La organización no fue fácil. Las emociones estaban a flor de piel y todos tenían razones para sentirse excitados y nerviosos.
Pablo trataba de contenerse, pero le temblaba la voz cuando le pidió a Nuria que fueran organizándose para partir hacia la mansión de Ezquiel, en busca del resto de transformados, mientras él y Raúl se acercaban al pueblo para avisar al alcalde y pedirle que se habilitara una zona en el hospital para recibir a los transformados. Martín junto a Ibrahim volvía a la cueva en busca de su padre, juntos le trasladarían hasta el hospital.
Fredo García, el alcalde de Puenteviejo, escuchaba impactado la historia que Pablo le relataba. A cada una de sus peticiones asentía con la cabeza. Finalmente avisó al equipo médico de la capital que se puso a disposición del doctor.
Diez unidades móviles de urgencias saliero
Daniel le localizó apenas atravesó la puerta.Aquel hombre era el que le había asegurado que tenía una hermana melliza y que él estaba seguro de ello porque era su padre.Entonces él se había ido, no le había creído. Se había sentido incómodo, confundido, un poco raro. Le había despreciado, había sentido hasta asco ante aquel hombre hecho un despojo.Los médicos revoloteaban a su alrededor.Daniel apretó la mano de Angélica y ella posó la mirada sobre el hombre acuclillado con el gesto asombrado ante aquel despliegue de personas a su alrededor.Angélica tiró de Daniel. El corazón golpeaba contra su pecho como las noches que había sufrido pesadillas ignorando el porqué de aquellos sueños.El hombre la localizó entre los giros de sus ojos asustados y los dejó quietos sobr
Pablo le colocaba a Erika un mechón de pelo tras la oreja. Sus ojos estaban enrojecidos por el llanto y eso la hacía parecer completamente humana, ni rastro del aquel fondo vacío que identificaba a los transformados.Aquello le hizo recordar a Pablo que tenían que volver a la realidad, bajar de la nube en la que se encontraban ahora que habían vuelto a encontrar a sus familiares y ponerlos en tratamiento, dejar que se recuperaran y poder inyectarles para que, en parte, pudieran recuperar su vida normal.—Vais directos al hospital, cariño —le decía Pablo a su mujer—, al menos os llevará una semana recuperaros, estáis desnutridos y deshidratados, sería muy peligroso procuraros la mortalidad en este estado. Tenéis que poneros fuertes.Erika asentía. Las ambulancias y autobuses de la unidad médica habían ido fletándose hacia la capital con los t
El ambiente era festivo.Tres semanas después de la muerte de todos los hermanos de Ezequiel, Pablo, por fin, podía cerrar el ciclo.Aquella mañana se había levantado temprano. Erika dormía a su lado. Hacía una semana que sucedía así y tres días que todos los transformados habían salido del hospital. El último de ellos había sido el padre de los mellizos.Pablo acarició el rostro de su esposa sin apenas tocarla, sin querer despertarla, pero, aun así, ella abrió los ojos. Ya eran totalmente humanos.Solo dos días antes, Pablo había preparado las dosis y todos los transformados habían pasado por su laboratorio. Nuria sostenía el censo que habían elaborado y en el cual estaban registrados todos los transformados de La Colonia, incluidos los cachorros y el bebé aún non nato de Milita.Pablo les hab&ia
Estaba seguro de haber escuchado un pequeño grito. Pasaba por la entrada de una calle que sabía que no tenía salida y no había ni una sola de aquellas herrumbrosas farolas de luz pobre que alumbrara para poder ver lo que sucedía al final de la misma.Martín tiró el cigarrillo que estaba fumando y se detuvo mientras metía las manos en los bolsillos. “No se te ha perdido nada ahí” pensó.Se mantuvo quieto y alerta a la entrada de aquella calle. Su oído era bueno, muy bueno. Se había dado cuenta desde que a los doce años abandonara a su familia adoptiva y se uniera a una de las bandas callejeras de la ciudad. Años de golpes por parte de su padre adoptivo le habían vuelto un chico duro y espabilado y no le llevó mucho tiempo adaptarse.Todos se dieron cuenta, en seguida, de su habilidad a la hora de intuir la presencia de otras personas y su ca
Su madre abrió la puerta de la habitación y levantó la persiana. Llovía.Angélica juraría que la noche anterior había sido clara, que había visto una luna llena, plateada y radiante, emanando luz blanca, en el justo momento en el que ella hacía el gesto contrario al de su madre y bajaba la persiana.Luego, no recordaba lo que había soñado, pero sabía que había sido algo violento, algún tipo de pesadilla.La sensación con la que había despertado era angustiosa, pero aun así se había quedado en la cama, arropada con las suaves sábanas de franela que olían a suavizante.Su madre se acercó y se sentó en el borde de la cama.—Angélica, es tarde —su tono rozaba la sorpresa— ¿Qué te pasa? ¿No te encuentras bien?Era una chica responsable. Quizá
Al final del pasillo la muchacha se sonrojaba y tartamudeaba frente al micrófono de una televisión nacional. Sus manos gesticulaban nerviosas, excesivas, mientras trataba de explicarles cómo había sucedido y, sobre todo, trataba de transmitir la sensación extraña de ver a un chico con el hígado agujereado peleando con un tipo que le sacaba dos cuerpos y que, ahora mismo, seguía vivo y la había salvado a ella.Martín tocó el timbre de la enfermera de turno y esta acudió. El chico le pidió que le llevara agua.—Nada de agua, nada de nada hasta que lo diga el doctor —contestó ella secamente. Era la tercera vez que el chico le pedía agua y ella le contestaba lo mismo.—¿Qué pasa afuera?La enfermera le miró sin sonreír y sin pizca de asombro.—Es la televisión. Vienen por ti.Antes de
Abrió la puerta con furia y salió corriendo a través del patio de la casa. Vivían al final de una calle y cada vez más a menudo se escuchaban sus gritos mientras discutían.Su madre quería que volvieran a la colonia.Se había criado escuchando aquella historia. La historia de los híbridos de hombres lobo. Su propia historia.La casa se caía de vieja. Estaba llena de humedad, pero no podían permitirse nada mejor y ella le decía que un día se mudarían a una colonia, la misma de la que habían tenido que escapar, y volverían a estar en su lugar, con los suyos.Aquel era su lugar. ¿Por qué ella no podía entenderle?Se había asustado mucho la primera vez que se había transformado. Poco antes había comenzado a sufrir aquellas horribles pesadillas en las que se veía devorando humanos. Despert
Pablo soñaba a menudo con su mujer. Soñaba que Erika se acercaba a la cama, se sentaba en el borde y le soplaba sobre los párpados.Entonces se despertaba y el cosquilleo que sentía sobre los ojos era el de las lágrimas. Unas veces ya resbalaban por sus mejillas, otras estaban quietas, sujetas entre sus pestañas.Desde que había dejado la colonia, aquella noche, no había un solo día en el que no pensara en Erika.Raúl, al igual que el resto de los niños, había cumplido los diecisiete y conocía la historia de los híbridos de la colonia, de los otros niños dispersos en distintas ciudades, con distintas familias adoptivas, pero no conocía su verdadera identidad.Pablo había ido retrasando esa información. Nunca quiso que creciese como el hijo del hombre sin dedos que condenó a su propia madre además de a una gran parte d