Enfrentamiento de Alfas (II)

—La verdad, Harry, es que esta pieza me la regaló alguien muy especial. —Su voz salió suave, pero segura—. No fue comprada, ni subastada. Es un detalle personal que me entregaron como... bueno, como un símbolo.

Harry ladeó la cabeza, visiblemente intrigado.

—Un símbolo, dices. ¿De qué?

Amira lo miró con una sonrisa que decía más de lo que las palabras podían expresar.

—De una conexión que no muchos podrían entender. —Respondió de manera enigmática, dejando la explicación flotando en el aire, sin revelar más de lo necesario. Sabía que esa respuesta dejaría a Harry insatisfecho, pero era todo lo que estaba dispuesta a decir en ese momento.

Ronny, viendo la intensidad del momento, decidió cambiar el tema antes de que las preguntas de Harry se volvieran demasiado personales.

—Bueno, Harry, creo que todos tenemos nuestras historias detrás de lo que usamos —dijo Ronny con una sonrisa—, pero lo importante es que cerramos el trato de esta noche y que Amira sigue siendo la reina del juego, como siempre.

Amira le lanzó una mirada agradecida a Ronny por rescatarla de una conversación que podía haber llegado a lugares incómodos.

De pronto Amira sintió cómo el ambiente cambió repentinamente, casi como si el aire mismo hubiera decidido detenerse. La energía que llenaba el lugar era inconfundible, y su piel se erizó al reconocer esa presencia. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras sus ojos buscaban inconscientemente a Ronny, quien también parecía haber notado algo inusual.

—Él está aquí. —susurró Amira, con palabras fueron una mezcla de anticipación y nerviosismo.

Ronny arqueó una ceja, claramente confundido, pero antes de que pudiera preguntar a quién se refería, la respuesta se materializó en forma de un hombre imponente que acababa de cruzar la entrada del restaurante.

David Stone. Su sola presencia dominaba la habitación, y no fue necesario que nadie lo presentara. El poderoso “Alfa de los negocios”, y más allá de eso. Era el hombre que había dejado una huella imborrable en Amira durante esas cuarenta y ocho horas en Seattle. El Sr. Stone, con su impecable traje oscuro y una mirada intensa, que irradiaba autoridad y algo más, miraba Amira, haciéndola sentir ese algo en lo más profundo de su ser, que ella todavía no lograba descifrar.

Harry Wood, sentado junto a Amira, también pareció sentir la energía que emanaba de David, y se puso alerta, aunque trató de disimularlo. Aun así, no pudo evitar observar cómo David se dirigía directamente hacia ellos, con una confianza y determinación que llenaba cada paso.

—Buenas noches —dijo David, su voz profunda resonando en el espacio, pero sus ojos, intensamente dorados, solo estaban fijos en Amira.

Ronny, siempre astuto, fue el primero en romper el silencio incómodo.

—Sr. Stone, qué sorpresa verle por aquí. —Sonrió, aunque con cierta incomodidad evidente—. ¿Qué le trae a Miami?

David, sin apartar la vista de Amira, respondió con una calma que solo aumentaba la tensión.

—Negocios, como siempre. —Finalmente, su mirada se suavizó al dirigirse a ella—. Pero también algo personal.

Amira tragó saliva, sintiendo que todo el restaurante se desvanecía a su alrededor, dejando sólo a David y a ella en ese momento cargado de electricidad.

—No esperaba verte aquí tan pronto —logró decir, su voz un poco más baja de lo que esperaba, pero manteniéndose firme.

David sonrió levemente, un gesto tan sutil que solo Amira pudo notar la intensidad detrás de él.

—Tampoco lo esperaba —admitió—. Pero algunas cosas no pueden esperar.

El ambiente entre ellos estaba cargado de algo indescriptible, una mezcla de atracción, tensión y promesas no dichas. Mientras tanto, Harry observaba la interacción con una expresión que variaba entre la curiosidad y la incomodidad, preguntándose qué rol jugaba David Stone en la vida de Amira.

Todo en David gritaba no la miren es mía, ella como siempre estaba preciosa, regia elegante y muy muy sexy. Él hizo un esfuerzo consciente por suavizar su aura dominante, sabiendo que su mera presencia ya imponía bastante. Sin embargo, no pudo evitar que su lobo, Zeus, rugiera de satisfacción al ver el anillo, su anillo, colgando del cuello de su Luna. Aunque no estaba en su dedo, saber que ella lo llevaba cerca de su corazón significaba más de lo que él podía expresar en palabras. Era una señal, aunque inconsciente por parte de Amira, de que, de alguna manera, lo había aceptado.

Observó con detenimiento cada detalle de ella: su porte elegante, su vestido que acentuaba su figura de manera impecable, y esos labios rojo pasión que hacían que todo en él quisiera reclamarla allí mismo. Pero más allá de la atracción física, lo que realmente lo cautivaba era la fortaleza interior de Amira, esa mujer que podía desafiarlo y seguir siendo la más impresionante de la sala.

Se obligó a mantener la compostura mientras sus ojos se desviaban una vez más hacia el anillo. Para cualquiera más en la sala, era solo una joya hermosa, pero para él, era mucho más: era la prueba de que el destino estaba jugando su carta, un recordatorio de que ella le pertenecía, aunque aún no lo supiera del todo.

—Me alegra ver que lo llevas contigo —dijo David suavemente, su mirada fija en el anillo mientras inclinaba ligeramente la cabeza hacia Amira.

Ella se tocó el colgante de manera instintiva, consciente del poder que ejercía sobre David en ese momento, aunque sin saber completamente por qué. Sus ojos se encontraron nuevamente, y fue como si el resto del restaurante se desvaneciera a su alrededor, quedando solo ellos dos, atrapados en una burbuja de tensión ineludible.

—Es un detalle muy hermoso, no podía dejarlo en Seattle —respondió Amira, su voz más segura de lo que esperaba, a pesar de la electricidad que sentía recorrer su cuerpo.

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