Nadie podría imaginar que, bajo esa hermosa y frágil apariencia, podría esconderse la fuerza telúrica de un volcán. Mientras tanto, a Consuelo Daza se le fueron encendiendo las mejillas, pasando por varias tonalidades de colores, mientras que, al mismo tiempo, por sus ojos parecían brotarle sendas llamaradas de fuego.Una furia explosiva, de la que ya Calógero había sido testigo, hizo presa de ella y se le abalanzó, pudiéndola contener a duras penas. El solo hecho de no respetar su libertad, era la más grande de las ofensas. El querer disponer de su vida, un agravio imperdonable. El tomar decisiones, sin considerar en lo más mínimo sus pensamientos, era para la más grande de las humillaciones.Tardó un tiempo en controlarse, mientras por sus mejillas se deslizaban unas ardientes lágrimas producto de la indignación que sentía.Después de la tempestad, dicen que viene la calma. Calógero trató de demostrarle que el convenio entre ambos podía ser tan solo cuestión de apariencia ante los de
Consuelo Daza le propuso a Calógero, ahora que era su novio oficial, ya que el compromiso sería anunciado con bombos y platillos en la siguiente semana, en la reunión de los más íntimos, para que le permitiera viajar a visitar a su madre.Él le exigió, como condición, que podía visitar a su madre, pero que fuese en el jet privado de la familia, un Bombardier Global 8000, para que todo estuviese controlado por ellos. Sobre viajar sin escoltas, ese punto no era negociable y se negó rotundamente, a menos de que se estuviese en cuenta otras ciertas concesiones. Si quería tener el control sobre su futura esposa, debía empezar a imponerse en algunas situaciones, desde el primer momento.Consuelo Daza, además de ser agraciada, poseía una particular inteligencia y sabía que de momento no tenía alternativa, consideraba que ya llegaría la etapa de estar mejor posicionada en el tablero de la vida.Calógero aún no lo sabía, pero ella también era una apasionada del juego ciencia y por ese breve in
Don Giovanni, quien procedía de los estratos más bajos, a pesar de haber evolucionado en su ordinario comportamiento, bastaba con limar un poco la superficie para pelar el cobre y quedar expuesta su ordinariez.Su ascenso lo había logrado, probablemente incluso, haciendo una escalera y pisando las cabezas de una montaña de sus enemigos. Ahora estaba en la cúspide del poder, sus tentáculos y relaciones se extendían a todos los niveles y un ejército de soldados era absolutamente fiel a su férrea jefatura.En la lujosa vivienda, a la derecha, un inmenso portón de cedro de doce metros de ancho, compuesto horizontalmente por pequeños tableros de madera cedro pintados de laca blanca, se enrollaba por un mecanismo sobre sí mismo, recogiéndolo a la altura del techo y daba entrada al semisótano, donde en un cómodo espacio se acomodaban media docena de vehículos de alta gama, incluyendo un Lamborghini Diablo, color rojo.A mano izquierda, una escalera con dos tramos de ocho escalones cada uno,
Era evidente que sus movimientos, a pesar de los cuidados que se tenían, eran seguidos al milímetro. Los asociados en esa región, rápidamente iniciaron labores de inteligencia. Aparentemente, el agente de la DEA y marido de su exnovia, Fidelina María Quinterini, estaba detrás de toda la operación, pero no existían pistas sobre cuál era la ubicación exacta de su esposa. La noticia había sido manejada con muy bajo perfil y ni siquiera trascendió a los medios de comunicación social.Calógero se puso en contacto con sus relacionados en esa región y les recomendó, como de alta prioridad, el rescate inmediato de su esposa sin ningún rasguño. En caso contrario, se comenzaría una guerra y represalias de gravísimas consecuencias para las partes implicadas.Calógero Di Vicenzo, a pesar de los esfuerzos que hacía, no dejaba de sentir una furia interna que le carcomía las entrañas. No podía permitir, además, que pusieran en entredicho su autoridad y este hecho se convertía en la primera prueba par
Después de aquel desafortunado hecho, Calógero se encontraba terriblemente contrariado y esta vez hizo que a su esposa la siguiera todo un enjambre de mujeres de servicio encargadas de su bienestar y cuidado. Cuando le hubo pasado un poco el mal genio, su mujer le pidió que llevara a su madre a un lugar más cerca, para ella estar más tranquila, pues ese en realidad había sido el motivo de su viaje.Por otro lado, tampoco quería que ella siguiera trabajando como mujer de servicio, en la casa de aquella periodista, reconocida a nivel internacional y donde ya llevaba un cuarto de siglo trabajando como interna, aunque realmente, el producto de su sacrificio fue invertido de una manera valiosa y le había servido para costear la mejor preparación en los estudios a su única hija.Ya un poco más calmado, el argumento de Consuelo Daza le pareció razonable e hizo los arreglos necesarios para que
Transcurrían los convulsionados años de la década de los setenta. En los comienzos de este período, se habían separado los Beatles, estaban de moda los pantalones, bota de campana, los zapatos con unas plataformas enormes y aún los jóvenes no se sacaban las cejas, ni un ruido que con el tiempo llegaría a llamarse reggaetón, había contaminado el ambiente.Una serie de situaciones adversas que últimamente se conjugaban habían colocado a Orángel Daza, en un escenario bastante complejo. El arribo y captura por las fuerzas especiales del ejército de la pista de aterrizaje ubicada hacia las estribaciones de la Sierra Nevada y desde donde salían los mayores despachos, aunado al decomiso de dos de sus mayores barcos, lo complicaban en la entrega puntual de los cargamentos comprometidos y ya las deudas causadas por los reveses de la operación, rápidamente lo colocaban en dificultades con sus jefe inmediato y peor aún, con los del norte, quienes ya veían con preocupación la ruta que por mucho t
Consuelo Daza, por su parte, estaba a punto de terminar su carrera y necesitaba hacer las pasantías o prácticas, para poder culminar sus estudios de diseñadora, en una costosa universidad privada de la ciudad, los cuales había podido realizar por el esfuerzo titánico de su madre, quien al ser abandonada con su criatura en brazos, se vio en la necesidad de trabajar en otro país para costear los estudios a su hija y poderle garantizar las herramientas de una vida futura más cómoda, la que ella misma no había podido tener, pues tan solo conocía las privaciones, el exceso de trabajo y los sacrificios. La crianza de su única hija, lo había convertido en su único propósito, en una especie de apostolado.Dos hechos hicieron posibles que Consuelo Daza, ingresara como pasante en la construcción de la casa de Don Giovanni. El administrador Michelangelo Ferrari, un primo de su madre, quien trabajaba como contador y manejaba con eficiencia los cuantiosos ingresos y gastos de don Giovanni. El supu
El experimentado constructor, le hacía algunas correcciones y mejoras y la agregaba a la memoria que llevaba como bitácora en el avance del proyecto.Uno de los primeros encargos hacía referencia a unos jardines en un espacio interior, los cuales decidieron bautizar como «Los jardines colgantes de Babilonia», que se le ocurrió implementar en medio de dos salas dentro del espacio del área social, junto al comedor principal y donde una iluminación cenital proveniente desde el techo, a determinada hora del día, permitía el paso de la luz natural, atravesando una pequeña cascada artificial y creando el mágico efecto de un diminuto arco iris al descomponerse la luz, en el centro de ese jardín interior.Calógero, comenzó a frecuentar la obra y ya no era raro verlo a diario, cuando tiempo atrás no demostraba el más mínimo interés por cualquier cosa que tuviese que ver con esa obra y ni siquiera se aparecía por allí. Por su parte, Consuelo, en cada oportunidad que el joven trataba de abordarl