Eran las diez en punto cuando Alessandro camino con naturalidad hacia uno de los guardias que custodiaban los alrededores del sitio. Vestía un elegante esmoquin para hacerse pasar por un invitado más, lo llevaba entre sus cosas porque siempre había una ocasión para usarlo, pero no creyó que debia usarlo en aquella ocasión.
El guardia lo miro de arriba abajo y efectivamente supuso que se trataba de un invitado, pero no entendía que hacía por ese lugar, estaba muy lejos de la puerta, por lo que encorvo el ceño.
—Disculpe—dijo Alessandro mostrándose algo nervioso ante el hombre, ya que llevaba un arma colgando de su hombro, por supuesto, estaba actuando, pero el guardia debia pensar que su nerviosismo era real—e-estoy un poco perdido. ¿Por dónde puedo entrar?
—Siga esta calle y doble a la derecha—le indico el hombre, pero aunque todo parecía indicar que Alessandro era un invitado más, algo a su alrededor le dijo que él estaba mintiendo, quizás porque había llegado a pie—¿Cuál es su nombre?
Alessandro noto que aquel tipo llevaba una radio pegada a su chaleco, supuso que la llevaba para reportar alguna anomalía o quizás para únicamente reportar su presencia, en caso de que algo le pasara y en efecto, el hombre coloco su mano cerca de la radio listo para advertir la presencia de un invitado perdido.
—Eduardo Estrada—mintió para ganar un poco de tiempo. Alessandro había dado vuelta al lugar tres veces, por supuesto, lo había hecho ocultando su presencia. Había contado en total unos cincuenta guardias que estaban situados cada diez metros el uno del otro y cada uno estaba puesto debajo de una lámpara que ayudaba a indicar su ubicación. Sabia que iba a ser difícil entrar, pero había encontrado a la víctima perfecta, ese hombre y todo gracias a la luz de la lámpara en la que estaba parado.
Aquella lámpara parecía tener un defecto, parpadeaba de vez en cuando y posiblemente estaba en su última etapa de servicio, por lo que no sería extraño que de repente dejara de funcionar.
Cuando noto que el nombre estaba a punto de llamar por la radio, lanzo una piedrecilla al aire para romper la lámpara, así que cuando la luz se apagó, tuvo el tiempo suficiente para dejar inconsciente a su contrincante, pero ya que no quería llamar la atención tan pronto, saco una licorera de bolsillo que había comprado en el pueblo antes de llegar.
Baño al sujeto en alcohol y guardo la licorera debajo de su chaleco, pero en un sitio visible para cuando llegaran a encontrarlo. Además, también coloco el cuerpo como si se hubiese quedado dormido mientras estaba sentado sobre la acera. Todo eso había sucedido en cuestión de segundos y no era para menos, Alessandro era un profesional en el arte de pasar desapercibido, así que, tan solo un minuto después de su llegada, logro escalar la pared para introducirse a la fiesta.
Adentro se podía divisar un hermoso jardín, el cual también estaba fuertemente resguardado. Alessandro ya lo intuía, pero pensó que tal vez estaba exagerando con esa suposición, porque después de todo. ¿Qué grupo armado necesitaba tanta seguridad si su simple presencia ya era demasiado amenazante para cualquier persona?
Por suerte para Alessandro, él no era cualquier persona, por lo que se escabullo por los arbusto hasta estar cerca de un sendero donde estaba estacionado un camión, su mente comenzó a maquinar una estrategia para poder acercarse sin ser notado, pero en ese instante apareció un joven más o menos de su estatura que aparentemente, debia descargar presión al orinar, aquello le parecio algo innecesario, debia haber baños en el interior, pero supuso que debia ser el maldito destino que estaba de su lado. Así que cuando el guardia más cercano a él, dio una vuelta que sabia que solo duraría unos diez segundos, se aproximó hacia el chico y lo golpeo tan fuerte que no supo más de sí mismo. Alessandro arrastro el cuerpo hacia la oscuridad donde las luces del jardín ya no alcanzaban a iluminar y le quito el saco de encima.
Era rojo y tenía su nombre pegado al pecho, así que era evidente que se trataba de un uniforme, quizás de un camarero. Alessandro se lo puso y oculto al chico entre los arbustos. Cuando el guardia volvió la vista hacia el jardín, vio a Alessandro con el uniforme, pero no le tomo importancia, ya había visto al chico salir, pero nunca vio su rostro.
Esta vez, él caminó con toda confianza hacia el interior del lugar y al pasar por la puerta descubrió que la fiesta no era como él supuso que seria, de hecho parecía una discoteca de mala muerte, con luces de colores iluminando el lugar y máquinas de humo, pero ese ambiente era más de lo que él podía pedir, incluso le ayudaba a mezclarse entre la multitud que bailaba música regional, una situación un tanto bizarra para él.
—¡Hey!—alzaron la voz en su dirección, se trataba de un grupo de camareros que empujaban un carrito con varias copas de cristal— ayúdanos a llevar esto.
Ya que llevaba puesto aquel saco rojo, no tuvo más remedio que hacer lo que le habían dicho y gracias a eso, pudo observar el lugar con mayor detenimiento cada sitio del salón, vio las mesas, las decoraciones, a los novios, pero en ningún lado vio a su objetivo, pero lo que más le llamo la atención. Por alguna razón la seguridad en el interior parecía ser nula.
Los meseros se detuvieron frente a una mesa cuadrada y al verla, lo primero que Alessandro pensó fue que, quizás planeaban hacer una fuente de champaña, pero en vez de ayudarlos a descargar las copas, él se fue alejando lentamente.
Aunque ya estaba en ese lugar dispuesto a realizar su encomienda, había un pequeño problema que dificultaba su trabajo. No sabia quien era su víctima, por lo que le había dicho Don Fernando, él no tenía idea de como era el rostro de aquel quien lideraba ese cartel por lo que estaba trabajando a ciegas.
Ciertamente, no era la primera vez que trabajaba bajo esa circunstancia, pero el trabajo no era sencillo, ya que la persona que debia asesinar podía estar ocultándose esperando que algo malo ocurriera, por lo que debia abrir los ojos ante algún comportamiento extraño.
Camino por el lugar y para no llamar la atención, tomo una bandeja de bebidas que alguien había dejado olvidada sobre una mesa. Camino prestando atención a su entorno hasta que finalmente vio un grupo de hombres conversar en un sitio cercano a la mesa de los novios. De todos ellos, él que no parecía estar disfrutando de la fiesta era un hombre de cabello oscuro, llevaba puesto un traje más o menos elegante de color azul, era delgado y alto, aunque no tanto como Alessandro, parecía estar más bien negociando.
Decido que debía acercarse y observarlo mejor, la noche era corta y afuera había dejado tendidos dos cuerpos inconscientes, así que debia hacer algo pronto. Camino decidido y al aproximarse comenzó a ofrecer bebidas, por supuesto lo hizo con la intención de que aquel hombre de aspecto severo tomara una copa, pues la suya ya estaba vacía.
—¿Le ofrezco una copa o una bebida de la barra?—cuestiono Alessandro mostrándose servicial como cualquier mesero, por supuesto el tipo que debía tomar la copa, no lo hizo, continuo en su conversación y al ser ignorado Alessandro tuvo que dar media vuelta y alejarse, ya que permanecer mucho tiempo ahí esperando que le respondieran levantaría sospechas, así que camino hacia la barra para cambiar las copas vacías por unas llenas, pero al momento de acercarse noto que había un chico que parecía estar nervioso, había perdido su bandeja y no sabia que hacer, pronto su coartada se vería afectada, así que debia darse prisa.
Dejo la bandeja sobre una mesa y dio media vuelta para fingir levantar los platos y demás utensilios sucios, pero al buscar con la mirada al sujeto, este ya no se encontraba en su sitio.
Se alejó unos cuantos pasos para poder observar a la distancia su paradero y fue entonces que lo vio aproximarse a la puerta de los sanitarios, pero muy cerca de él se hallaba un hombre que lo seguía como a su sombra, parecía peligroso y bastante audaz en lo que estaba intentando hacer, es decir, proteger a ese sujeto que parecía ser importante.
No quería sacar conclusiones apresuradas, pero sabia que debía actuar rápido o no tendría otra oportunidad como esa, por lo que avanzo hacia el baño y al abrir la puerta, vio al mismo sujeto. Vestía de negro como si eso ayudara a alejar a la gente, aunque en realidad era el aspecto de su rostro lo que podía espantar a la gente.
Aunque su ropa se notaba limpia y pulcra, intuyo que aquel hombre debía tener al menos unos treinta y cinco o incluso cuarenta años, tenía arrugar por todo el rostro y además no tenía cabello, su cuero cabelludo brillaba gracias a la luz del baño, pero al verlo Alessandro tuvo que decidir si debia actuar en ese momento o dejar pasar la oportunidad.
Alessandro se dirigió a los lavabos que tenían un diseño refinado, paso al lado del sujeto sin decir nada y comenzó a lavarse la manos, por supuesto, como excusa para poder quedarse en el sitio mientras su objetivo salía. Ya que no podía quedarse mucho tiempo sin levantarse sospechas, pensó en crear otra justificación para que el guardaespaldas no desconfiara de su presencia. Levanto la vista y miro de reojo, al darse cuenta de que el sujeto lo mirada, bajo la vista y al tomar una toalla que descansaba sobre una canasta rectangular se secó las manos, pero lo hizo lento mientras pensaba en lo que tenía que hacer para poder quedarse un poco más. Arrojó la toalla hacia un contenedor donde los organizadores de aquel evento habían dispuesto para las toallas de mano, porque, por ser un evento de tal distinción, no podían poner servilletas de papel. Casualmente, la toalla quedo mal puesta por lo que camino hacia el contenedor para meterla en su sitio y fue justo en ese momento que el obj
Alessandro abrió los ojos, se había quedado dormido. Había permanecido despierto toda la noche mientras los hombres iban y venían buscando indicios de su paradero, por suerte a nadie se le ocurrió revisar el pequeño lugar donde estaba, precisamente porque era demasiado pequeño y estrecho para que un adulto de su tamaño entrara sin ningún problema, pero precisamente, eran esos lugares los que él escogía para ocultarse porque la ingenuidad llevaba a sus enemigos a ir por caminos diferentes a él, así lograba despistarlos. Había dejado de escuchar ruido y voces, un par de horas atrás, pero no se quiso fiar de sus sentidos, sino de su experiencia para poder sobrevivir. Desde una pequeña abertura creada por el pasar del tiempo sobre la puerta, se podía ver que el sol ya había salido, por lo que pensó que ya era tiempo de irse de ahí y volver al hotel, necesitaba un baño, estaba lleno de polvo de pies a cabeza. Abrió lentamente, teniendo cuidado de no hacer ruido, salió despacio, arrastránd
—Come posso essere cosí stupido?—bramo Alessandro azotando la puerta cuando bajo del auto. Por suerte había logrado escabullirse, por supuesto debia hacerlo porque de lo contrario ese sería el colmo. Él era un aficionado a la velocidad, tenía un hermoso auto deportivo esperándolo en Italia y solía correrlo a entre los 120 km/hr.Escapar no le había costado mucho, a pesar de que el auto parecía tener ciertas fallas, las cuales por suerte él no debia reparar, pero mientras manejaba sintió lástima del dueño del auto, se transportaba en una bazofia de basura, pero probablemente le había hecho un favor al llevarse su auto.Alessandro estaba enfadado porque se había mostrado, es decir, sus enemigos ahora sabían de su presencia y eso significaba que había cometido un error uno muy grande. Él que se jactaba de ser uno de los mejores asesinos de Italia había cometido un error y eso no se lo podía perdonar, porque equivocarse una sola vez bastaba para comenzar a cometer error tras error y mient
Entre Mariana y Lucí, vigilaron por más de media hora al paciente armado, por suerte su ritmo cardiaco, así como su respiración estaba mejorando, pero eso era lo de menos, habían dejado de preocuparse por su estado de salud y se habían enfocado más en el arma. Intentaron seguir consultando a los pocos pacientes que aún esperaban ser atendidos, dos por gripe común y uno por una infección en el estómago. Cuando terminaron de consultar y voltearon el anuncio de cerrado por la hora del almuerzo, ambas espiaron al paciente, seguía durmiendo, pero ni la ambulancia y mucho menos el Doctor Hurtado aparecían para ayudarles a solucionar ese pequeño problema.—¿Cerramos la puerta con seguro y vamos a almorzar?—sugirió Lucí desde la puerta, la verdad es que ya tenía hambre, pero la angustia de saber que un hombre potencialmente peligroso estaba ahí, al lado de ellas, seguramente no le permitiría comer y disfrutar de sus alimentos a gusto.—No—murmuro Mariana—no sabemos como vaya a reaccionar, lo
—Debemos irnos de aquí—le expresó a la chica, después de un par de segundos. Mariana alzo la mirada hacia él, había descubierto sin querer que el hombre si era extranjero y había confirmado que era europeo solo con el acento en su forma de hablar, quizás por lo grave de la situación su cerebro buscaba la forma de distraerse no llorar y pensar en sí misma antes que en otros, como Lucí y las demás personas que vivían en el pueblo que conocía gracias a ese consultorio en medio—seguro volverán.Mariana asintió y se reincorporó sin hacer el menor ruido posible, pero cuando Alessandro dejo de sentir el calor que emanaba su cuerpo, lo invadieron los escalofríos de antes, solo que esta vez eran un poco más moderados que antes, estaba mejorando aunque no había recibido todo el tratamiento, debido al ataque sorpresa que estaba sufriendo el pueblo justo en ese momento, tuvo que quitarse la intravenosa sin pensarlo dos veces para evitar que también se llevaran a la chica que le había salvado la v
Alessandro se sentía débil, pero no iba a permitir que las toxinas que aún corrían por su cuerpo lo detuvieran, él no era ese tipo de persona, él nunca se rendía. Cuando la tuvo de nuevo en sus brazos, sintió un calor inexplicable en las mejillas sobre todo cuando la chica giro en su dirección y sus miradas se cruzaron. Él actuó con agilidad para bajar a la chica porque le resultaba un tanto vergonzosos que sus mejillas enrojecieran por tan poca cosa, quería pensar que ese comportamiento era por causa de su estado de salud. —Vámonos de aquí—sugirió Alessandro caminando por el callejón adelantándose un par de pasos para evitar que la joven médico viera su rostro. Mientras caminaba, mentalmente se reprendió a sí mismo por dejarse llevar por la situación de esa manera, estaba distrayéndose demasiado y eso no debia ocurrir, era un error más que no podía permitirse. Mariana se apresuró para ir a su paso, era alto y prácticamente estaba caminando a zancadas, pensó que tal vez a él no le
—Estás loco—expresó Mariana molesta—eres mi paciente, no pienso dejarte, menos en esta situación.Alessandro creyó que aquella chica debia estar muy asustada como para no querer separarse de él, quizás había encontrado en él un tipo de salvador, pero la verdad era que ella tenía su propio código, uno que no estaba dispuesta a romper con tal de salvar su vida. Mariana era el tipo de doctora de los cuales se les considera escasos, ella si tenía vocación y por ello, temía por la vida de su compañera, Lucia y también por la vida de los habitantes del pueblo que ella conocía, quería hacer algo para salvarlos de esa situación, pero no sabia exactamente que y por supuesto, también estaba la vida de ese sujeto, aunque lo había visto saltar y correr, el aspecto de su rostro indicaba que aún no se encontraba en óptimas condiciones —No pienso discutir contigo, así que has lo que estoy diciendo—insistió Alessandro ignorando su convicción, pensando que la loca ahí, en realidad era ella.—No tengo
Mariana corrió, pero no lo hizo por los disparos o porque su instinto la llevara a huir de aquella caótica escena, sino porque Alessandro la había tomado de la mano y la había llevado consigo, aunque aquello le había costado una bala sobre su brazo izquierdo. Él aprovechó ese momento de confusión para llevarla algunas calles adelante, pero se detuvo sobre una esquina para revisar los daños, había sentido la bala introducirse en su carne, pero por la adrenalina del momento no sintió dolor. —Tu casa—expreso Alessandro al ver como su camisa comenzaba a mancharse del líquido rojo que debia estar corriendo por sus venas, pero Mariana no respondió enseguida, su mente trataba de entender que era lo que había ocurrido. Ver a su amiga morir de esa forma la dejo en tal estado que al levantar la mirada y ver la sangre, no se preocupó por la herida de Alessandro y tampoco por lo que él decía, ni siquiera lo escuchaba, solo vio la calle y las casas que la rodeaban, había visto muchas veces esa c