A un lado de la rueda de danzarines, vendían unas cervezas bien heladas, cubiertas por una muy fina capa de hielo, por las que les llamaban a las botellas de vidrio blanquecinas por el frío, «vestidas de novia» y decidieron refrescar el calor de esa hora, por lo menos con un par de ellas. Estas se transformaron en más de media docena cada uno, entusiasmados por el sonido cadencioso, el frenesí del baile, la hoguera en el medio del círculo de danzantes y el reflejo plateado de la luna que iluminaba la noche y dejaba un rastro plateado en las suaves aguas del mar cercano.
Al llegar al hotel de regreso, habiendo quedado en habitaciones contiguas, Salvatore Miliani, según contaba, comenzó a plantearse la duda metódica, “¿Le tocaré la puerta?”.
La imprudencia, propia de los efectos etílicos, hizo el resto. A pesar de la semiinconsciencia, al caerle con el primer bes
El vuelo, de más de nueve horas desde la capital del país sudamericano hasta la entrada a Europa, estuvo sin contratiempos. Con uno que otro coqueteo con la hermosa y rubia aeromoza de a bordo por parte de Alexander Defilippis, quien no perdía el tiempo para tirar lances a cualquiera que se le atravesase, especialmente si era hermosa y por lo general, con ese ego gigante que lo acompañaba, algo muy extraño en un argentino y quien, por lo general, cuál diestro sastre, no solía dar puntada sin dedal.Para la tercera taza de café brindado, en un pequeño pedazo de papel con el logo de la aerolínea, le llegó también escrito a mano, el nombre y teléfono de la hermosa aeromoza.En el trayecto, los amigos aprovecharon para conversar sobre algunos temas y llenar las páginas de sus agendas que permanecían en blanco.Habían decidido permanecer un par de dí
Una vez instalado en el Hotel Minareto, solicitó a la recepcionista que le consiguiera una cita con una profesional de la decoración, quien tenía una pequeña, pero muy acogedora oficina en el centro de la ciudad, para encargarle la decoración de un nuevo negocio que instalaría la compañía que representaba. Esta compañía era una de las de su amigo Alejandro.Hoy en día, cualquiera que sepa buscar, encuentra cualquier cosa por internet y estaba seguro de que Consuelo Daza, por lo menos, buscaría de qué se trataba todo y quienes eran sus potenciales clientes. Al ser una firma cuya oficina principal quedaba en Buenos Aires, pensó que quizás esa mampara pudiera acercarle sin causarle ningún temor y garantizarle su anonimato hasta último momento, si era así que ella quería conservarse. Todas estas elucubraciones se daban en su cabeza, pues aún
Dada la hora, Consuelo le pidió que almorzaran como seres normales y civilizados, pero que conversaran sobre nada que tuviese que ver con tomar decisiones inmediatas. Que disfrutaran como personas, de la deliciosa combinación gourmet de “Mar y tierra”, que en aquel lugar con vista privilegiada al Mediterráneo y que alcanzaba quilates importantes. No en vano había ganado ya un par de estrellas Michelín y se rumoreaba, incluso, que eran candidatos para la tercera estrella.Ella le pidió que era fundamental que conversaran sobre su hijo, a quien ella le había dedicado, en compensación a los cambios favorables en su vida, gran parte de su tiempo libre.Una competente institutriz se encargaba de su sólida educación, haciendo énfasis en las bellas artes, por la facilidad para los idiomas de lo que aparentemente había heredado de su madre y otra serie de valores que ella considerab
Transcurrían los convulsionados años de la década de los setenta. En los comienzos de este período, se habían separado los Beatles, estaban de moda los pantalones, bota de campana, los zapatos con unas plataformas enormes y aún los jóvenes no se sacaban las cejas, ni un ruido que con el tiempo llegaría a llamarse reggaetón, había contaminado el ambiente.Una serie de situaciones adversas que últimamente se conjugaban habían colocado a Orángel Daza, en un escenario bastante complejo. El arribo y captura por las fuerzas especiales del ejército de la pista de aterrizaje ubicada hacia las estribaciones de la Sierra Nevada y desde donde salían los mayores despachos, aunado al decomiso de dos de sus mayores barcos, lo complicaban en la entrega puntual de los cargamentos comprometidos y ya las deudas causadas por los reveses de la operación, rápidamente lo colocaban en dificultades con sus jefe inmediato y peor aún, con los del norte, quienes ya veían con preocupación la ruta que por mucho t
Consuelo Daza, por su parte, estaba a punto de terminar su carrera y necesitaba hacer las pasantías o prácticas, para poder culminar sus estudios de diseñadora, en una costosa universidad privada de la ciudad, los cuales había podido realizar por el esfuerzo titánico de su madre, quien al ser abandonada con su criatura en brazos, se vio en la necesidad de trabajar en otro país para costear los estudios a su hija y poderle garantizar las herramientas de una vida futura más cómoda, la que ella misma no había podido tener, pues tan solo conocía las privaciones, el exceso de trabajo y los sacrificios. La crianza de su única hija, lo había convertido en su único propósito, en una especie de apostolado.Dos hechos hicieron posibles que Consuelo Daza, ingresara como pasante en la construcción de la casa de Don Giovanni. El administrador Michelangelo Ferrari, un primo de su madre, quien trabajaba como contador y manejaba con eficiencia los cuantiosos ingresos y gastos de don Giovanni. El supu
El experimentado constructor, le hacía algunas correcciones y mejoras y la agregaba a la memoria que llevaba como bitácora en el avance del proyecto.Uno de los primeros encargos hacía referencia a unos jardines en un espacio interior, los cuales decidieron bautizar como «Los jardines colgantes de Babilonia», que se le ocurrió implementar en medio de dos salas dentro del espacio del área social, junto al comedor principal y donde una iluminación cenital proveniente desde el techo, a determinada hora del día, permitía el paso de la luz natural, atravesando una pequeña cascada artificial y creando el mágico efecto de un diminuto arco iris al descomponerse la luz, en el centro de ese jardín interior.Calógero, comenzó a frecuentar la obra y ya no era raro verlo a diario, cuando tiempo atrás no demostraba el más mínimo interés por cualquier cosa que tuviese que ver con esa obra y ni siquiera se aparecía por allí. Por su parte, Consuelo, en cada oportunidad que el joven trataba de abordarl
La muchacha se puso pálida por la sorpresa y su mente, rápida como el rayo, calculó en fracción de segundos, para dar una respuesta que resultara acorde con ella, pero al mismo tiempo, agradecida y que expresara lo que significaba en ese momento abandonar sus estudios.—Qué gran honor. Me deja de una sola pieza, arquitecto— Le respondió Consuelo— No sabría qué decirle en este momento. Estoy en la última etapa de mi tesis, la cual elaboro conjuntamente con dos compañeras más. Ya terminamos la primera parte y vamos a empezar a desarrollar la final, para obtener el grado. Antes de responder, quisiera plantearles a mis compañeras el caso y además, estudiar con seriedad esta generosa propuesta. Si me da un par de días, con gusto le daré la respuesta.Consuelo se reunió con sus compañeras y estas le dijeron que, si abandonaba el proyecto, sacarían su nombre de la tesis y, por otro lado, pensó en todos los sacrificios que había hecho su madre para brindarle una educación de calidad. Lo menos
Lisímaco, al año siguiente, otro 16 de julio precisamente, se dispuso a celebrar en grande el día de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, y en su fervor religioso, le estaba encomendando “coronar” el copioso envío por barco de varias toneladas de Golden Santa Marta.Para celebrar el acontecimiento, se contrató el conjunto nacido en un caserío llamado La Jagua y que estaba sonando con fuerza en toda la región y cuyos ecos llegaron incluso a muchos kilómetros, hasta la capital, en el mismo centro del país. La invitación formal sería convertida años después en unos célebres versos y cantada en la potente voz de Poncho Zuleta, en otro éxito de la música vallenata, cambiando los nombres y el sitio donde se llevó a cabo, esa legendaria celebración.Ese día, en horas de la noche, de ese mes de julio, a falta de luz eléctrica por uno de los frecuentes apagones que tenían azotada la región, se colocaron unos mechones en diferentes lugares del patio, para iluminar el amplio espacio,