Con el anciano cura Reinaldi, en poco tiempo, habían consolidado una buena amistad y compartían el buen gusto por el arte y la literatura. Él le había elaborado una lista con los títulos y autores para seguir cimentando una buena formación en esa área. Cada determinado tiempo, el anciano sacerdote le daba en préstamo las obras de los clásicos universales pertenecientes a la bien dotada biblioteca de la parroquia.
Se preocupaba por anexarle algunas fichas donde le planteaba algunos puntos de vista, para ser considerados en las conversaciones que tendrían a futuro en las tardes dominicales, bebiendo una recién hecha, taza de café Juan Valdés, empaque que era enviado cada tres meses por un antiguo amigo desde la ciudad de Medellín, Colombia. Este era el jefe de un poderoso clan de esa ciudad.
Conversaban sobre los diferentes puntos de vista de los autores recién leídos por ella. Los debates adquirían unas conclusiones épicas. Esta formación había llegado a ser de
Del otro bando, también se llevaron a dos importantes jefes y una reunión secreta se realizó con premura para tratar de disminuir la violencia y en lo posible, pactar una paz relativa y acordar el reparto de mercados y rutas, incluyendo una nueva que se estaba adquiriendo un valor extraordinario, consolidando a Sur África dentro del esquema. Era obvio que, dado que gozaban de una fortaleza muy similar, era muy difícil que un clan superara al otro a corto plazo.Mientras tanto, por otro lado, y a miles de kilómetros, Consuelo Daza ocupaba su tiempo en el negocio de exportación de aceite de oliva hasta el continente. Además, poco a poco y dado su inquieto y creativo carácter, consiguió unos buenos artesanos y trabajadores de la construcción y empezó a incursionar con ellos, bajo su estricta e impecable inspección, en la actividad de remodelaciones. Puso en práctica sus conocimiento
Por su lado, Salvatore consideró, que era una buena excusa para intentar acercarse hasta el distante sitio donde estaba Consuelo Daza y la oportunidad era perfecta. Podría aprovechar los días que Alejandro visitaba su tío en Viterbo, para darse una discreta escapada hasta Siracusa.Una vez planificado el viaje, no quiso usar el jet de la familia, el cual siempre que lo necesitara estaba a su disposición, por el contrario, lo hizo por una línea comercial, para tratar de hacer el recorrido del viaje, lo más discreto posible. Le dijo a Calógero que estaba poniendo todo en orden, pues hacía mucho tiempo que no se tomaba unos días de descanso y que se tomaría dos o tres semanas aprovechando ahora que la guerra con el otro clan, había logrado un cierto punto de equilibrio.Le dijo que había invitado a un amigo de infancia con quien se veía cada determinado tiempo en persona, de tal manera de poder compartir unos días en Europa con su amigo de Buenos Aires y de esa forma, además de descansar,
A un lado de la rueda de danzarines, vendían unas cervezas bien heladas, cubiertas por una muy fina capa de hielo, por las que les llamaban a las botellas de vidrio blanquecinas por el frío, «vestidas de novia» y decidieron refrescar el calor de esa hora, por lo menos con un par de ellas. Estas se transformaron en más de media docena cada uno, entusiasmados por el sonido cadencioso, el frenesí del baile, la hoguera en el medio del círculo de danzantes y el reflejo plateado de la luna que iluminaba la noche y dejaba un rastro plateado en las suaves aguas del mar cercano.Al llegar al hotel de regreso, habiendo quedado en habitaciones contiguas, Salvatore Miliani, según contaba, comenzó a plantearse la duda metódica, “¿Le tocaré la puerta?”.La imprudencia, propia de los efectos etílicos, hizo el resto. A pesar de la semiinconsciencia, al caerle con el primer bes
El vuelo, de más de nueve horas desde la capital del país sudamericano hasta la entrada a Europa, estuvo sin contratiempos. Con uno que otro coqueteo con la hermosa y rubia aeromoza de a bordo por parte de Alexander Defilippis, quien no perdía el tiempo para tirar lances a cualquiera que se le atravesase, especialmente si era hermosa y por lo general, con ese ego gigante que lo acompañaba, algo muy extraño en un argentino y quien, por lo general, cuál diestro sastre, no solía dar puntada sin dedal.Para la tercera taza de café brindado, en un pequeño pedazo de papel con el logo de la aerolínea, le llegó también escrito a mano, el nombre y teléfono de la hermosa aeromoza.En el trayecto, los amigos aprovecharon para conversar sobre algunos temas y llenar las páginas de sus agendas que permanecían en blanco.Habían decidido permanecer un par de dí
Una vez instalado en el Hotel Minareto, solicitó a la recepcionista que le consiguiera una cita con una profesional de la decoración, quien tenía una pequeña, pero muy acogedora oficina en el centro de la ciudad, para encargarle la decoración de un nuevo negocio que instalaría la compañía que representaba. Esta compañía era una de las de su amigo Alejandro.Hoy en día, cualquiera que sepa buscar, encuentra cualquier cosa por internet y estaba seguro de que Consuelo Daza, por lo menos, buscaría de qué se trataba todo y quienes eran sus potenciales clientes. Al ser una firma cuya oficina principal quedaba en Buenos Aires, pensó que quizás esa mampara pudiera acercarle sin causarle ningún temor y garantizarle su anonimato hasta último momento, si era así que ella quería conservarse. Todas estas elucubraciones se daban en su cabeza, pues aún
Dada la hora, Consuelo le pidió que almorzaran como seres normales y civilizados, pero que conversaran sobre nada que tuviese que ver con tomar decisiones inmediatas. Que disfrutaran como personas, de la deliciosa combinación gourmet de “Mar y tierra”, que en aquel lugar con vista privilegiada al Mediterráneo y que alcanzaba quilates importantes. No en vano había ganado ya un par de estrellas Michelín y se rumoreaba, incluso, que eran candidatos para la tercera estrella.Ella le pidió que era fundamental que conversaran sobre su hijo, a quien ella le había dedicado, en compensación a los cambios favorables en su vida, gran parte de su tiempo libre.Una competente institutriz se encargaba de su sólida educación, haciendo énfasis en las bellas artes, por la facilidad para los idiomas de lo que aparentemente había heredado de su madre y otra serie de valores que ella considerab
Transcurrían los convulsionados años de la década de los setenta. En los comienzos de este período, se habían separado los Beatles, estaban de moda los pantalones, bota de campana, los zapatos con unas plataformas enormes y aún los jóvenes no se sacaban las cejas, ni un ruido que con el tiempo llegaría a llamarse reggaetón, había contaminado el ambiente.Una serie de situaciones adversas que últimamente se conjugaban habían colocado a Orángel Daza, en un escenario bastante complejo. El arribo y captura por las fuerzas especiales del ejército de la pista de aterrizaje ubicada hacia las estribaciones de la Sierra Nevada y desde donde salían los mayores despachos, aunado al decomiso de dos de sus mayores barcos, lo complicaban en la entrega puntual de los cargamentos comprometidos y ya las deudas causadas por los reveses de la operación, rápidamente lo colocaban en dificultades con sus jefe inmediato y peor aún, con los del norte, quienes ya veían con preocupación la ruta que por mucho t
Consuelo Daza, por su parte, estaba a punto de terminar su carrera y necesitaba hacer las pasantías o prácticas, para poder culminar sus estudios de diseñadora, en una costosa universidad privada de la ciudad, los cuales había podido realizar por el esfuerzo titánico de su madre, quien al ser abandonada con su criatura en brazos, se vio en la necesidad de trabajar en otro país para costear los estudios a su hija y poderle garantizar las herramientas de una vida futura más cómoda, la que ella misma no había podido tener, pues tan solo conocía las privaciones, el exceso de trabajo y los sacrificios. La crianza de su única hija, lo había convertido en su único propósito, en una especie de apostolado.Dos hechos hicieron posibles que Consuelo Daza, ingresara como pasante en la construcción de la casa de Don Giovanni. El administrador Michelangelo Ferrari, un primo de su madre, quien trabajaba como contador y manejaba con eficiencia los cuantiosos ingresos y gastos de don Giovanni. El supu