La embistió varias veces, al principio controlando su propia fuerza para no lastimarla, pero al ver que ella estaba disfrutando así como soportando cada embestida, aplico más fuerza, toda la que tenía para arremeter una y otra vez, pero no conforme con ello, la tomo subiéndola en sus brazos a horcadas sobre su cintura para penetrarla más profundo. Mariana sintió como su coño envolvía y tallaba hasta tocar el fondo de su sexo, gimió, pero lo hizo sintiendo una mezcla entre placer y dolor, fue entonces que descubrió que por esa razón él utilizaba la dinámica de la palabra segura y al menos hasta ese punto, su instinto le grito que debia usarla en ese momento, porque la presión que sentía en su interior era demasiado para ella, pero Mariana cerro los ojos en un intento para no ceder ante lo que su cuerpo le pedía. No solo era por su propio orgullo, sino también porque quería un poco más, se dijo a sí misma que podía soportarlo y para poder desahogarse, comenzó a gemir con más fuerza.
—¡¿Qué diablos hiciste!?— le recrimino Mariana cuando su miembro perdió dureza, se alejó de él y giro en su dirección sin importarle que aún estaba desnuda, después de todo ya cogido, de hecho la cogida, la cual habría terminado bien de no ser por su estupidez de correrse dentro.—¿De qué hablas?—expreso Alec un tanto confundido.—¿Cómo de qué?—cuestiono incrédula, no podía creer lo que él estaba diciendo. Señalo su pelvis para darle una pista de su molestia, pero ya que él solo la miro desconcertado, Mariana solo soltó un suspiro—te viniste dentro.—¿Y?— pregunto él sin darle la menor importancia—tomate un anticonceptivo o algo ¿No eras doctora?—Lo soy, pero a lo que me refiero es que te pedí que te detuvieras y no lo hiciste—le reclamo moviéndose en la cama para buscar algo que ponerse—dijiste que lo harías.—No, lo que te dije fue que debías decir la palabra segura para saber que te estabas sintiendo incómoda...—No dije tu estúpida palabra segura, pero te dije que pararas—insisti
Para brindarle seguridad de que él regresaría dejo su arma, después de todo su objetivo era ir y regresar sin que nadie lo notara así que no la necesitaría. Se fue sin hacer el más mínimo ruido, abrió la puerta y la cerro con extremo cuidado para no alertar a Mariana, luego bajo las mismas escaleras por las que ella lo había ayudado a subir, pero no se atrevió a irse por la puerta principal, era demasiado peligroso, dio vuelta al bajar hasta seguir por el jardín, paso por la fuente y continuo hasta llegar a un arbol y detrás de este una pared blanca que daba hacia la calle.Subió al arbol sin ningún temor y escalo hasta estar a la altura de la pared, por suerte las ramas ocultaban su figura y gracias a la oscuridad, difícilmente alguien podría notar su presencia. Dio un salto alargado hasta poder caer justo en la anchura que dividía la casa de la calle, por suerte se sentía un poco mejor como para atreverse a realizar tales movimiento, que aunque poco peligrosos para él, de sentirse m
Él recordaba que al quitarse el disfraz en el baño y tirarlo a la basura, salió huyendo como todas las personas que pensaban que había algún incendio en el interior, pero aquella mujer peligrosa siguió su pista hasta que encontró su disfraz, por supuesto, no supo exactamente si había sido él.Tomo varias fotografías con su teléfono, no se quedaría con las manos cruzadas, nadie solía escaparse de sus manos, no pudo capturarlo ese día, pero paso más de dos semanas tratando de averiguar quien era el maldito que había conseguido asesinar a su cliente en frente de sus narices y al final de su investigación encontró el rostro de Alec, por supuesto dudo que ese fuese su nombre real, las personas como él usaban muchos nombres, pero lo identifico de esa manera.La unica alma que podia ser merecedora de piedad era un perro mal nutrido que se hallaba encogido sobre una llanta de auto vieja. En aquella colonia donde las casas, si asi se les podia llamar estaban habitadas, en su mayoria por delinc
Alessandro no sintió nada cuando vio que el hombre que lo había contratado le había disparado en la cabeza a una joven de dieciséis años después de abusar de ella. Su padre, quien lo había entrenado para aprender su oficio, le había enseñado que debía enfriar sus emociones para ser excepcional en su trabajo y así lo había hecho. Él ya no podía sentir nada al ver una injusticia, no sentía miedo, y menos compasión por nadie. Su lealtad era de aquel que pudiera pagar por sus servicios, sin importar el tipo de persona que fuese. Alzo una ceja al ver la sonrisa de satisfacción de ese mal nacido que se había obsesionado con la joven, aquel era un rico hacendado colombiano que había obtenido su número de contacto gracias a un empresario peruano que había sido su cliente dos años atrás. Alessandro aceptaba cualquier trabajo sin importar el lugar, las condiciones o quienes fuesen los afectados mientras sus clientes cumplieran su tarifa establecida y la vida de aquella chica de dieciséis años,
Alessandro miro por la ventanilla del avión privado que lo había trasladado de Colombia hacia México, ya habían aterrizado, pero los imbéciles que debían recogerlo estaban dos minutos retrasados.Dejo escapar un suspiro, le molestaba que las cosas no se hicieran a su manera y por supuesto, a tiempo. Acomodo su codo izquierdo sobre el respaldo del sillón y se toco el labio con las yemas de sus dedos, aprovecho ese momento para pensar, por supuesto no en tonterías como divagar, sino mas bien en lo que debía hacer para completar su trabajo, aunque claro no le habían dado los detalles.Para convencerlo de viajar unicamente utilizaron un método, uno que no podía fallar. Le hicieron una transferencia a un banco suizo de mas de dos millones de euros, eso basto para que quisiera tomar el trabajo y por lo poco que le habían dicho en aquel primer mensaje, se trataba de exterminar al líder de un grupo armado.Mientras meditaba, vio una camioneta oscura aproximarse hacia el hangar, torció los la
Alessandro entro a la hacienda acompañado de Don fernando, aquel hombre parecían rondar ya los cincuenta años, tenía cabellos plateados decorando los costado de su cabeza y su rostro lucia unas cuantas arrugas al igual que una que otra verruga, pero aunque era fácil dejarse llevar por su edad, Alessandro dedujo que debía ser un hombre de temer.Al pasar del vestíbulo hacia un pasillo, se encontraron con un par de sirvientas que lucían un uniforme pulcro, pero largo, quizás para no llamar la atención de los hombres armados que resguardaban el lugar. Las jóvenes detuvieron su andar y caminaron un par de pasos de reversa para pegarse al muro y ahí, inclinaron la mirada, sin atreverse a ver a Don Fernando o a su invitado.Mientras caminaban, Alessandro miro de reojo todo a su alrededor, pinturas, retratos y demás decoraciones, no porque quisiera hacerlo, sino porque era mera rutina. Al entrar a un nuevo lugar, él analizaba con un vistazo una posible salida en caso de ser necesario escapar
—Muy bien—se levantó Don Fernando mostrando una sonrisa, complacido con la atención e interés del hombre que había contratado. Sus hombres más allegados le habían dicho que había cometido un terrible error al pagar tanto por el servicio de un hombre que no le garantizaba aniquilar a sus enemigos, pero Alessandro le había inspirado cierta confianza que decidió, por el bien de su organización, dejar todo en sus manos— le daremos todo lo que necesite, le hemos preparado una habitación para usted.—Oh, no es necesario—dijo Alessandro levantándose de su lugar y alzo la ceja izquierda un tanto confundido.—Por supuesto que sí, es mi invitado—expreso Don Fernando mostrándose atento.—No puedo quedarme aquí, es mejor una habitación de hotelDon Fernando frunció el ceño confundido, pero supuso que aquel italiano tenía su modo de hacer las cosas, así como él tenía su forma de hacer las suyas.—¿Puedo preguntar por qué prefiere hospedarse en un hotel que en mi residencia?—expreso ya no para pers