Consuelo Daza le propuso a Calógero, ahora que era su novio oficial, ya que el compromiso sería anunciado con bombos y platillos en la siguiente semana, en la reunión de los más íntimos, para que le permitiera viajar a visitar a su madre.Él le exigió, como condición, que podía visitar a su madre, pero que fuese en el jet privado de la familia, un Bombardier Global 8000, para que todo estuviese controlado por ellos. Sobre viajar sin escoltas, ese punto no era negociable y se negó rotundamente, a menos de que se estuviese en cuenta otras ciertas concesiones. Si quería tener el control sobre su futura esposa, debía empezar a imponerse en algunas situaciones, desde el primer momento.Consuelo Daza, además de ser agraciada, poseía una particular inteligencia y sabía que de momento no tenía alternativa, consideraba que ya llegaría la etapa de estar mejor posicionada en el tablero de la vida.Calógero aún no lo sabía, pero ella también era una apasionada del juego ciencia y por ese breve in
Don Giovanni, quien procedía de los estratos más bajos, a pesar de haber evolucionado en su ordinario comportamiento, bastaba con limar un poco la superficie para pelar el cobre y quedar expuesta su ordinariez.Su ascenso lo había logrado, probablemente incluso, haciendo una escalera y pisando las cabezas de una montaña de sus enemigos. Ahora estaba en la cúspide del poder, sus tentáculos y relaciones se extendían a todos los niveles y un ejército de soldados era absolutamente fiel a su férrea jefatura.En la lujosa vivienda, a la derecha, un inmenso portón de cedro de doce metros de ancho, compuesto horizontalmente por pequeños tableros de madera cedro pintados de laca blanca, se enrollaba por un mecanismo sobre sí mismo, recogiéndolo a la altura del techo y daba entrada al semisótano, donde en un cómodo espacio se acomodaban media docena de vehículos de alta gama, incluyendo un Lamborghini Diablo, color rojo.A mano izquierda, una escalera con dos tramos de ocho escalones cada uno,
Era evidente que sus movimientos, a pesar de los cuidados que se tenían, eran seguidos al milímetro. Los asociados en esa región, rápidamente iniciaron labores de inteligencia. Aparentemente, el agente de la DEA y marido de su exnovia, Fidelina María Quinterini, estaba detrás de toda la operación, pero no existían pistas sobre cuál era la ubicación exacta de su esposa. La noticia había sido manejada con muy bajo perfil y ni siquiera trascendió a los medios de comunicación social.Calógero se puso en contacto con sus relacionados en esa región y les recomendó, como de alta prioridad, el rescate inmediato de su esposa sin ningún rasguño. En caso contrario, se comenzaría una guerra y represalias de gravísimas consecuencias para las partes implicadas.Calógero Di Vicenzo, a pesar de los esfuerzos que hacía, no dejaba de sentir una furia interna que le carcomía las entrañas. No podía permitir, además, que pusieran en entredicho su autoridad y este hecho se convertía en la primera prueba par
Después de aquel desafortunado hecho, Calógero se encontraba terriblemente contrariado y esta vez hizo que a su esposa la siguiera todo un enjambre de mujeres de servicio encargadas de su bienestar y cuidado. Cuando le hubo pasado un poco el mal genio, su mujer le pidió que llevara a su madre a un lugar más cerca, para ella estar más tranquila, pues ese en realidad había sido el motivo de su viaje.Por otro lado, tampoco quería que ella siguiera trabajando como mujer de servicio, en la casa de aquella periodista, reconocida a nivel internacional y donde ya llevaba un cuarto de siglo trabajando como interna, aunque realmente, el producto de su sacrificio fue invertido de una manera valiosa y le había servido para costear la mejor preparación en los estudios a su única hija.Ya un poco más calmado, el argumento de Consuelo Daza le pareció razonable e hizo los arreglos necesarios para que
En vista de los hechos, Calógero amenazó con retirarle la seguridad a su madre y a su mejor amiga Antonella, que seguramente estarían bajo la mira de sus enemigos, quienes no dudarían por un segundo en hacerles daño, como una manera de darle un golpe bajo atacándolo por el lado más vulnerable y que, en ese caso, solo ella sería la responsable, por mostrar un comportamiento tan infantil e inmaduro.Consuelo, por su lado, le reclamó que, si bien ella podía fingir ser su esposa para cumplir con el contrato, él no podía cortarle sus alas de libertad y mantenerla encerrada en una especie de jaula de oro.Finalmente, ya un poco calmado, Calógero reconoció que quizás podía ceder un poco y pactar algunos acuerdos de parte y parte, pero necesitaba que ella también hiciese concesiones y se comportara como toda una dama y que no lo avergonzara ante sus conocidos
Dado su carácter rebelde y obstinado, nuevamente estuvo pensando en el tema de trabajar por unas horas, para matar el aburrimiento y las largas horas en las que no pasaba su marido en la casa. Por lo menos, mientras él estaba, practicaba el deporte de llevarle la contraria en todo, hasta que generalmente lo hacía salir de sus casillas. Cuando no tenía temas opuestos, le preguntaba la hora y la diferencia de cinco minutos entre la suya y la de él, lo tomaba como excusa para iniciar la discusión.Al llamar al número de la tarjeta, esta vez no la atendió la mujer a quien había conocido esa noche, sino alguien que se identificó como la socia y de nombre, Fidelina María. Consuelo aún no lo sabía, pero había sido la novia que había traicionado tiempo atrás a su esposo y que se había fugado con el policía de la DEA, quien secretamente le calentaba el oído. Fidelina poseía una astucia extraordinaria y había tramado la manera de llegar hasta ella, de una manera sagaz y tangencial, par
Calógero, invitó a su amigo de infancia, Salvatore Miliani, con quien había compartido las aulas del Colegio Salesiano de la ciudad y quien ahora era un brillante abogado egresado de la prestigiosa universidad Externado de Colombia, lugar de donde egresaban la mayoría de magistrados de la república.Además, con un postgrado en finanzas en Harvard, donde se había graduado «Summa cum laude» es decir, con todos los honores y a quien tenía como candidato para que fuese el “Consiglieri” de la familia, llegado el momento. Una de sus especialidades consistía en ser un experto en esconder grandes sumas de dinero.Los recuerdos de Calógero Di Vicenzo, referentes a su amigo, se remontan a los primeros años escolares en la primaria, pero a veces se confundían con los sueños y se empantanan con el paso del tiempo, en los surcos intrincados de la memoria.Pero Calógero estaba casi seguro, que esta historia empezó desde esos años y a veces salían a la superf
El lugar que escogió Calógero Di Vicenzo para la charla fue una zona supuestamente neutral, pero él conocía perfectamente al dueño y su seguridad estaba garantizada.Fidelina María, con unos movimientos felinos, enfundada en unas zapatillas de tacón aguja de la firma de Prada, atravesó la puerta de vidrio de la entrada y caminó por el centro del pasillo. Apareció luciendo un modelo de Karl Lagerfeld que le quedaba estupendo y que resaltaba sus formas de la mejor manera. El genial diseñador alemán, de alguna manera, sobresalía las que se necesitaban y atenuaba las que no.Debía admitir, además, que su entrenador personal realmente estaba haciendo un buen trabajo y que uno que otro retoque con un prestigioso cirujano plástico en Buenos Aires, el doctor Amésquita, amigo de Calógero de infancia, hizo el resto.Pidió un frapp&e