Capítulo 16

El lugar que escogió Calógero Di Vicenzo para la charla fue una zona supuestamente neutral, pero él conocía perfectamente al dueño y su seguridad estaba garantizada.

Fidelina María, con unos movimientos felinos, enfundada en unas zapatillas de tacón aguja de la firma de Prada, atravesó la puerta de vidrio de la entrada y caminó por el centro del pasillo. Apareció luciendo un modelo de Karl Lagerfeld que le quedaba estupendo y que resaltaba sus formas de la mejor manera. El genial diseñador alemán, de alguna manera, sobresalía las que se necesitaban y atenuaba las que no.

Debía admitir, además, que su entrenador personal realmente estaba haciendo un buen trabajo y que uno que otro retoque con un prestigioso cirujano plástico en Buenos Aires, el doctor Amésquita, amigo de Calógero de infancia, hizo el resto.

Pidió un frapp&e

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