Capítulo 61. Siempre mientes.

Elizaveta

Después de la conversación con Izan, no pude evitar esa sensación de vacío en mi interior, no entendía. ¿Por qué la vida tenía que ser tan dura para mí?

Me senté en el piso, el frío del suelo de la celda se filtraba a través de mi ropa, pero el dolor en mi cuerpo era tan intenso que apenas lo notaba. Mis mejillas todavía ardían por el golpe de Dante, y mi brazo me dolía por la fuerza con la que me había agarrado.

Me quedé sentada, recostándome de la pared, pero con las piernas recogidas contra el pecho, tratando de contener las lágrimas que no dejaban de caer, por más intentos que hacía de retenerlas.

La celda estaba fría, oscura y silenciosa. El tiempo parecía haberse detenido, y yo estaba atrapada en un limbo de dolor y soledad. Mis pensamientos giraban en torno a Dante, a su ira, a su desprecio. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que me redujeran a esto?

El tiempo no pasaba en ese maldito sótano. La humedad se adhería a mi piel como un castigo silenci
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