un año muy sangriento en el que incluso algunos civiles pagaron por inocentes, pero hace un año volvieron a surgir, no muy lejos de aquí, pero al parecer su lidera no es alguien a quien yo reconozca, pienso que se ocultaron todo este tiempo para reunir gente, armas y droga para comercializar y así tener el poder y las provisiones suficientes para enfrentarse a nosotros.
—¿Y lo lograron?—cuestiono Alessandro intuyendo que tal vez el que lo contrataran, era un ultimo movimiento desesperado. Quien pagaría tanto dinero para un simple asesinato que un par de sicarios podían lograr fácilmente a no ser de que aquel plan ya lo hubiesen utilizado y fallado.
—Hace un mes se adueñaron de una de nuestras rutas de comercio y hace una semana atacaron a un comando armado que intentaba recuperarla, mi hijo fue asesinado en ese ataque y su cuerpo fue desmembrado y puesto sobre el kiosco del pueblo para hacerme perder el juicio—explico Don Fernando soltando un suspiro
—Lo lamento—expreso Alessandro un poco mas interesado en el asunto, no había tenido un trabajo así desde hacia mucho tiempo—ahora, déjame ver, se trata de un grupo poderoso, bien organizado y armado, conocen sus rutas y por lo que veo también sus movimientos ¿Considero la idea de tener entre sus filas a un topo?
—También lo considere, así que fueron eliminados los posibles candidatos, pero aun así, esta mañana nos enteramos que una de nuestras bodegas quedo hechas cenizas—expuso Don Fernando confundido con sus propias palabras.
—Entiendo ahora que me ha explicado parte del problema, pero antes de darle una posible solución me gustaría saber porque pretende que realice el trabajo esta noche, ni siquiera sé a lo que estaré por enfrentar.
—Esta noche, habrá una boda en donde suponemos es la hacienda del hombre que se llama a si mismo " El jefe" creo que es el momento perfecto para atacar y asesinarlo. Cuando él ya no nos estorbe, nosotros podremos acabar con lo que quede de su cartel.
—¿Y que le hace creer que podre entrar?—cuestiono Alessandro para probar la confianza del cliente—por lo que me dice, parecen estar mas que organizados, incluso podría atreverme a decir que alguien los entreno.
—¿Como que alguien?—cuestiono Don Fernando sin entender a que se refería.
—Así como usted me contrato, hay muchos otros que ofrecen servicios como los míos—supuso—los grupos armados no renacen de las cenizas a menos que existan tres hombres que sean el pilar de todo ello.
—¿Porque esta tan seguro que serian tres?—cuestiono Don Fernando un tanto exceptico, pero si un asesino como él así lo intuía, no podía dudar de sus palabras.
—Si me lo permite, he visto organizaciones ser levantadas de la nada. Uno se hace pasar por el lider, todo el mundo lo respeta por el poder que parece tener, pero él solo es el porta voz de alguien mas poderoso, el que entrena a sus soldados, este se mantiene oculto y se hace pasar por la mano derecha del lider, con esto evita ser el blanco de algún intento de asesinato, pero éste personaje es quien realmente toma las decisiones.
—¿Y el ultimo?—quiso saber Don fernando.
—El ultimo no es muy importante, pero es quien se encarga de averiguar y recabar toda la información necesaria antes de tomar cualquier decisión.
—No creo que eso sea cierto, no es que no te crea, pero parecen movimientos que un soldado de pelicula aplicaría—expuso no muy convencido de lo que acaba de escuchar.
—Eso parece, pero mientras usted no crea sera mejor para ellos. Sera como robarle un dulce a un bebe, nunca lo vera venir, pero es tan solo una suposición sin fundamentos, para confirmar lo que digo hace falta investigación, por ello no suelo atacar con los ojos vendados, necesito información confiable, pero si ya ha tomado una decisión, no soy quien para hacerlo cambiar de opinión. Me apegare al plan inicial
—Muy bien—se levantó Don Fernando mostrando una sonrisa, complacido con la atención e interés del hombre que había contratado. Sus hombres más allegados le habían dicho que había cometido un terrible error al pagar tanto por el servicio de un hombre que no le garantizaba aniquilar a sus enemigos, pero Alessandro le había inspirado cierta confianza que decidió, por el bien de su organización, dejar todo en sus manos— le daremos todo lo que necesite, le hemos preparado una habitación para usted.—Oh, no es necesario—dijo Alessandro levantándose de su lugar y alzo la ceja izquierda un tanto confundido.—Por supuesto que sí, es mi invitado—expreso Don Fernando mostrándose atento.—No puedo quedarme aquí, es mejor una habitación de hotelDon Fernando frunció el ceño confundido, pero supuso que aquel italiano tenía su modo de hacer las cosas, así como él tenía su forma de hacer las suyas.—¿Puedo preguntar por qué prefiere hospedarse en un hotel que en mi residencia?—expreso ya no para pers
Alessandro entro al vestíbulo del hotel, y lo primero que vio fue una decoración basada en la artesanía de aquella comunidad, entre lo que se encontraba alrededor vio algunos jarrones con forma de piña, decoración que le pareció curiosa. Algo que también le llamo la atención fue el ver un muro decorado por guitarras, no entendió el porque un instrumento musical podía ser considerado ademas de lo que ya era, una decoración, por lo que su vista busco algo mas en que entreternerse un segundo y por ultimo vio fue algunos utensilios de cocina hechos en lo que parecía ser cobre. Su labio se encorvo en una ligera sonrisa, no entendía mucho de lo que veía, pero como decoración era algo que no veía todos los días, así que continuo caminando hasta llegar al escritorio de la recepción, ahí se encontraba una joven de piel morena que al parecer estaba haciéndose un intento de manicura. Llevaba puesto una blusa, que al igual que todo lo que estaba alrededor, parecía una artesanía, tenía muchos bor
Eran las diez en punto cuando Alessandro camino con naturalidad hacia uno de los guardias que custodiaban los alrededores del sitio. Vestía un elegante esmoquin para hacerse pasar por un invitado más, lo llevaba entre sus cosas porque siempre había una ocasión para usarlo, pero no creyó que debia usarlo en aquella ocasión.El guardia lo miro de arriba abajo y efectivamente supuso que se trataba de un invitado, pero no entendía que hacía por ese lugar, estaba muy lejos de la puerta, por lo que encorvo el ceño.—Disculpe—dijo Alessandro mostrándose algo nervioso ante el hombre, ya que llevaba un arma colgando de su hombro, por supuesto, estaba actuando, pero el guardia debia pensar que su nerviosismo era real—e-estoy un poco perdido. ¿Por dónde puedo entrar?—Siga esta calle y doble a la derecha—le indico el hombre, pero aunque todo parecía indicar que Alessandro era un invitado más, algo a su alrededor le dijo que él estaba mintiendo, quizás porque había llegado a pie—¿Cuál es su nombr
Alessandro se dirigió a los lavabos que tenían un diseño refinado, paso al lado del sujeto sin decir nada y comenzó a lavarse la manos, por supuesto, como excusa para poder quedarse en el sitio mientras su objetivo salía. Ya que no podía quedarse mucho tiempo sin levantarse sospechas, pensó en crear otra justificación para que el guardaespaldas no desconfiara de su presencia. Levanto la vista y miro de reojo, al darse cuenta de que el sujeto lo mirada, bajo la vista y al tomar una toalla que descansaba sobre una canasta rectangular se secó las manos, pero lo hizo lento mientras pensaba en lo que tenía que hacer para poder quedarse un poco más. Arrojó la toalla hacia un contenedor donde los organizadores de aquel evento habían dispuesto para las toallas de mano, porque, por ser un evento de tal distinción, no podían poner servilletas de papel. Casualmente, la toalla quedo mal puesta por lo que camino hacia el contenedor para meterla en su sitio y fue justo en ese momento que el obj
Alessandro abrió los ojos, se había quedado dormido. Había permanecido despierto toda la noche mientras los hombres iban y venían buscando indicios de su paradero, por suerte a nadie se le ocurrió revisar el pequeño lugar donde estaba, precisamente porque era demasiado pequeño y estrecho para que un adulto de su tamaño entrara sin ningún problema, pero precisamente, eran esos lugares los que él escogía para ocultarse porque la ingenuidad llevaba a sus enemigos a ir por caminos diferentes a él, así lograba despistarlos. Había dejado de escuchar ruido y voces, un par de horas atrás, pero no se quiso fiar de sus sentidos, sino de su experiencia para poder sobrevivir. Desde una pequeña abertura creada por el pasar del tiempo sobre la puerta, se podía ver que el sol ya había salido, por lo que pensó que ya era tiempo de irse de ahí y volver al hotel, necesitaba un baño, estaba lleno de polvo de pies a cabeza. Abrió lentamente, teniendo cuidado de no hacer ruido, salió despacio, arrastránd
—Come posso essere cosí stupido?—bramo Alessandro azotando la puerta cuando bajo del auto. Por suerte había logrado escabullirse, por supuesto debia hacerlo porque de lo contrario ese sería el colmo. Él era un aficionado a la velocidad, tenía un hermoso auto deportivo esperándolo en Italia y solía correrlo a entre los 120 km/hr.Escapar no le había costado mucho, a pesar de que el auto parecía tener ciertas fallas, las cuales por suerte él no debia reparar, pero mientras manejaba sintió lástima del dueño del auto, se transportaba en una bazofia de basura, pero probablemente le había hecho un favor al llevarse su auto.Alessandro estaba enfadado porque se había mostrado, es decir, sus enemigos ahora sabían de su presencia y eso significaba que había cometido un error uno muy grande. Él que se jactaba de ser uno de los mejores asesinos de Italia había cometido un error y eso no se lo podía perdonar, porque equivocarse una sola vez bastaba para comenzar a cometer error tras error y mient
Entre Mariana y Lucí, vigilaron por más de media hora al paciente armado, por suerte su ritmo cardiaco, así como su respiración estaba mejorando, pero eso era lo de menos, habían dejado de preocuparse por su estado de salud y se habían enfocado más en el arma. Intentaron seguir consultando a los pocos pacientes que aún esperaban ser atendidos, dos por gripe común y uno por una infección en el estómago. Cuando terminaron de consultar y voltearon el anuncio de cerrado por la hora del almuerzo, ambas espiaron al paciente, seguía durmiendo, pero ni la ambulancia y mucho menos el Doctor Hurtado aparecían para ayudarles a solucionar ese pequeño problema.—¿Cerramos la puerta con seguro y vamos a almorzar?—sugirió Lucí desde la puerta, la verdad es que ya tenía hambre, pero la angustia de saber que un hombre potencialmente peligroso estaba ahí, al lado de ellas, seguramente no le permitiría comer y disfrutar de sus alimentos a gusto.—No—murmuro Mariana—no sabemos como vaya a reaccionar, lo
—Debemos irnos de aquí—le expresó a la chica, después de un par de segundos. Mariana alzo la mirada hacia él, había descubierto sin querer que el hombre si era extranjero y había confirmado que era europeo solo con el acento en su forma de hablar, quizás por lo grave de la situación su cerebro buscaba la forma de distraerse no llorar y pensar en sí misma antes que en otros, como Lucí y las demás personas que vivían en el pueblo que conocía gracias a ese consultorio en medio—seguro volverán.Mariana asintió y se reincorporó sin hacer el menor ruido posible, pero cuando Alessandro dejo de sentir el calor que emanaba su cuerpo, lo invadieron los escalofríos de antes, solo que esta vez eran un poco más moderados que antes, estaba mejorando aunque no había recibido todo el tratamiento, debido al ataque sorpresa que estaba sufriendo el pueblo justo en ese momento, tuvo que quitarse la intravenosa sin pensarlo dos veces para evitar que también se llevaran a la chica que le había salvado la v