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El ambiente era festivo.

Tres semanas después de la muerte de todos los hermanos de Ezequiel, Pablo, por fin, podía cerrar el ciclo.

Aquella mañana se había levantado temprano. Erika dormía a su lado. Hacía una semana que sucedía así y tres días que todos los transformados habían salido del hospital. El último de ellos había sido el padre de los mellizos.

Pablo acarició el rostro de su esposa sin apenas tocarla, sin querer despertarla, pero, aun así, ella abrió los ojos. Ya eran totalmente humanos.

Solo dos días antes, Pablo había preparado las dosis y todos los transformados habían pasado por su laboratorio. Nuria sostenía el censo que habían elaborado y en el cual estaban registrados todos los transformados de La Colonia, incluidos los cachorros y el bebé aún non nato de Milita.

Pablo les hab&ia

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