DominicEl silencio entre nosotros se hizo espeso.Y entonces ocurrió.Me lancé hacia ella. Como una fiera. Como un demonio que se consume en su propio infierno y, hice una seña a Andru para que nos dejara solos y este salió de inmediato sin preguntar nada.La acorralé contra la pared, aprisionando su cuerpo entre el mío y el mármol helado.Ella jadeó, sorprendida. Pero no me empujó. No me golpeó.Nos quedamos así, respirando el veneno del otro.Mi frente se apoyó contra la suya. Mi voz fue un gruñido roto.—Maldita seas… me tienes obsesionado.Sus ojos se abrieron, y allí estaba… Todo.El miedo. La confusión. La rabia. Y la esperanza de que no se moría, aunque yo me empeñara en aplastarla.—¿Por qué no me dejaste allí? —preguntó con voz seria—. ¿Por qué me compraste si no valgo nada para ti?Mi mano subió, temblorosa, hasta su mandíbula.—Porque sí vales —admití en un murmullo que me supo a traición.Ella soltó una risa amarga, casi rota.—Lo disimulas muy bien.—Es mi trabajo, Trina
IzanEl olor a alcohol y desinfectante impregnaba la habitación. El médico terminó de vendar mis heridas, sus manos hábiles y rápidas, pero su expresión era grave. Dante estaba sentado a mi lado, su rostro tenso, sus ojos fijos en la pared frente a nosotros. El ambiente en la habitación era pesado, cargado de tensiones no resueltas. Mi mente estaba a kilómetros de distancia, atrapada en una maraña de pensamientos. Doloridos, sí… pero no rotos. No mientras Trina estuviera allá afuera, quizás en manos de algún bastardo.—Deben mantenerse en reposo —se escuchó la voz del médico, rompiendo el silencio—. Las heridas son profundas, y si no se cuidan, podrían infectarse. Dante gruñó, claramente molesto. —No tenemos tiempo —dijo, su voz áspera—. Hay demasiadas cosas en juego. El médico se quedó en silencio. Giré la cabeza hacia él, que permanecía sentado frente a mí, su camisa manchada de sangre seca, el rostro impenetrable.—Dante, no me parece buena la idea de que hayas encerrado a
IzanJorge, acercó más la imagen para ver mejor. —La persona que la acompaña no se dejó ver —dijo, su voz llena de frustración. —Lo sabía —murmuré—. Ese hijo de put4 sabía que podía haber cámaras. Ocultó su rostro deliberadamente.Maldije en voz baja, sintiendo la impotencia de no tener respuestas claras. Pero entonces recordé algo. —Dante—dije acercándome más—. ¿Recuerdas el desfile? Ella llegó en una motocicleta.—Claro, con ese tal Dominic Ivankov —agregó Dante.Escuchar ese nombre me heló la sangre.—Sí, es el mismo hombre que financió el evento de moda.—Claro el mismo —confirmó Jorge—. Yo tengo una información sobre él, pensé que se la había dado —expresó frunciendo el ceño, mientras empezaba a revisar carpetas digitales en su equipo.Asentí apoyando las manos en el escritorio, apretando los dientes.—Claro, fue él quien se la llevó.Una certeza se clavó en mi pecho como una daga. Ella no se había escapado, había sido un secuestro. Era algo calculado. Frío. Planeado.—Inv
ElizavetaDespués de la conversación con Izan, no pude evitar esa sensación de vacío en mi interior, no entendía. ¿Por qué la vida tenía que ser tan dura para mí?Me senté en el piso, el frío del suelo de la celda se filtraba a través de mi ropa, pero el dolor en mi cuerpo era tan intenso que apenas lo notaba. Mis mejillas todavía ardían por el golpe de Dante, y mi brazo me dolía por la fuerza con la que me había agarrado. Me quedé sentada, recostándome de la pared, pero con las piernas recogidas contra el pecho, tratando de contener las lágrimas que no dejaban de caer, por más intentos que hacía de retenerlas. La celda estaba fría, oscura y silenciosa. El tiempo parecía haberse detenido, y yo estaba atrapada en un limbo de dolor y soledad. Mis pensamientos giraban en torno a Dante, a su ira, a su desprecio. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que me redujeran a esto? El tiempo no pasaba en ese maldito sótano. La humedad se adhería a mi piel como un castigo silenci
Advertencia: Es romance oscuro que se caracteriza por tratar temas intensos y sombríos en el contexto de una relación romántica. Aquí son malos los mafiosos, no se arrastran ante la mujer y tienen pocos gestos romántico. Demuestran su amor a lo bruto. Si no les gusta este tipo de historia por favor vayan a leer otra de su agrado. Antecedentes La mafia roja, o la Bratvá, tiene sus raíces en las antiguas organizaciones criminales de Rusia que se expandieron hacia América durante el colapso de la Unión Soviética. A lo largo de los años, han consolidado su poder mediante alianzas estratégicas y una reputación temida por su brutalidad. La historia del grupo está marcada por sangrientos enfrentamientos con familias rivales y un legado de venganza que ha moldeado su cultura interna. Vor (El Padrino o Jefe): Máximo líder del grupo criminal, toma las decisiones y supervisa todas las operaciones. Pakhan: Miembros de alto rango que eligen al Vor. Élite criminal. Sovietnik (Consejero o D
Dominic Luego de aterrizar ese mismo día en la ciudad de Nueva York, el cambio para mi es radical, de la tranquilidad de mi mansión en Rusia, a la vibrante marea de luz y color de un desfile de moda en Nueva York.La primera fila es un escenario propio, donde cada gesto es observado, cada expresión analizada. Pero nadie puede leerme. Mi rostro es una máscara de serenidad inescrutable, un contraste gritante a la oscuridad que dejé tras las puertas de mi fortaleza ancestral.Sentado allí, rodeado de la elite, las cámaras y las sonrisas fabricadas, puedo sentir cómo se diluye cualquier vestigio de duda. El ruido, el bullicio, la superficialidad del glamour... Nada toca la esencia de lo que soy. Soy un depredador vestido de etiqueta, un lobo entre ovejas, y sin importar cuánto brille el mundo a mi alrededor, mi naturaleza oscura no se ve afectada."Adaptabilidad," pienso, mientras mis ojos recorren la pasarela. Esta habilidad para camuflarme entre las facetas de la sociedad es tanto mi a
Trina QuinteroEl último paso resonó como un eco en la pasarela, y con él, el tumulto de aplausos que marcaba el final de mi desempeño. La adrenalina aún latía por mis venas como una melodía frenética, mientras las luces me cegaban y los flashes capturaban cada instante fugaz de gloria. De pronto, alguien se acercó y me entregó un ramo de rosas; lo sujeté con fuerza. Las flores eran hermosas, de un rojo tan profundo que parecía beber la luz a su alrededor.Al leer la tarjeta, sentí cómo una leve corriente eléctrica recorrió mi piel."Me recordaste lo que es la belleza en un mundo oscuro. Dominic Ivankov."—Dominic Ivankov, —murmuré para mí, dejando que el nombre se repitiera en mi mente. Mi corazón, ya acelerado, saltó un compás.Nerviosa, dejé atrás el fulgor y comencé a caminar hacia el caos de bastidores, donde cada sombra parecía susurrar su nombre.Había algo en ese nombre que se sentía vagamente familiar, como si lo hubiese escuchado antes en un contexto que no lograba recordar.
Al escuchar sus palabras, sentí como si el aire se hubiera escapado de mis pulmones. Las palabras de Dante resonaban en mi cabeza, mezclándose con recuerdos borrosos de un niño de ojos amables y sonrisa reconfortante.Me dejé caer en la silla, sintiendo que el mundo giraba a mi alrededor. Las imágenes de aquel día, enterradas en lo más profundo de mi memoria, comenzaron a surgir como fantasmas del pasado.—No puede ser —murmuré, cerrando los ojos con fuerza—. Él me salvó... y yo... yo ni siquiera...—No es tu culpa, Trina —dijo Izan, su voz suave pero firme—. Eras solo una niña.Izan se acercó, arrodillándose frente a mí. Sus ojos verdes, tan parecidos a los míos, estaban llenos de preocupación.—Lo siento, hermanita. No queríamos que cargaras con ese peso.Asentí mecánicamente, incapaz de procesar completamente la información. Mi mente vagaba entre el shock de la noticia, sentía mi corazón adolorido, como si alguien le hubiese asestado una gran herida. Pese a ello, me armé de valor,