Desde ese día, Calógero se dispuso a aprender todo lo necesario relacionado con la crianza, sobre todo, de un infante de cinco años. Lo hizo con verdadera devoción, de tal manera que a Consuelo no le quedó otra alternativa que admitirlo, y que realmente había puesto empeño en ello. Con el paso de los días pensó seriamente en considerar si valdría la pena darle una segunda oportunidad a su esposo. No estaba segura del todo, pero por lo menos ya admitía el reflexionar al respecto y eso podía considerarse un avance.
A pesar de que en lo personal avanzaba aparentemente favorable, Calógero no perdía el contacto con los negocios. Por el contrario, las noticias que le llegaban de América no eran del todo buenas. Una parte de la organización que se mantenía clandestina era el jefe de esa rama, alguien muy inteligente para todo lo relacionado con el mal.
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Salvatore Miliani, previa extensas conversaciones con Calógero, consideraron que, para fortalecer el negocio, debían unir los intereses con los grupos ilegales subversivos internos y ambas partes llegar a una media conveniente para lado y lado. Decidieron en principio llegar a unas arriesgadas alianzas con algunos de esos grupos armados que luchaban en la clandestinidad con el gobierno legalmente establecido.Estos grupos de una supuesta lucha política, fuertemente armados, estaban a su vez divididos en varias facciones y mantenían vínculos no declarados, con transnacionales de varias tendencias ideológicas, pero que, dado su notable crecimiento y el reclutamiento creciente y sistemático de miembros que venía realizando, ya conformaban un importante número de elementos con quien contar, pues en número y armamento conformaban casi un ejército no formal. Ya era un asunto que realmente se debía c
Una vez que dejó todo organizado y habiendo pactado acuerdos importantes con Consuelo Daza, se trasladó con ella de Siracusa a Roma en el jet Bombardier Global 8000 de la familia.De Roma seguiría directo a Madrid, para sostener una reunión con un subordinado de la organización, que era el director en la operación europea, y al día siguiente, en viaje sin escalas, hasta la capital del país Sur Americano, donde tendría reunión personal con su Consiglieri. Había pasado un par de meses en el viejo continente, pero le había parecido todo un siglo y debía de iniciar, de inmediato, la actualización de todo lo relacionado con la organización y los pormenores del negocio.En el viaje de retorno, Consuelo acompañó a Calógero hasta Roma y una vez que lo hubo despedido, por ser septiembre,Consuelo Dazadecidió subir hacia el nort
Una década atrás, en la región norte del país, ubicada hacia el caribe, un grupo que en unos años tuvo cierta relevancia, siendo reconocida la época como “La bonanza marimbera”. Ésta, como el juego de la oca, había sido una prueba superada y luego dejada rezagada suficientemente hasta casi ser borrados por completo del mapa de esa línea de negocios y que se encontraban clasificados dentro de esa misma tipología, no teniendo otra alternativa para sobrevivir, que ponerse al servicio de la organización emergente, la cual era mucho más poderosa.A comienzos de los años setenta, había alcanzado una notabilidad para ser tenido en cuenta dentro de la variedad de ese espectro, por los volúmenes de mercancía y por los cuantiosos ingresos que se movilizaban.Esos ingresos habían alcanzado niveles realmente escandalosos. Este movimiento, como se hab&i
Calógero Di Vicenzo llamaba mínimo, dos veces al día, a Consuelo Daza a Siracusa, en Sicilia. El, en su poco más de tres décadas de existencia, había logrado una serie de metas que al principio le parecieron imposibles, pero que, en un despliegue de audacia y férrea disciplina, había logrado cumplirlas. Al reflexionar sobre ello, llegó a comprobar que no había sido tan complicado después de todo, solo era «Una cuestión de precisión» como lo había escuchado en una frase de una película de Denzel Washington, Jr. donde conduce un tren desbocado.Incluso el amor, el sentimiento que creyó negado para sí y que lo había destruido en su juventud y el cual pensó que no lo encontraría de nuevo, ahora, le daba alas invisibles para volar por encima de cualquier adversidad.Es cierto que una relación a distancia no es para na
La muerte de Don Giovanni Di Vicenzo, sobrevino tal como se presentía. No quiso moverse de la hacienda donde vivía y más bien a toda prisa, fueron construidas y adaptadas las instalaciones con los equipos más modernos existentes en el mercado, para asistir al anciano.A pesar de que se trajeron a los mejores oncólogos especialistas del país, incluyendo a quien era una eminencia y amigo de infancia de Salvatore, el doctor Morales Blanco, en otras palabras, lo mejor que el dinero pudo contratar, el implacable mal, avanzó sin contemplaciones y en poco tiempo lo redujo, dejándolo indefenso y solo, a las puertas del sepulcro.Dados sus principios católicos, apostólicos y romanos, alcanzó a confesarse por última vez y el propio señor Obispo, amigo personal y confidente por muchos años, lo asistió en sus últimos momentos imponiéndole, incluso, los santos &oac
Transcurrían los convulsionados años de la década de los setenta. En los comienzos de este período, se habían separado los Beatles, estaban de moda los pantalones, bota de campana, los zapatos con unas plataformas enormes y aún los jóvenes no se sacaban las cejas, ni un ruido que con el tiempo llegaría a llamarse reggaetón, había contaminado el ambiente.Una serie de situaciones adversas que últimamente se conjugaban habían colocado a Orángel Daza, en un escenario bastante complejo. El arribo y captura por las fuerzas especiales del ejército de la pista de aterrizaje ubicada hacia las estribaciones de la Sierra Nevada y desde donde salían los mayores despachos, aunado al decomiso de dos de sus mayores barcos, lo complicaban en la entrega puntual de los cargamentos comprometidos y ya las deudas causadas por los reveses de la operación, rápidamente lo colocaban en dificultades con sus jefe inmediato y peor aún, con los del norte, quienes ya veían con preocupación la ruta que por mucho t
Consuelo Daza, por su parte, estaba a punto de terminar su carrera y necesitaba hacer las pasantías o prácticas, para poder culminar sus estudios de diseñadora, en una costosa universidad privada de la ciudad, los cuales había podido realizar por el esfuerzo titánico de su madre, quien al ser abandonada con su criatura en brazos, se vio en la necesidad de trabajar en otro país para costear los estudios a su hija y poderle garantizar las herramientas de una vida futura más cómoda, la que ella misma no había podido tener, pues tan solo conocía las privaciones, el exceso de trabajo y los sacrificios. La crianza de su única hija, lo había convertido en su único propósito, en una especie de apostolado.Dos hechos hicieron posibles que Consuelo Daza, ingresara como pasante en la construcción de la casa de Don Giovanni. El administrador Michelangelo Ferrari, un primo de su madre, quien trabajaba como contador y manejaba con eficiencia los cuantiosos ingresos y gastos de don Giovanni. El supu
El experimentado constructor, le hacía algunas correcciones y mejoras y la agregaba a la memoria que llevaba como bitácora en el avance del proyecto.Uno de los primeros encargos hacía referencia a unos jardines en un espacio interior, los cuales decidieron bautizar como «Los jardines colgantes de Babilonia», que se le ocurrió implementar en medio de dos salas dentro del espacio del área social, junto al comedor principal y donde una iluminación cenital proveniente desde el techo, a determinada hora del día, permitía el paso de la luz natural, atravesando una pequeña cascada artificial y creando el mágico efecto de un diminuto arco iris al descomponerse la luz, en el centro de ese jardín interior.Calógero, comenzó a frecuentar la obra y ya no era raro verlo a diario, cuando tiempo atrás no demostraba el más mínimo interés por cualquier cosa que tuviese que ver con esa obra y ni siquiera se aparecía por allí. Por su parte, Consuelo, en cada oportunidad que el joven trataba de abordarl