—Debemos irnos de aquí—le expresó a la chica, después de un par de segundos. Mariana alzo la mirada hacia él, había descubierto sin querer que el hombre si era extranjero y había confirmado que era europeo solo con el acento en su forma de hablar, quizás por lo grave de la situación su cerebro buscaba la forma de distraerse no llorar y pensar en sí misma antes que en otros, como Lucí y las demás personas que vivían en el pueblo que conocía gracias a ese consultorio en medio—seguro volverán.Mariana asintió y se reincorporó sin hacer el menor ruido posible, pero cuando Alessandro dejo de sentir el calor que emanaba su cuerpo, lo invadieron los escalofríos de antes, solo que esta vez eran un poco más moderados que antes, estaba mejorando aunque no había recibido todo el tratamiento, debido al ataque sorpresa que estaba sufriendo el pueblo justo en ese momento, tuvo que quitarse la intravenosa sin pensarlo dos veces para evitar que también se llevaran a la chica que le había salvado la v
Alessandro se sentía débil, pero no iba a permitir que las toxinas que aún corrían por su cuerpo lo detuvieran, él no era ese tipo de persona, él nunca se rendía. Cuando la tuvo de nuevo en sus brazos, sintió un calor inexplicable en las mejillas sobre todo cuando la chica giro en su dirección y sus miradas se cruzaron. Él actuó con agilidad para bajar a la chica porque le resultaba un tanto vergonzosos que sus mejillas enrojecieran por tan poca cosa, quería pensar que ese comportamiento era por causa de su estado de salud. —Vámonos de aquí—sugirió Alessandro caminando por el callejón adelantándose un par de pasos para evitar que la joven médico viera su rostro. Mientras caminaba, mentalmente se reprendió a sí mismo por dejarse llevar por la situación de esa manera, estaba distrayéndose demasiado y eso no debia ocurrir, era un error más que no podía permitirse. Mariana se apresuró para ir a su paso, era alto y prácticamente estaba caminando a zancadas, pensó que tal vez a él no le
—Estás loco—expresó Mariana molesta—eres mi paciente, no pienso dejarte, menos en esta situación.Alessandro creyó que aquella chica debia estar muy asustada como para no querer separarse de él, quizás había encontrado en él un tipo de salvador, pero la verdad era que ella tenía su propio código, uno que no estaba dispuesta a romper con tal de salvar su vida. Mariana era el tipo de doctora de los cuales se les considera escasos, ella si tenía vocación y por ello, temía por la vida de su compañera, Lucia y también por la vida de los habitantes del pueblo que ella conocía, quería hacer algo para salvarlos de esa situación, pero no sabia exactamente que y por supuesto, también estaba la vida de ese sujeto, aunque lo había visto saltar y correr, el aspecto de su rostro indicaba que aún no se encontraba en óptimas condiciones —No pienso discutir contigo, así que has lo que estoy diciendo—insistió Alessandro ignorando su convicción, pensando que la loca ahí, en realidad era ella.—No tengo
Mariana corrió, pero no lo hizo por los disparos o porque su instinto la llevara a huir de aquella caótica escena, sino porque Alessandro la había tomado de la mano y la había llevado consigo, aunque aquello le había costado una bala sobre su brazo izquierdo. Él aprovechó ese momento de confusión para llevarla algunas calles adelante, pero se detuvo sobre una esquina para revisar los daños, había sentido la bala introducirse en su carne, pero por la adrenalina del momento no sintió dolor. —Tu casa—expreso Alessandro al ver como su camisa comenzaba a mancharse del líquido rojo que debia estar corriendo por sus venas, pero Mariana no respondió enseguida, su mente trataba de entender que era lo que había ocurrido. Ver a su amiga morir de esa forma la dejo en tal estado que al levantar la mirada y ver la sangre, no se preocupó por la herida de Alessandro y tampoco por lo que él decía, ni siquiera lo escuchaba, solo vio la calle y las casas que la rodeaban, había visto muchas veces esa c
Mariana soltó un suspiro al ver el cuerpo inconsciente de Alec, no estaba segura si ese era realmente su nombre, pero la verdad no importaba, por suerte para él, el Doctor Hurtado guardaba otro suero en su pequeña bodega en la que almacenaba más cajas de paracetamol y desparasitantes que otra cosa. Lamentablemente, los medicamentos eran escasos y su sueldo no era mucho como para invertir en comprar más para abastecer la pequeña farmacia de su consultorio, por supuesto, en el pueblo había algunas, pero por ser las únicas que proveían muchos de los medicamentos su precio era excesivo.La lluvia no había cesado, de hecho había empeorado dejando caer restos de gotas congeladas a las que se les conocía como granizo. Mariana desvío la vista del cuerpo inerte del joven extranjero para echar un vistazo de lo que sucedía afuera, pensó que tal vez el mal clima podría detener a esos criminales al menos mientras durara la tempestad, pero no estaba cien por ciento segura.Se alejó de la ventana y
Mariana se levantó huyendo de aquel tipo, asustada, no solamente porque la hubiese descubierto, sino porque noto que su miembro estaba duro como una piedra en sus bolsillos. No esperaba que en una situación así, en la que sus vidas podían estar en riesgo, ese inepto se atreviera a excitarse solo por sentirla encima de él. Ciertamente, sintió asco, pero también sintió un poco de curiosidad, era imposible ignorar que ese hombre era estúpidamente atractivo y el que ella pudiese despertar en él, ese tipo de reacción le causo cierta impresión, no era bonita o al menos así lo percibía. En su vida había tenido pocos novios, por supuesto, todo por causa de su madre. Le tenía tanto miedo a que se enterara de que tenía novio que decidió que esas relaciones únicamente podían existir dentro de la escuela mientras ella viviera con sus padres porque su madre tendía a controlar cada aspecto de su vida, aunque pocas eran las ocasiones en las que realmente se preocupaba por ella. Mariana había teni
Mariana volvió a la habitación aun impactada por lo que había visto y en su camino no se fijó por donde caminaba hasta que choco con la punta de una silla que la hizo volver a la realidad. Se fue directamente hacia la cama donde intento calmar el dolor con un ligero masaje y una vez que esa sensación se fue calmando se echó hacia atrás, no podía sacar esa imagen de su cabeza y eso le molestaba.No podía creer que eso le estuviera pasando, quien iba a imaginar que tendría que atender a un mercenario por una mordedura de serpiente justo en la habitación de la casa donde se estaba hospedando, era un momento surrealista que nadie iba a sospechar que le sucedería y menos en un pueblo que prácticamente había sido olvidado por Dios.Mariana se tuvo que levantar cuando escucho la puerta del baño abrirse y de ahí, el cuerpo semidesnudo de Alec. Ella tuvo que desviar la vista cuando vio su dorso expuesto, claramente esa vista le agradaba, no recordaba haber visto un cuerpo como el suyo, ni siqu
Trago saliva mientras miraba a Mariana, sus ojos mostraban cierto encanto que le obligo a meditar bien su situación, no podía quedarse, eso lo sabia, ponía en riesgo su reputación y lanzaba sus principios a la mierda. Él no debia entrometerse en asuntos ajenos a sus objetivos, era una de sus reglas más sagradas y nunca, desde que había tomado esa profesión se había atrevido a romperla, eso lo había mantenido vivo durante todo ese tiempo, pero esa chica frente a él tenía algo que lo hacía dudar, eso nunca le había pasado antes. ¿Por qué detenerse?Esa era la pregunta que lo inquietaba, pero aunque dentro de sí se estaba librando una batalla entre su lógica y sus deseos, todo indicaba que cumpliría lo que ella deseaba.—Si lo hago y no digo que lo haré. ¿Qué recibiré a cambio?—expuso para no mostrarse tan obvio, es decir, sentía que el simple hecho de que quisiera quedarse le restaba un poco de dignidad, puesto que todo ese tiempo se la había pasado diciendo que debia irse y que nada l