Consuelo Daza, por su parte, estaba a punto de terminar su carrera y necesitaba hacer las pasantías o prácticas, para poder culminar sus estudios de diseñadora, en una costosa universidad privada de la ciudad, los cuales había podido realizar por el esfuerzo titánico de su madre, quien al ser abandonada con su criatura en brazos, se vio en la necesidad de trabajar en otro país para costear los estudios a su hija y poderle garantizar las herramientas de una vida futura más cómoda, la que ella misma no había podido tener, pues tan solo conocía las privaciones, el exceso de trabajo y los sacrificios. La crianza de su única hija, lo había convertido en su único propósito, en una especie de apostolado.
Dos hechos hicieron posibles que Consuelo Daza, ingresara como pasante en la construcción de la casa de Don Giovanni. El administrador Michelangelo Ferrari, un primo de su madre, quien trabajaba como contador y manejaba con eficiencia los cuantiosos ingresos y gastos de don Giovanni. El supuso que podía cobrarse un favor pendiente, solicitándole al anciano y experimentado arquitecto José Miguel Mares, constructor de la lujosa mansión que el «próspero comerciante», profesión como era conocido por todos, construía en la exclusiva urbanización que era el sitio de moda de los acaudalados de la ciudad costera y que, según muchos comentarios, era una mansión de diseño y acabados exquisitos, propia de la época del renacimiento italiano y como solo aquel profesional de la arquitectura, tenía fama de poder construir. No en vano, el arquitecto tenía una larga lista de clientes esperando su turno para que le iniciara sus obras y esto abarcaba, por lo menos, un par de años hacia adelante.
Una sola obra se hacía cargo cada vez y mientras la ejecutaba, la larga lista de clientes esperaba pacientemente su turno para que le empezara la suya. c El arquitecto José Miguel Mares, se daba el lujo, dado su holgado patrimonio, de no cobrar un solo centavo mientras ejecutaba cada obra y solo al final, solicitaba los costos del monto total gastado al contador de su cliente y se liquidaba un porcentaje preestablecido, que correspondía según convenio, lo correspondiente a sus honorarios.
Al tener manos libres sobre los diseños que construía, al final el monto, siempre significaba una cifra enorme, de varios dígitos.
El otro hecho, una llamada de Orángel Daza a su jefe, pidiéndole una oportunidad para una hija nacida fuera del matrimonio, y quien estaba terminando sus estudios y necesitaba iniciar sus prácticas académicas, lo que llamaban, unas pasantías. A pesar de que nunca tuvo que ver con sus obligaciones de padre, Orángel pensó que el solo hecho de colocarla cercana a su patrón, pudiera serle útil en la trama que tenía en mente para salir de sus apuros financieros.
Por otro lado, la mirada misteriosa de la joven, desde el primer instante que se cruzó con ella por accidente, fue como si hubiese sido atravesado por un rayo a Calógero, el hijo de don Giovanni, mientras que, para él, todo el entorno y el tiempo se detuvieron, quedando su universo detenido por unos instantes. Parecía que se había congelado el binomio espacio-tiempo, sin poder moverse en el ambiente, ni siquiera una mosca.
Desde ese primer instante, ya no pudo seguir en paz y no tuvo de nuevo ningún momento de sosiego, habiendo ocupado la imagen de la muchacha todos los espacios, los pensamientos e incluso tuvo la certeza, que el simple hecho de respirar no escapaba a aquel embrujador hechizo. Pensó que era posible que se tratase de algo pasajero, sin saber, en ese momento, lo equivocado que a veces una persona puede estar.
Por su parte, Consuelo Daza había conocido, por referencias, del mal carácter de Calógero y un par de compañeras de la universidad, hablaban pestes del trato patán y desconsiderado del joven. Por otro lado, desde el primer día que lo vio en la construcción de la casa de su padre, no estaba muy segura, pero le parecía haberlo visto observándola por lo menos en un par de oportunidades con detenimiento. Si bien, no le pareció un chico horripilante, tampoco era alguien que pudiera siquiera poder llegar a quitarle el sueño.
Don Giovanni, quien en un principio le llamó la atención la propuesta de Orángel, para que la chica fuese una de sus infinitas conquistas y satisfacer sus apetitos, en un momento dado se dio cuenta de que su hijo, quien hacía mucho tiempo, miraba con desprecio a cuanta mujer se le atravesaba en la vida, todo como producto y a raíz de la mala experiencia amorosa que había vivido, no le era indiferente la hija de Orángel.
Algo que no supo que era, le hizo pensar que probablemente estaba equivocado, pero su hijo Calógero no miraba con el mismo desprecio a la nueva empleada, la hija de Orángel. Ya era sabido lo mal que trataba a todas las mujeres que conocía, por más hermosas que estuviesen, y esto comenzaba a preocuparle.
Le exigió a su hijo, que, en un tiempo prudencial, debía contraer matrimonio con alguna muchacha de las muchas que conocía dentro de su círculo de socios y amigos, pues era mal visto que entre las familias que formaban la organización, solo existía las conformadas por hogares estables, como lo mandaba la santa madre iglesia, principio establecido desde los inicios en el país del norte, por el propio “Capo di tutti capi” (jefe de todos los jefes), Lucky Luciano.
El arquitecto José Miguel Mares, al principio no estaba muy contento con tener dando vueltas por su obra a una estudiante aprendiz, pero después de un tiempo, dado el carácter reservado de la muchacha, su evidente alto coeficiente y debido a unas charlas casi diarias que tenía con ella, tomó como costumbre explicar cada nueva idea que concebía para implementarla en los acabados de la lujosa casa en construcción e incluso, algunos pequeños proyectos dentro de la misma, le ponía como tarea, los cuales Consuelo ejecutaba con la mayor diligencia e ingenio. El arquitecto José Miguel Mares descubrió, sin querer, que sentía un placer en ser didáctico y transmitir sus conocimientos a la inteligente muchacha.
El experimentado constructor, le hacía algunas correcciones y mejoras y la agregaba a la memoria que llevaba como bitácora en el avance del proyecto.Uno de los primeros encargos hacía referencia a unos jardines en un espacio interior, los cuales decidieron bautizar como «Los jardines colgantes de Babilonia», que se le ocurrió implementar en medio de dos salas dentro del espacio del área social, junto al comedor principal y donde una iluminación cenital proveniente desde el techo, a determinada hora del día, permitía el paso de la luz natural, atravesando una pequeña cascada artificial y creando el mágico efecto de un diminuto arco iris al descomponerse la luz, en el centro de ese jardín interior.Calógero, comenzó a frecuentar la obra y ya no era raro verlo a diario, cuando tiempo atrás no demostraba el más mínimo interés por cualquier cosa que tuviese que ver con esa obra y ni siquiera se aparecía por allí. Por su parte, Consuelo, en cada oportunidad que el joven trataba de abordarl
La muchacha se puso pálida por la sorpresa y su mente, rápida como el rayo, calculó en fracción de segundos, para dar una respuesta que resultara acorde con ella, pero al mismo tiempo, agradecida y que expresara lo que significaba en ese momento abandonar sus estudios.—Qué gran honor. Me deja de una sola pieza, arquitecto— Le respondió Consuelo— No sabría qué decirle en este momento. Estoy en la última etapa de mi tesis, la cual elaboro conjuntamente con dos compañeras más. Ya terminamos la primera parte y vamos a empezar a desarrollar la final, para obtener el grado. Antes de responder, quisiera plantearles a mis compañeras el caso y además, estudiar con seriedad esta generosa propuesta. Si me da un par de días, con gusto le daré la respuesta.Consuelo se reunió con sus compañeras y estas le dijeron que, si abandonaba el proyecto, sacarían su nombre de la tesis y, por otro lado, pensó en todos los sacrificios que había hecho su madre para brindarle una educación de calidad. Lo menos
Lisímaco, al año siguiente, otro 16 de julio precisamente, se dispuso a celebrar en grande el día de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, y en su fervor religioso, le estaba encomendando “coronar” el copioso envío por barco de varias toneladas de Golden Santa Marta.Para celebrar el acontecimiento, se contrató el conjunto nacido en un caserío llamado La Jagua y que estaba sonando con fuerza en toda la región y cuyos ecos llegaron incluso a muchos kilómetros, hasta la capital, en el mismo centro del país. La invitación formal sería convertida años después en unos célebres versos y cantada en la potente voz de Poncho Zuleta, en otro éxito de la música vallenata, cambiando los nombres y el sitio donde se llevó a cabo, esa legendaria celebración.Ese día, en horas de la noche, de ese mes de julio, a falta de luz eléctrica por uno de los frecuentes apagones que tenían azotada la región, se colocaron unos mechones en diferentes lugares del patio, para iluminar el amplio espacio,
Al arquitecto José Miguel Mares, le pareció curioso esa mañana cuando recibió por primera vez una llamada telefónica desde Lima, capital de un país sur americano, y no dejó de darle cierta sorpresa, lo bien informado que estaba su interlocutor, sobre varias de las obras realizadas por él y a quienes pertenecían dichas obras, pues del otro lado de la línea, la persona en cuestión manifestó que quería contactarlo para ver si era posible llegar a un acuerdo económico y convertirse en un potencial cliente en el proyecto de la construcción de su casa principal, con la cual venía soñando desde hacía un tiempo y en la que se retiraría llegado el momento en unos años con su esposa, cuando ya sus hijos se hiciesen cargo del negocio.Le comentó, sin rodeos, que después de varias consultas, todas las recomendaciones siempre coincidían finalmente con su nombre. La propuesta ofrecía carta blanca en el manejo de unos recursos ilimitados y algunos otros nombres mencionados en la conversación como re
Él, Calógero Di Vicenzo, desde muy joven se había hecho aficionado al ajedrez, tiempo en que por casualidad supo que uno de los principales directivos de un negocio rival al de su padre, era aficionado al juego ciencia y que incluso, entre su círculo más íntimo, era conocido como “El ajedrecista”, haciendo cada uno de sus movimientos, con una precisión, casi matemática.Desde ese momento, por simple curiosidad, empezó a estudiar el famoso juego ciencia. Analizaba las partidas de los grandes Maestros, incluso algunos desaparecidos hacía mucho tiempo, como el cubano José Raúl Capablanca, por ejemplo.Pensando en una solución como las que buscaba en las partidas que tenía con sus amigos y donde en sus años escolares llegó a ser campeón del colegio católico donde estudiaba y luego, compitió incluso, a nivel juvenil. Se puso a pensar: ¿qué pasaría si le proponía a esta difícil muchacha un convenio para llevar a cabo un matrimonio arreglado?Hacía mucho tiempo que no sentía nada parecido por
Nadie podría imaginar que, bajo esa hermosa y frágil apariencia, podría esconderse la fuerza telúrica de un volcán. Mientras tanto, a Consuelo Daza se le fueron encendiendo las mejillas, pasando por varias tonalidades de colores, mientras que, al mismo tiempo, por sus ojos parecían brotarle sendas llamaradas de fuego.Una furia explosiva, de la que ya Calógero había sido testigo, hizo presa de ella y se le abalanzó, pudiéndola contener a duras penas. El solo hecho de no respetar su libertad, era la más grande de las ofensas. El querer disponer de su vida, un agravio imperdonable. El tomar decisiones, sin considerar en lo más mínimo sus pensamientos, era para la más grande de las humillaciones.Tardó un tiempo en controlarse, mientras por sus mejillas se deslizaban unas ardientes lágrimas producto de la indignación que sentía.Después de la tempestad, dicen que viene la calma. Calógero trató de demostrarle que el convenio entre ambos podía ser tan solo cuestión de apariencia ante los de
Consuelo Daza le propuso a Calógero, ahora que era su novio oficial, ya que el compromiso sería anunciado con bombos y platillos en la siguiente semana, en la reunión de los más íntimos, para que le permitiera viajar a visitar a su madre.Él le exigió, como condición, que podía visitar a su madre, pero que fuese en el jet privado de la familia, un Bombardier Global 8000, para que todo estuviese controlado por ellos. Sobre viajar sin escoltas, ese punto no era negociable y se negó rotundamente, a menos de que se estuviese en cuenta otras ciertas concesiones. Si quería tener el control sobre su futura esposa, debía empezar a imponerse en algunas situaciones, desde el primer momento.Consuelo Daza, además de ser agraciada, poseía una particular inteligencia y sabía que de momento no tenía alternativa, consideraba que ya llegaría la etapa de estar mejor posicionada en el tablero de la vida.Calógero aún no lo sabía, pero ella también era una apasionada del juego ciencia y por ese breve in
Don Giovanni, quien procedía de los estratos más bajos, a pesar de haber evolucionado en su ordinario comportamiento, bastaba con limar un poco la superficie para pelar el cobre y quedar expuesta su ordinariez.Su ascenso lo había logrado, probablemente incluso, haciendo una escalera y pisando las cabezas de una montaña de sus enemigos. Ahora estaba en la cúspide del poder, sus tentáculos y relaciones se extendían a todos los niveles y un ejército de soldados era absolutamente fiel a su férrea jefatura.En la lujosa vivienda, a la derecha, un inmenso portón de cedro de doce metros de ancho, compuesto horizontalmente por pequeños tableros de madera cedro pintados de laca blanca, se enrollaba por un mecanismo sobre sí mismo, recogiéndolo a la altura del techo y daba entrada al semisótano, donde en un cómodo espacio se acomodaban media docena de vehículos de alta gama, incluyendo un Lamborghini Diablo, color rojo.A mano izquierda, una escalera con dos tramos de ocho escalones cada uno,