37

Nuria entró en el laboratorio buscando a Pablo. Necesitaba hablar con él. Estaba un poco conmocionada con lo que acababa de ver.

La sala estaba sola, pero Pablo debía estar en la cabaña, porque su chaqueta estaba colgada del respaldo de una de las sillas.

Sobre una de las mesas tenía distinto material extendido. Nuria se acercó y miró por encima. Se abrazó a sí misma y luego recogió varias pipetas sobre las que el doctor tenía colocado un papel indicando “para refrigerar”.

Abrió la puerta del pequeño aparato de enfriar y las hizo un hueco.

Sus ojos se detuvieron sobre otra pipeta. La giró y leyó el número, sabía bien qué era aquello.

Pablo entró en el laboratorio y Nuria se volvió dando un pequeño saltito. Pablo sonrió.

—Lo siento, ¿te he asustado?

—Un

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